jueves, 18 de mayo de 2006

Tercera noche

Cuando Diego salió del "bunker" solo encontró de Nuria una nota

pasaré a verte al Aqueronte, ponte guapo ¡que hoy trabajas!

Sin más firma que una marca de carmín rojizo. Se duchó, puso su vieja ropa en la lavadora, y fue al armario. Encontró ropa muy macarra para su gusto, así que sin pensarlo mucho cogió unos vaqueros anchos que tenían una cadena colgando del frente hacia atrás, unas zapatillas de deporte verde oscuro, y una camiseta ajustada negra, sin leyenda alguna. Se recogió el pantalón con un cinturón... oh dios, de tachuelas... y se dirigió al espejo.

Se sentía ridículo. Vistiendo como un adolescente. En fin.

Salió a la calurosa noche de verano Jerezana, y fue caminando hacia el Aqueronte. Tenía hambre. Saquearía la bodega de Mario, y tomaría algo de Nuria... la expectativa de esto último le parecía atractiva, para que negarlo. Se dio cuenta de que en solo tres noches no habia tenido mucho problema en asumir su nueva condición. Quizá porque el cambio habia sido mucho más radical que eso. Habia abandonado su vieja vida, atada a un futuro ya planeado. Ahora era todo nuevo. Como le habia dicho Mario, "podía ser quien quisiera". Quizás alguien que se sintiera bien vistiendo así. Quizás Nuria y el podían tener algo juntos. En esto estaba cuando llegó al Aqueronte, sin saber que su pasado no iba a rendirse tan rápido en su persecución.

De entrada, sonaba "Hey" de los Red Hot Chili Peppers, se dirigió a Mario.

- Heeey, Dieguito, que tal - saludo este sonriente.

- Pues nada, aquí vengo a que me explotes ya, que le vamos a hacer.

Mario se puso algo más serio.

- Por cierto, esa ropa que tienes allí, puf...

- ¿Qué? ¿No te gusta?...

- Mario, que soy un tipo con caché...

Mario agarró del cuello de la camiseta a Diego y se lo acercó a la cara, hablando agresivamente pero susurrando.

- Y tanto que tienes caché, Dieguito Ximenez.... me cago en Dios, ¿tienes idea de lo que has montado? Anda tira p'adentro que tenemos que hablar cosas serias.

Mientras se dirigía al despacho de Mario, Diego pensó que antes de tener una nueva vida todavía tenía muchos cabos que atar.

Mario cerró tras de sí de un portazo.

- ¡Joooder! - empezó, con los brazos en jarras. - Me entero ayer de que O'Donnell, uno de los Sangre Azul más importantes de la puta ciudad, Abrazó hace dos noches a su primer chiquillo, alguien destinado a ser importante, que el chaval se le ha escapado en mitad del asunto, que el mismo Príncipe ha puesto a sus lacayos a levantar los mismos adoquines del suelo para buscar al desgraciado.

Diego se puso en tensión, el tono de Mario no le gustó nada.

- Y la noche pasada aparece un neonato en mi bar que no tiene ni puta idea de nada, y que por lo que he podido averiguar, se movía por los círculos aristocráticos de la ciudad. ¡Qué extraña casualidad seria que no me hallara ahora mismo delante de ese chico destinado a ser alguien importante!

Mario estaba muy cerca de Diego, y denotaba agresividad en sus gestos.

- ¿Confirmas o niegas?

- S-sí, soy el mismo. O'Donnell es mi "sire".

- Bien, bien, mejor. - Mario pareció más calmado. - Quiero que sepas que por ayudarte me estoy metiendo en un marrón de la ostia. Si te pillan aquí, a saber que me podrían hacer esos bastardos.

- Me buscare otro sitio entonces, gracias por todo.

- No. Pese a todo, estás demasiado verde como para dejarte por ahí suelto sin que caigas en sus garras en cuestión de horas. Y joder, esta oportunidad de darle a la Camarilla de esta ciudad en los putos morros, no tiene precio, y pienso aprovecharla.

Diego no sabía si sonreír o no. Mario si lo hizo.

- Así que venga, ya puedes ponerte a servir copas, y dentro de un rato te llevaré a dar una vuelta, primera noche de instrucción acelerada. Si tienes dudas, habla con Patricia, la morenaza de ojos verdes, te echará una mano.

Diego pasó las siguientes horas trabajando a saco en la barra. Patricia le adoptó como novato, y le fue indicando todo lo que tenía que hacer. No era como Cruise en Cocktail, pero cumplía. Qué remedio. Tenía ganas de ver a Nuria.

Precisamente ella entraba por la puerta mientras sonaba Rock'n'roll Star de Oasis. El la miró ilusionado. Ella se acercó a la barra, sonriendo, movió los labios diciendo "hola", se apoyó y le dio un rápido beso.

- ¿Vodka con lima? - preguntó.

- No no, ponme un Bitter Kas solo, estoy de paso, estoy reventada y quiero descansar. - realmente parecía cansada.

- Si, tienes algo de mal aspecto. Oye, quédate a dormir hoy también donde Mario, ¿vale?

Ella sonrió como una chiquilla que ve que le van a hacer un regalo.

- Bien, te esperaré allí. Durmiendo probablemente. Oye... he estado pensando una cosa... - dudaba.

- ¿Si? - Diego iba de un lado para otro, preparando copas y llevando botellas de un lado para otro.

- Bueno, quizás, quisieras... - lo agarro y se acercó a él para que no les oyeran. - darme de tu sangre.

- ¿Hmmm? ¿Para qué?

Ella se sonrojó.

- Por lo poco que se, eso es como un vinculo o algo así, ¿no? Además, si tu lo haces conmigo, ¿porque yo no contigo?

- Euh ¿porque yo lo necesito?

- No la mía necesariamente, puedes tirar de la reserva de Mario, pero, no sé, me gustaría probar... - ella se puso melosa, intentando seducirle.

- Bueno, no sé. Primero tengo que saber que implicaciones y riesgos tiene, después, ya veremos.

- Hmpf, vale.

Mario apareció por el otro lado de la barra. Se estiró para besar a Nuria en la mejilla.

- Hola niña, tienes mala cara...

- Si, estoy algo cansada...

- Bueno, si no te importa, te robo a Diego un rato, me lo llevo por ahí, tenemos asuntos que discutir ¿vale? Adiós... - empujo amablemente a Diego hacia la parte trasera del local, mientras este se despedía con la mano de Nuria.

Un par de minutos después, Diego hacia de copiloto para Mario, y este relataba.

- ...bueno, sigues siendo un paria sin clan, a todos los efectos, ya que no tienes quien te enseñe las artes de los Sangre Azul. Aun así, hay algo que debes saber: los Sangre Azul son muy delicados a la hora de beber sangre. Unos repipis en mi opinión, y solo se alimentarán de un tipo de víctima. Y va en serio, las pasan putas si se saltan esas restricciones.

- Y... ¿crees que puedo haber heredado eso?

- Si, es posible, quien sabe, O'Donnell es algo más viejo que la mayoría, así que es posible que su sangre, más poderosa que la de la mayoría, sea capaz de transmitir este tipo de cosas. No sé si el tipo de victima concreto se transmite, o es propio de cada uno. Supongo que será algo que descubrirás con la práctica. Por ejemplo, ¿has probado a Besar a Nuria?

- Si, anoche, y no hubo problema alguno. - Diego no se sentía cómodo hablando de intimidades como esa.

- Aaah, jejeje, así que "anoche...", je. Bueno... entonces ya sabes que puedes alimentarte de chicas morenas, guapas, charlatanas, que son gente de puta madre, sensibles,... con un culo increíble y que follan como diosas.

Ambos rieron. Mario cortó en seco.

- En serio, esa chica es de lo mejor que puedas encontrar. Es como una luz, tiene... "algo", no sé si me entiendes. Hazle daño, y te juro que te saco el corazón. ¿Estamos?

Diego no pudo sino asentir, Mario parecía realmente cabreado, sin venir a cuento. Durante el siguiente minuto, solo el sonido de la radio ("Got The Life" de Korn) y de la calle los acompañó.

- ... como te iba diciendo, ya sabes algo más sobre de quien te puedes alimentar. Supongo que será cosa de que vayas abriendo el abanico hasta encontrar algo que no aceptas. Podría resultar que tienes poca limitación, ninguna, o mucha, quien sabe. - se encogió de hombros mientras doblaba una curva.

- Oye... sobre Nuria, - Diego no sabía si estaba a punto de meter la pata. Mario le miró fijamente.

- Me ha pedido que le dé a beber de mi sangre. - Mario pareció relajarse, pero seguía serio.

- Hmm, es complicado. Entre vampiros, crea vínculos... afectivos, o algo así, pero entre humanos y vampiros. He hecho eso algunas veces. El pobre se convirtió en la criatura más fiel que habia visto en mi vida. Joder, casi diría que se me hubiera follado si se lo hubiera sugerido siquiera. Además, mejora su aspecto, y les mantiene jóvenes, aparte de darles parte de las "habilidades especiales" de los vampiros. Aunque no todo son ventajas. Se vuelven unos adictos. Si te lo planteas como una manera de uniros, te diré que es algo más que eso. La adicción puede ser enorme, como una novia excesivamente celosa, pero diez mil veces peor. Ojo, no te digo ni que sí ni que no, haz lo que debas, pero debes cuidarla, en cualquier caso.

- Vale, gracias...

- Oye, ella y tú ya os conocíais ¿verdad?

- Si, hace mucho tiempo tuvimos algo parecido a una relación.

- Si, creo que la habré oído mencionarte alguna vez.

- ¿Si?

- Ni me acuerdo, ya sabes, esta chica cuando suelta la lengua no para, te mentiría si te dijera que me acuerdo de más del 5% de lo que me dice, jajaja. Creo que pese a todo, toda la circunstancia que rodea esto, que tú seas un maldito chupasangres que solo le puede traer problemas, puede que le venga bien. Ha tenido bastantes problemas, y si estas ahí para cuidarla un poco, y yo estoy ahí para encargarme de que lo hagas, podría resultar beneficioso para todos.

Diego meditó un poco las palabras de Mario

- No creo que yo le haga más bien a ella del que ella está haciendo por mí. Creo que sin ella todo esto sería más difícil. Es como una pequeña roca que representa mi antigua vida, a la que me agarro para capear la tempestad de todo lo que está pasando. Lástima que todo lo malo también tenga que ver con mi antigua vida.

Mario silbó.

- Bueh, si no fuera porque estás muerto, diría que estas enamorado chaval. Mira, ya llegamos. - Mario aparcó. - Por cierto, ¿qué coño hacías con tu vida? Hablas como si fueras un puto libro.

Siguieron hablando mientras bajaban del coche.

- Bueno, fui a la universidad, y me prepare para llevar adelante los negocios de mi padre: leyes, economía, idiomas...

- ¿Si, controlas de pasta y tal? Mira, tengo unos ahorrillos, y tengo algunas ideas para el Aqueronte, para relanzarlo y conseguir más pasta. El loft ese que me tienes okupao no es gratis precisamente...

- Bueno, si me das cifras y planes exactos, quizás pueda aconsejarte sobre qué y que no hacer, o como hacer las inversiones, tramites y tal.

Estaban en la puerta de un local, "Khârn", del que salía y entraba gente con pintas aun más radicales que las de los parroquianos del Aqueronte. Mario hizo una señal al portero, que les dejó entrar sin problemas.

- Chaval, esto no es que te invite a ir de fiesta. Hoy vas a aprender. - dijo palmeando su espalda, a la par que subía el volumen de su voz, ya que el atronante sonido ("Chimaira - Dead Inside”) apenas le dejaba oírle.

Cuero, pincho, cadenas, y musculo al aire era lo que se estilaba allí dentro. Diego pensó que Mario le habia metido en un local sado, o gay, o algo. Por suerte también habia chicas, con mucho cuero, cadenas, pinchos y carne ("por suerte", pensó) no musculada al aire. Una de ellas se dio cuenta de que la habia mirado, y le enseñó unos colmillos enormes. Diego siguió a Mario rápidamente.

Aquel sitio llamaba por igual a la lascivia y la violencia. Veías parejas de todos los tipos por todas partes intimando, algunas mas descaradas, otras optaban por ir a otro lugar, y a pocos metros, se montaba una tangana que rápidamente era reconducida a unas puertas laterales, y "aquí no pasa nada". La música, pese a no ser desagradable del todo, era demasiado para Diego, industrial, metal de variados prefijos, y a toda hostia.

La canción cambio y cuando la siguiente empezó a sonar, una enorme ovación llenó la sala. Mario tiró de él y lo llevó al centro de la pista, donde más gente, mas apreturas y mas ostias habia.

Justo al llegar (no sabía cómo), "Let the Bodies Hit the Floor" de Drowning Pool rompía, y la marea de cuerpos se comenzó a agitar violentamente.

La marea humana arrastraba a Diego, que habia perdido por completo la capacidad de dominar su movimiento. Circulaba de empujón en empujón, de codazo en codazo, habia perdido de vista a Mario.

Impulsado por alguno de los mastodontes, fue a dar sin intención un empujón a otro. Este se dio la vuelta, con pintas amenazadoras, para empujarle de nuevo, con una fuerza inusitada. Creyó incluso sentir crujir alguno de sus propios huesos.

Mientras, en un recoveco de las circunvoluciones cerebrales de Diego, Vlad estaba histérico. De entre todos los tipos de locales que habia en el mundo ¡TENIAN QUE IR A UNO QUE ERA IGUAL QUE DONDE CONOCIO A SARAH! Misma música, mismo ambiente. Allí conoció a la puta loca que le acabara maldiciendo para siempre. No entendía como Diego podía mantener mínimamente la compostura en ese lugar. Y más entre tanta gente moviéndose y repartiendo golpes. Él necesitaba salir, salir ¡SALIR!

Diego por fin dio con Mario, que estaba totalmente flipado, dando botes y metiéndose en tanganas. Se mantuvo como pudo en el sitio, recibiendo y devolviendo algunos golpes, no sin esfuerzo, notaba raro el pecho.

Por fin, la canción acabó. Diego tenía el tiempo justo para coger a Mario y llevarlo fuera de la pista, antes de que de nuevo la marea de carne les engullera. En poco tiempo, estaban fuera, en un aparte.

- Mario, tengo algo roto. - Mario miraba a la pista y se agitaba, parecía que fuera a saltar de un momento a otro a seguir recibiendo y dando estopa. Diego le dio con la mano en la cara.- ¡Mario, ostias! - éste agarró la mano que le habia golpeado, pero por fin parecía haber vuelto al mundo.

- Un tío me ha empujado y creo que me ha roto alguna costilla. ¿Cómo coño iba a hacer eso con las manos desnudas?

- Sería un chupasangres y usó la sangre para darte cera. Es parte de lo que quiero que aprendas, nada mejor como el campo de batalla. Puedes usar tu sangre para potenciarte físicamente. Si anoche te lo hiciste con Nuria, ya sabes a que me refiero. Pues lo mismo, en vez de para la polla, para los músculos, para dar más fuerte, o aguantar más, ¿estamos? O puedes parecer menos muerto, colorando la piel. Necesitas concentración.

Un alarido proveniente de los altavoces cortó su discurso. Se alteró bastante.

- Ahora, quédate aquí, intenta arreglarte eso, concéntrate, y usa la sangre, ¿ok? Cuanto antes aprendas, mejor. Adiós - Antes de que Diego pudiera responder siquiera, echó a correr berrando hacia la tangana.

Hijo de puta, está loco, pensó. Se quedó pensando en lo de concentrarse, la sangre, y curarse. ¿Qué coño? ¿Cómo se hacía eso? Tenía ganas de largarse, a un sitio más tranquilo, donde poder concentrarse. Tras una de las puertas del recinto, habia otra sala, aislada de la otra, más tranquila. La música, aunque igualmente extrema, estaba a un nivel más aceptable. Habia sofás y sillones aquí y allá, donde algunos conversaban, otros se ponían tiernos, etcétera.

Se sentó donde pudo, y cerró los ojos. Intentó localizar los puntos de dolor. Era jodido. No fue capaz. Era como un dolor general por todo el torso. Supuso que estar muerto te jode todo el sistema sensitivo. Se quitó la camiseta, y vio un par de zonas manchadas de oscuro. Las palpó con las manos y confirmó lo que pensaba. Ahora era la parte de la concentración y la sangre. Cerró los ojos, pensó en sus manos y donde las tenía puestas.

Vlad, algo más calmado, pensó que cuanto antes se pusiera el chico en condiciones, antes podría sacarlo de allí. A ver qué podía hacer. No iba por mal camino, pero parecía que habia visto muchas películas de chinos. "No hay dolor, no hay dolor". Aunque también es cierto que las primeras veces cuesta bastante, es algo que los cainitas más viejos tienden a olvidar con la experiencia. Se concentró con Diego, intentando guiar sus pensamientos en la dirección adecuada. Cualquiera que ésta fuera.

Algunos minutos más tarde, notaba por fin algo de mejoría. Se puso la camiseta, y se sentó comodamente. Observó a la gente que pululaba por allí. Variopinta, excéntrica, extraña. Y cada cual a lo suyo. O no. Tres chicas y un chico parecían mirarle y comentar algo, entre risas.

Hizo como el que no se dio cuenta, e intentó distinguir algo de su conversación. Complicado. Mucha gente, música, ruido... Una de las chicas carcajeó suficientemente alto, y distinguió la risa. Cerró los ojos e intentó seguir ese tono, aislarlo del resto. Oyó algo de una camiseta, autismo, extraño, y no-se-que. Unas voces también comentaron algo, una voz más grave, de hombre, habló en último lugar, subiendo el tono de voz, y todos rieron a la vez.

El estallido de sonido le obligó a llevarse las manos a los oídos. Todo parecía sonar el doble de fuerte, como si taparse los oídos no sirviera de nada. Quitó las manos y sintió como si le taladraran la cabeza. Abrió la cremallera de uno de los bolsillos y sacó el móvil, llevándoselo a la oreja, y apretándolo contra esta, mientras con la otra mano se tapaba la otra. Fingió hablar a gritos por teléfono, bastante tenía con todo lo que habia llamado ya la atención. Poco a poco volvió a la normalidad. "Colgó" y se levantó. Iba a buscar a Mario. Cuando pasó por delante del grupito, el chico le paró poniendo la mano en su brazo. Diego cerró los ojos e inspiró.

- Hey, ¿estás bien? - dijo el chico, sonriendo divertido. Las otras tres les miraban. Intentaban reírse un rato más a costa de él. Sintió algo hervir dentro de él.

- Si, mucho mejor - su tono era áspero y serio, y miraba a los ojos del muchacho, que dejó de sonreír inmediatamente -, gracias. - Sacudió el brazo para quitar la mano del chaval, que la apartó rápidamente.

- Perdona, no queríamos enfadarte - dijo una de las chicas, otra de ellas parecía preocupada -, pero hacías cosas raras... - parecía algo avergonzada ahora - Lo siento... Soy Luz, ¿cómo te llamas? - las otras se miraban sorprendidas por la amabilidad y en parte, descaro de su amiga, mientras esta daba dos besos a Diego, que tampoco se explicaba mucho el asunto.

- Diego, - dijo mirándola, a ver si es que estaba drogada o algo, pero parecía sobria.

- Ellas son Sonia y María - dijo señalándolas con la mano. Si las miradas mataran, Luz estaría a dos metros bajo tierra si por ellas fuera. Se limitaron a saludarle con la cabeza. Diego respondió igual. -.. Y él es Migue. - el chico, alucinando con la actitud de Luz, ofreció la mano a Diego, que la estrechó sin dudar, aunque el chico era de los que daban la mano sin ganas, algo que a Diego molestaba bastante.

- ¿Quieres tomar algo con nosotros? - Luz volvió a la carga, aunque muy amablemente. Las otras se decían "tía, que fuerte, que descarada" con la mirada.

- No, gracias. Lo siento - Luz pareció entristecer - pero tengo que ir a buscar a un amigo, tenemos asuntos que atender. Gracias de todas formas - sonrió abiertamente a la chica, que le devolvió la sonrisa.

- Bueno, otra vez será, ¡adiós! - dijo, haciendo un gesto con la mano mientras volvía con las otras y Diego sigua su camino. Las otras se lanzaron como arpías a preguntarle "como habia sido capaz", mientras Luz se quedó algo aturdida, como si hubiera sido otra persona durante un instante.

Diego sabía, porque ya se lo habían dicho, que tenía una voz bonita, bien modulada, y que sabía usarla. Pero no hasta ese punto. Además olía a gorrino sudado, así que para no variar, supuso que algo vampíricamente-extraño habia pasado ahí.

Volvió a entrar en la primera sala, donde ahora, en un escenario que no se habia dado cuenta que habia al fondo, cuatro tipos aporreaban instrumentos y gritaban tras una reja, mientras el público se dejaba la sangre, literalmente, en el foso.

Mientras, Vlad volvía a agobiarse. El chico habia heredado una sangre medianamente fuerte para lo que abundaba esos días, y eso, junto con el pequeño "toque de Vlad", ayudaba a sustituir una correcta enseñanza sobre las "aptitudes" naturales que le correspondían, aunque algo no parecía estar en su sitio. Pero lo peor, es que a pesar de todo, el niño tenía que volver a la sala infernal aquella. Algún día le haría pagar por maltratarlo así.

Meterse en todo el mogollón era algo que Diego no estaba dispuesto a hacer, ni borracho, así que buscó algún silloncete en las paredes de la sala, cuanto más lejos de la montonera y de las peleas mejor. Tenía hambre.

Buscando y buscando, dio la casualidad de encontrarse con Mario, que estaba cómodamente sentado en una especie de tresillo de diseño, acompañado de dos chicas, bastante monas, vestidas de cuero y con toda la parafernalia. Una de ellas besuqueaba el cuello de Mario, mientras éste charlaba con la otra, que le miraba embelesada.

- Ehem. - Diego reclamó la atención del trio, mientras se sentaba en una silla cercana.

- Hoombre, el chico nuevo, ¿dónde estabas? - Mario parecía feliz y contento... casi... drogado.

- En la otra sala, relajándome. Aprendiendo - hizo un gesto, levantando la ceja a Mario, que pareció comprender.

- Aah, bien bien, pequeño saltamontes. - Mario se dirigió a las chicas. - Aquí donde le veis, mi coleguita Diego, que parece un pringao mas, es un tío importante, dentro de un tiempo tendrá mucho que decir, jejeje.

Las chicas miraron a Diego ligeramente interesadas, saludando. Diego, incomodo, devolvió el saludo con la cabeza y sonriendo ligeramente. Si Mario estaba hablador, podría tener problemas.

- Bueno, niñas, aquí Mr. Importante y yo tenemos que irnos, negocios que atender. No olvidéis pasaros por el Aqueronte, os invitaré a algo, y ¡traed amigas! - Las chicas sonrieron y cogieron los flyers que Mario les pasaba. Éste se levantó, Diego con él, y se dirigieron a la puerta.

Una vez fuera, se dirigieron al coche.

- ¿Haciendo de relaciones publicas?,- Diego parecía divertido.

- Ese local es un hervidero, si de toda la gente con la que hablo, consigo que la mitad se pase por el Aqueronte, lleven a unos colegas, y se tomen algo, tengo nombre y caja hechos para un tiempo.

- ¿Donde vamos?

- A tu keli. Vamos a ver que podemos sacar de allí... - Sonrió pícaro, Diego casi vio los símbolos del €uro en sus ojos.

En poco tiempo, estaban en el portal del edificio donde Diego tenía su piso. Era un bloque de apartamentos de lujo. Vivía solo desde que antes de terminar la carrera, y gracias al sueldo "de la empresa de papá", podía permitirse ciertos lujos.

Todo eso, claro hasta que le mataron.

Uso las llaves para pasar el portal, y montaron en el ascensor. Ultima planta. Puerta 2. Mario le hizo un gesto de "silencio", y Diego abrió la puerta lo más silenciosamente posible.

Nada más entrar, fue a comprobar el sistema de seguridad... que ya estaba apagado. Mario pasó junto a él silenciosamente.

Diego se dio cuenta de que oía música, muy tenue, de fondo, y Mario le hizo un gesto, levantando dos dedos y señalando al fondo del pasillo.

No estaban solos.

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