lunes, 30 de mayo de 2005

Exposición en el Café

Clarisse llevaba tiempo pensando en volver a vender cuadros y tras unos días de ajetreo consiguió que todo estuviera listo para aquella noche. A las once se encendieron todas las luces y el espectáculo comenzó. Al poco, Vlad se personó en el local, vestido con un fino jersey negro de cuello alto, con una chaqueta marrón, y pantalón gris oscuro, con zapatos a juego con la chaqueta. No tenía grandes asuntos para esa noche, y estaba realmente interesado en alguna de aquellas obras, así que se dispuso a entrar en el local.

Se quedo algo paralizado al verlo tan vacio, permaneció en el umbral de la puerta esperando que no le pusieran trabas para entrar

¿Quizás es demasiado temprano? se preguntó, pero entró igualmente.

El sonido de pasos puso en aviso a Clarisse, que se acercó hasta la puerta con el mismo gesto neutro de siempre.

- Buenas noches Vladimir. - Dijo ligeramente sorprendida. - Sí que sois madrugador.

La mujer le ofreció la mano a modo de saludo al tiempo que le hacía un gesto para que le acompañase.

-A quien madruga Dios le ayuda - comentó mientras besaba suavemente la mano de la cainita en un gesto mil veces estudiado y repetido a lo largo del tiempo. Siguió a la cainita – incluso si eres un Condenado… Digamos que mis obligaciones me obligan a aprovechar el tiempo al máximo, pero supe de vuestra exposición y quise acercarme… - Espero no haber venido demasiado pronto... aunque bien pensado... tengo la oportunidad de ver vuestras obras más tranquilamente, e incluso comentarlas con vos antes de que estéis rodeada clientes... y en un momento dado, de poder hacer alguna oferta sin presiones.

Si le gustase el baile de máscaras que se traían entre manos la mayoría de los cainitas, hubiera fingido una sonrisa, sin embargo, su rostro permaneció con el mismo gesto sereno de siempre.

- Celebro vuestro interés en este arte, cada vez somos menos los que disfrutamos simplemente contemplando una imagen. - Dijo contestando a uno de sus diversos comentarios mientras llegaban ante "En algún lugar de la galaxia". - Si estáis interesado en alguna obra en especial decírmelo, será un placer comentarla con usted puesto que ahora estamos solos y no seremos interrumpidos.

La degenerada le miró con cierto brillo en los ojos que se podría interpretar como ilusión, a pesar de que el resto de su cara seguía pareciendo una máscara inerte.

- Bien, a decir verdad me llamó la atención "Atrapado". Pese a que el juego de perspectivas se me resistió, la imagen que vi en el diario me produjo una extraña sensación... quizás si pudiera verlo al natural, podría "extraer" algo más de su sentido.

La mujer asintió con la cabeza y con un gesto le indicó que avanzase pues un poco más adelante se hallaba "Atrapado" una lámina de tres realizadas en la misma técnica. Las tres estaban en la misma pared y enmarcadas de igual modo, con paspartú gris muy claro y marco fino negro, que resaltaba el realismo de lo dibujado. Eran de un formato que superaba un poco el folio y bajo ellas se hallaba una mesita para dos.

La primogénita observó los gestos del Arzobispo y esperó a que él dijese algo para comenzar con el comentario de la obra.

Vlad se concentró en el cuadro. Dejó la mente en blanco, y dejó que sus ojos vagaran por los trazos. Trató de extraer algo de los mismos, un sentido, un sentimiento, parte de lo que la autora había volcado al realizarlo. ¿A qué clase de confinamiento se refería? Procuró que su visión no se viera afectada por sus circunstancias personales, y su "particular forma" de ver las cosas.

Sentimientos y palabras rozaron su mente por un momento, de forma suave. Aunque se fueron rápido, las retuvo. Sería demasiado fácil hablar sobre lo que a él le inspiraba ese cuadro, por qué le interesaba, de quien sentía que era esa mano, pero prefirió esperar.

-Bien... ¿por qué esta técnica? ¿Qué sentido añadido se busca introducir al usar esta... perspectiva?

- Esa es la mano de Dios que no evita que mueran inocentes. La que mueve y domina las vidas de los creyentes y acaba por destrozarlas, porque no sé vos, pero yo sólo he visto un "milagro" y es que nosotros estemos aquí, contemplando un cuadro como si tal cosa cuando deberíamos de estar muertos. Es muy cruel. - Había dicho aquello totalmente en serio, no se guardó para sí lo que pensaba acerca de la Estirpe - Bueno, y ¿qué os sugiere?

Vlad se cruzó de brazos y reposó la vista sobre la imagen.

-¿Dios? Veo algo mas mundano en realidad- comenzó, mirando el cuadro fijamente - Soy, o eres, el ave que no puede emprender el vuelo, atrapada por la mano opresora, que la fuerza a quedarse en tierra, deformándola, aplastándola, y destruyéndola al fin. Intenta luchar pero no puede, le han cubierto el rostro para no ver a su verdadero enemigo, convirtiéndose su lucha en algo inútil, que solo consigue hacerle más daño. Clama pidiendo ayuda, pero su voz está rota, impedida por la máscara. Creo que las personas del final son los seres queridos, compañeros, amigos, lo que sea, cuyas vidas, o su destino, están ligadas al tuyo, o mío. Son arrastradas irremisiblemente por la lucha, y destruidas, al caer de las alas, por culpa del afán de lucha y liberación. Esas personas también piden ayuda, a veces no saben cómo, a veces simplemente te ruegan que dejes de luchar, y te dejes morir, para no caer y contar con una pequeña posibilidad de seguir existiendo. - Miró a Clarisse. No sabía si había hablado por él mismo, por ambos, o por las mil almas que descansaban dentro de la suya.

- Tenéis razón. Yo sólo he perfilado la imagen, ahora, depende de cada uno cómo quiera verla. No debería ser yo quien diga lo que es, o lo que a mí me parece puesto que sé lo que sentí al hacerlo pero, como casi todo artista, no sé qué perseguía con ello. Por eso me gusta el arte, porque no es exacto, es abstracto, puede ser lo que cada uno desee ver.

Se giró hacia Vlad cuando empezó a hablar y su mirada se fijó en él para continuar.

- Yo expresé así lo que dije antes, pero también puede verse como habéis dicho, o como la mano que juega a aplastar la libertad, que sería el amasijo que hay debajo. - Dijo mientras hacia un gesto con las manos señalando esa parte de la lámina. - O la huída de los esclavos de la mano del dueño...

Hasta los oídos de Giulietta llegaron las noticias de la inauguración de la exposición de Clarisse. La lasombra sentía una gran pasión por el arte, aunque la pintura no era uno de sus fuertes, sentía gran predilección por la escultura y sobre todo por la música. Pero creyó que si quería hacerse un hueco entre la sociedad cainita de la ciudad debía acudir. Además, el cuadro que la toreador le había regalado en su fiesta en el Castillo de Santiago llamo realmente su atención, quería comprobar si toda su obra era comparable a aquella.

Iba vestida con un traje de levita color crema y zapatos de tacón. Antes de entrar se detuvo y se dirigió a Dorian, quien la había llevado en coche hasta la galería.

- Espérame en el castillo, no creo que vaya a llegar muy tarde. - Giulietta se dio la vuelta mientras el joven mortal arrancaba y daba la vuelta siguiendo el mismo camino que hasta allí le había llegado.

La cainita abrió la puerta, aun con las gafas de sol puestas entro en la galería, solo vio al arzobispo y a la artista al fondo de la sala debatiendo animadamente frente a un cuadro. Le extrañaba mucho que aun no hubiera llegado nadie más, llegas demasiado pronto Giulietta..., pensaba para sí misma. Aunque también era cierto que la presencia de Vladimir allí era algo tranquilizador para ella. Vlad se giró al oír la puerta...

-Oh, mirad quien ha llegado – dijo en un tono absolutamente neutro.

La presencia de la cainita distaba de serle indiferente. Aunque no podía decir que le resultara totalmente agradable, ni tampoco desagradable en absoluto. Tras las noches que pasó en el castillo, Giulietta le habia visitado un par de veces para ver cómo seguía recuperándose. Habían sido unas visitas frías, algo distantes, quizá por simple ecuación y cortesía, pensaba Vlad. O por simple ambición, como le susurraban algunas de las voces.

Giulietta no pretendía interrumpir a los cainitas, pues parecían mantener una profunda conversación, por eso espero junto a los cuadros cercanos a la entrada, pero cuando el arzobispo reparo en ella se dirigió a la pareja.

- Buenas noches, espero no estar interrumpiendo nada. - Giulietta sonreía tímidamente.

Iba a contestar cuando vio a Giulietta acercarse. Se alegraba de que alguien más hubiese llegado, empezaba a pensar que tendría que vender todas sus obras al Arzobispo...

- Buenas noches señorita Strozzi, usted nunca molesta. Es más, ahora podremos comentar las obras que también le agraden a usted, si es que hay alguna.

Dejó esa frase como esperando que la vampira contestase con "me gusta aquella", y retomar la conversación acerca de su obra.

Giulietta se alegró de no haber sido un estorbo para los cainitas.

- Lo cierto es que sus obras me parecen bastante interesantes, especialmente una de las publicadas en el periódico llamada "Dando un Corazón", me ha encantado, y en el caso de que este a la venta en posible que este interesada en adquirirla...

La lasombra hizo una breve pausa y prosiguió.

- Veo que domináis varios estilos de pintura y que vuestras obras son un tanto variadas, eso dice mucho a favor de un artista. Al menos eso opino yo, para seros sincera la pintura no es uno de mis puntos fuertes, disfruto enormemente contemplándola pero desconozco mucho sobre de los términos artísticos y los estilos. - El tono de voz de la cainita era un tanto humilde.

- Admitir la ignorancia es la muestra de que se quiere aprender aquello que no se conoce. - Dijo la artista con un tono medio alegre, animando a la Sabbat. - Para hablar de un cuadro no es necesario meterse en camisa de once varas, con observar su temática y sorprendernos con ella, ya estamos dando un gran paso. - se dio cuenta de que la mujer llevaba aún las gafas de sol. - Si no os las quitáis, no podréis observar nítidamente las láminas. - dijo amablemente. Esperaba que Giulietta no se lo tomara a mal, pero allí no había motivo para ocultar sus llamativos ojos y a la morena le gustaba ver la expresión de los mismos cuando hablaba con alguien.

Giulietta ni siquiera se había dado cuenta de que aun llevaba las gafas de sol puestas, estaba tan acostumbrada a llevarlas que casi formaban parte de su anatomía. Se las quitó y guardó en el pequeño bolso que llevaba.

- Lo siento, no me había dado cuenta, la costumbre - La cainita sonrió.

La puerta del local se abrió, Luccian esta vez iba mejor vestido, con un traje gris con rayas más oscuras, una camisa azul oscura sin corbata, y elegantemente peinado. Al entrar echó un vistazo a ambos lados de la sala, levantando la mano en forma de saludo al ver de lejos a Clarisse.

- Disculpe. Ahora les presentaré al recién llegado y continuaremos charlando.

Luccian se dirigió a donde se encontraban los tres individuos, al llegar a ellos miro a la toreador:
- Encantado de volver a verla, una exposición muy interesante. - Luccian sonrió y miro a su lado a los otros dos cainitas. - Perdonadme, creo que no nos conocemos, mi nombre es Luccian encantado. - Hizo un gesto de saludo a ambos, primero a las mujeres y luego al hombre.

Giulietta correspondió al recién llegado con una sonrisa y le tendió la mano.

- Mi nombre es Giulietta Strozzi. - Dijo la cainita también con acento italiano, a pesar de que siempre lo ocultaba ya por costumbre, cuando se cruzaba con algún compatriota no podía reprimir el alegre acento.

Vlad escuchó el agradable acento de Giulietta. Mirando al recién llegado, tendió su mano abierta hacia él:

- Vladimir von Thremischek, un placer - dijo estrechando su mano.

- Antes de que llegarais, y antes de que llegara la Srta. Strozzi, comentábamos sobre esta obra, "Tú" - dijo señalando el cuadro. - Clarisse sabrá ilustrarles sobre la obra, su sentido, y su técnica. - permaneció expectante, aquella obra, y la relación de la artista con ella, le habían intrigado, quería saber más, y conocer algo sobre sus interlocutores a través de sus interpretaciones y opiniones.

- Espero no molestar Clarisse -dijo mirando ahora a mujer - por favor siga con la explicación, parece un interesante obra. - ... Luccian permaneció unos segundos mirando el dibujo con ojos entrecerrados, examinándolo bien, buscando algún detalle, pero sin moverse de su lugar, lo miraba desde su posición,

- Mmm... Tan sólo le decía al señor Thremischek que fue una obra por encargo para explicar nuestra naturaleza a un elegido para la Estirpe, puesto que no a cualquiera se le puede contar este secreto.

No entendía aún hoy, porqué el cuerpo muerto de aquella mujer con la boca llena de sangre y el rostro manchado por ella, había suscitado aquellas líneas, que notaba incompletas aún. El cuadro era para ella, lo pintó para ella y acabó con ella. Clarisse insistió que no era una buena idea, todos acababan igual.

Luccian siguió observando el cuadro tras la explicación de Clarisse:

- ...había conocido formas para explicar nuestra naturaleza, pero sin duda esta parece la más original, aunque parece realmente trágico - Luccian dijo esto con una sonrisa, en tono ironía, quitándole hierro al comentario suyo, aunque en su interior veía su existencia desde un punto de vista bastante trágico, se esforzaba para que los demás no vieran esa faceta suya.

Tardó un rato en responder, parecía sumida en sus propias reflexiones y las palabras de Luccian llegaron lejanamente a los tímpanos. Parpadeó un par de veces y al fin:

- No sé qué pensará usted, pero nuestra existencia es así, es trágica, es un dilema constante y una tristeza inmensa. El tener que, en la muchos casos, arrebatar vidas para que la nuestra siga adelante es, cuando menos... estremecedor.

Se había girado hacia el italiano y le miraba directamente a los ojos.

- ¿No lo cree así?

La mujer se cruzó de brazos y esperó su respuesta, mientras que el Arzobispo y Giulietta estaban en silencio.

Luccian quedo unos segundos mirándola y dijo aun mirándola a los ojos:

- Es cierto que en muchas ocasiones acabamos con la vida de los demás para seguir con nuestra existencia, es algo que no puede agradar a nadie el tener que matar para seguir aquí - Luccian volvió a mirar el cuadro - pero con el paso de los años nos acostumbramos a convivir con la muerte y es algo normal en nosotros - girando la cabeza un poco y en una voz muy baja murmura algo en italiano. Luccian vuelve a recomponerse y mira a Clarisse.

- Pero también opino que el estar aquí es porque lo deseamos, es decir aquel que no quiera seguir con esto tiene una opción a elegir muy rápida y sencilla... nadie sigue con esta existencia porque lo desee, eso creo yo, todo el que sigue aquí es porque tiene algo... algo que le hace querer estar en este mundo aun lo único que le da fuerzas para aferrarse a este mundo... o así es como lo pienso yo, en definitiva Clarisse, no creo que los que estemos aquí estemos solo por estar... aun así no creas que me agrada la idea de matar por seguir con esta falsa vida.

Las palabras del cainita afectaron al Arzobispo, que se sumió en sus pensamientos. No recordaba tener motivaciones duras, objetivos de importancia vital para él. Y además, no podía evitar matar cada vez que se alimentaba. Era un monstruo y lo sabía,...y lo peor era que, a diferencia del estereotipo Sabbatico, no estaba orgulloso.

Apretó los labios, mordiendo la parte de los mismos que quedaba dentro de su boca.
¿Pero iba acaso a dejarse morir en un amanecer? ¡NO! El no había elegido ser así, su Abrazo había sido fortuito y no buscado. No iba a abandonar por ser fruto de la irresponsabilidad y la locura de otros.

Por fruto del azar, del destino, o quién sabe, quizás porque era parte importante en el plan de alguien, había sido enviado como cargo del Sabbat a aquella ciudad. Y tenia ordenes. Ordenes que le importaran poco realmente. Prefería llevar su propia agenda. Pero estaba atado a aquel lugar, de momento.

Giulietta permanecía atenta a la pequeña discusión que estaba comenzando a alejarse cada vez mas de los cuadros... Desde luego la opinión de Giulietta era totalmente distinta a la de Clarisse...

- No creo que la vida sea tan trágica. Claro que tenemos que matar para sobrevivir, somos depredadores, y eso no es algo de lo que estar avergonzado, al igual que un león mata a una gacela o un águila a una cabra, nosotros matamos humanos. Algunos encuentran diversión en ello, otros lo ven como una simple necesidad, otros como una condena... cada uno tiene su punto de vista, pero no por ello nadie deja de hacerlo...

Giulietta era bastante tolerante, pero nunca le gusto demasiado ese aire de mártir que rodeaba a algunos de los suyos. Para la Lasombra matar era parte de su naturaleza.

El Arzobispo rompió su auto impuesto silencio.

- La diferencia, señorita Strozzi, y supongo que los demás estarán al menos parcialmente de acuerdo conmigo, reside en que en este caso, el depredador, nosotros - se puso una mano en el pecho - no necesitamos matar a la presa para alimentarnos. De hecho, díganme, salvo muy probablemente en el Abrazo, y cuando estaban cumpliendo órdenes... ¿cuántas veces estiman que fue realmente necesario matar a su víctima?

Era un bonito discurso, pero él mismo era incapaz de alimentarse sin matar. Lo sabía, y le reconcomía por dentro. Un tarado mental. Y un monstruo. Eso es lo que era. Y vivía cada día con ese pensamiento, ahogando las voces de los muertos en su mente.

- Tal vez no sea imprescindible que matemos para alimentarnos, cierto. Pero creo que son muy pocos los que al alimentarse, dejándose llevar por la sensación de poder, no han acabado con su victima... muy pocos - Al decir estas palabras Giulietta no se dirigió a nadie en particular, sabía que el arzobispo había matado al alimentarse, al fin y al cabo lo hizo en su presencia. Y ella misma lo había hecho cientos de veces, pero el momento requería la horrible generalización.

- Personalmente no veo nada malo en matar de vez en cuando a alguna víctima. Si, esto puede sonar un tanto macabro, pero es lo que hay, todos lo hemos hecho alguna y vez, y estoy casi segura de que todos hemos disfrutado de la experiencia en uno u otro sentido... - Cientos de imágenes y escenas fluían por la mente de la cainita a velocidad vertiginosa. - Creo que ese sentimiento de culpa que reprime a algunos es algo innecesario y si me permiten un tanto absurdo, seguro que aunque no nos acordemos en su momento tuvimos motivos para hacer lo que hiciéramos, que de esa acción sacamos conclusiones, ya fueran buenas o malas, aprendemos algo... el arrepentimiento me parece... como decirlo, ¿muy... humano?

La respuesta de Giulietta agradó en parte al Malkavian. El hecho de que hiciera su discurso de forma pausada y segura decía bastante en su favor. Habría esperado algo similar a una bravata sanguinaria. Sin embargo, el fondo seguía sin satisfacerle.

- Ojala pudiera encontrar consuelo y verdad en tus palabras, Giulietta - fue lo único que alcanzó a decir. Cruzó sus brazos sobre el pecho, y empezó a mordisquearse el pulgar izquierdo, lanzando miradas a toda la sala, de forma rápida, y sus interlocutores. Comenzó a balancearse ligeramente, adelante y atrás, y a respirar de forma acelerada.

Clarisse observó a Vladimir y se acercó a él, su mano tocó su brazo, extrañamente cálida, y se quedó allí apoyada mientras comenzaba a hablar. No sabía exactamente por qué, pero sintió que debía tener aquel gesto. Lo mismo porque había demostrado ser distinto, y eso decía mucho a su favor. La reacción del vampiro fue un ligero brinco que la alejó de ella. Se le veía bastante agitado.

- Algunos sentimos que somos más que depredadores, porque al fin y al cabo, todos hemos sido humanos y, como tales, hemos tenido cierta moral y cierto sentimiento de igualdad con los nuestros. Quizá sea por eso que muchos quieren aferrarse a ese hecho e intentar continuar con su vida de la forma más natural posible.

Había pronunciado aquellas palabras mirando al Arzobispo a los ojos, pero realmente hablaba con la vampiro. Se giró hacia ella y continuó, separándose del rubio.

- El arrepentimiento sólo está ahí para recordarnos que realmente somos lo que "comemos" nosotros podíamos haber sido aquel. Sin embargo, por caprichos del destino somos diferentes. Sin esa especie de conciencia que da la alarma en nuestra cabeza... ¿qué seríamos? ¿Sólo colmillos y sed? No creo que una existencia así pudiera acabar en buen puerto.

Ella misma estaba en aquella sala por ser demasiado cobarde como para acabar con todo, aunque infinidad de veces hubiese sentido el reclamo de Lorenzo.

Vladímir consiguió calmarse un poco, aunque estaba aun bastante nervioso. Las últimas palabras de la mujer no podrían expresar de forma mejor lo que él había pretendido exponer antes. Sin embargo, sintió un atisbo de una cara oculta, que difería de sus palabras. O quizás lo imaginó, por identificación empática. Sea como fuere, aquello le entristeció un poco.

Giulietta no perdió detalle de por lo que Vladimir estaba pasando, pero pensó que sería mejor dejarle que se calmara él solo.

- Si, una vez fuimos humanos, igual que las mariposas fueron una vez orugas, y no por ello dejan de volar.

La Lasombra sabia de sobra que no era necesario matar, pero para ella era uno de los pequeños placeres de la no-vida. Desde luego no era algo que hiciera a diario, cuando nos habituamos a algo pierde su emoción y deja de ser especial. La vampira se recreaba con recuerdos, unos viejos y otros no tanto de noches en las que lo único a lo que había dedicado sus horas era a alimentarse de un solo humano, en cierto modo le entristecía que algunos vampiros no pudieran vez la belleza en la caza. Para ella los humanos rara vez eran más que comida o seres de los que sacar algún provecho, desde luego había excepciones, como Dorian, pero no abundaban.

- A lo que me refiero es que a ya no somos humanos, ¿porque comportarnos como ellos? Los humanos también matan, y no me refiero a que lo hagan para alimentarse, si no por placer... en cierto modo, algunos puede que sigamos siendo muy humanos...

Una involuntaria y picara sonría apareció en el semblante de la cainita.

...Luccian miro a Giulietta y esbozando de nuevo una sonrisa dijo:

- Por más que muchos lo digan nosotros no somos humanos el comportarse como ellos es intentar ser algo que nunca seremos, no pienso que sea bueno ni malo, solo que somos distintos muy distintos. -Luccian se acerco un poco a la pared donde estaban los cuadros y empezó a mirarlos de lejos - este tema es algo conflictivo, el hablar de mortales entre seres como nosotros siempre acaba molestando a alguien, y hay muchos que no les gusta acordarse de lo que antes eran, no sé si se dará el caso pero muchas veces así ocurre.

Luccian hizo este comentario intentando cerrar este tema, era un tema que él estaba empezando a ver conflictivo, pues las reacciones de cada uno así lo hacían parecer, además a Luccian tampoco le gustaba hablar de los humanos como de un objeto, Luccian sabia firmemente que nunca volvería lo que antes fue, quizás ese sentimiento de no volver a ser lo que fue le moleste, Luccian siempre tuvo dudas respecto al tema de los mortales, pensaba que no debió haber empezado esta conversación, intentaría evadirla.

- Además estamos aquí para ver los cuadros de Clarisse, no para discutir la existencia de los mortales - Luccian hijo los ojos en el siguiente cuadro

Vlad, en su estado de semi-psicosis, sonrió al oír a Giulietta. Su metáfora de las mariposas y las orugas le resultó muy graciosa. El tic de su ojo derecho aumentó de intensidad, y su boca se torció en una sonrisa demente.

Sin embargo, fue Luccian el que apretó el gatillo del arma que apuntaba directamente a su cordura.

Conforme el cainita hablaba, Vlad se iba encorvando sobre sí mismo, haciéndose un ovillo, mientras reía. Al principio, fue una leve risa, pero fue aumentando en intensidad. Una risa maníaca, demente, histérica y nerviosa. Entonces sucedió.

Empezó a graznar.

Se irguió sobre sí mismo, y con la mano derecha imitando la forma de la cabeza de un pato, señalo con la otra mano a Giulietta. Con un gesto en la cara que podría interpretarse como de ligera irritación, graznó un par de veces a la cainita, abriendo mucho "el pico".

Cuando comenzó a ver la transformación del malkavian el brazo izquierdo de Clarisse se dobló y alzó. Chasqueó los dedos y las puertas del local se cerraron, pues no era recomendable que de aquello se enterasen más que los presentes.

Después se giró a Luccian, y entonces se explayó, gritando los graznidos y señalándolo descaradamente con la mano izquierda. La cabeza de pato se agitaba frenética, adelante y atrás, abriéndose y cerrándose, en asombrosa coordinación con los graznidos. La cara del Arzobispo tenía el ceño fruncido, gesto torcido, y ojos iluminados, todos los signos de un cabreo monumental.

Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cu Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cuaaaajk cuac cuack cuaaaajk Cuajk cuack cuack cuaaaaajck cuajc cuac cuack cu!!!!

Cuando terminó, se quedó parado, mirando al suelo, respirando pesadamente, como si hubiera hecho un gran esfuerzo físico. Poco a poco, su mano derecha fue bajando, y volviendo a una posición relajada.

Giulietta presencio anonadada la actuación del arzobispo... había presenciado ataques de locura anteriormente, pero esto era totalmente nuevo para ella: ¡es un puñetero pato!... no me extraña que la gente no le tome en serio...

La vampira al principio estaba mas que desconcertada, cuando "el pato" la señalo no pudo evitar retroceder un paso con una mueca mezcla de asombro y algo de temor, aunque cuando "el pato" se dirigió a Luccian se vio incapaz de reprimir una ligera carcajada interna, le resultaba de lo mas comico ver a un alto cargo del Sabbat haciendo el ridiculo de semejante forma, en el fondo lo encontraba hasta divertido. Supongo que esto es mejor que algunos de esos políticos chupasangres que nos controlan, al menos este tiene su gracia, pensaba la lasombra.

Cuando pareció que el pato se había ido, al ver a Vladimir tan exhausto hizo el ademan de acercarse a él para ofrecerle apoyo, dio un paso al frente y alargo un brazo hacia el malkavian, pero finalmente prefirió volver a su sitio, debía controlarse solo.

La mirada de Clarrisse se mantuvo sobre Vladimir en todo momento con su gesto de siempre, pero algo era diferente en aquellos ojos observadores, como si compartiese parte de su tormento, sin burla, ni sorpresa, ni admiración, simplemente como a una persona.

Se acercó a él lentamente, no por miedo, sino porque él se había alejado de ella antes y, suponía que sería por algo. Cuando le notó calmado extendió un brazo hacia él con la mano abierta.

- ¿Se encuentra bien?

Quizá no era la pregunta más inteligente del mundo, pero aquel silencio tras la tormenta rompía sus tímpanos como campanas doblando en día de boda en una gran iglesia.

Vlad apretó los dientes con rabia. Había sido dominado sin darse cuenta, por las simples palabras de un cainita. Había perdido el control, y las consecuencias serían catastróficas... su autoridad se vería seriamente afectada por esto, sobre todo cuando comenzara a circular la historia del "Pato Vampiro". En una serie de dibujos animados infantiles vale, pero él, aquí, ahora. Que desastre...

Y luego estaba Giulietta. El poco respeto que le tuviera, y la imagen que ella se hubiera hecho de él, quedarían totalmente diluidos por esto... Eso no iba más que a complicar las cosas. Hacia mucho que no sufría un episodio como este de enajenación mental... se había dominado bastante bien. Hasta ahora. Maldita fuera su alma una y mil veces. Se irguió, como si nada hubiera pasado. Miró a Clarisse, y carraspeó.

- Ehm, si, gracias, ya estoy bien... ¿por donde íbamos? - Dudaba mucho que colara el viejo truco de "aquí no ha pasado nada". Pero tenía que intentarlo...

- Íbamos a comentar la siguiente obra puesto que de esta ya hemos hablado bastante... - Clarisse lo dejó pasar, aliviada porque la cosa no fuese a más. Las puertas del local se abrieron discretamente, aunque dudaba de que fuese a llegar alguien más.

-Bi-bien entonces... me resultaron interesantes las obras de temática inquisitorial. Si no es molestia, y nadie tiene objeción alguna, me gustaría continuar por allí. - Continuó Vladimir. Debía actuar rápido, y desviar la atención a otro asunto, antes de que a nadie se le ocurriera hacer ningún comentario o pregunta del que acabara arrepintiéndose.

Espero que esto sea la calma que sigue a la tormenta y no el inicio de una tempestad... pensaba Giulietta. Muy hábil y considerado cerrar las puertas por parte de Clarisse... espero que sea igualmente prudente con este acontecimiento cuando salgamos de aquí... y que Luccian haga lo propio....

Giulietta se dirigió a los cuadros a los que hacia mención el arzobispo como si la breve charla y todas sus consecuencias no hubieran sido más que un mal sueño, esperaba que alguien comentara las obras antes de dar su sincera pero a la vez simple y poco profesional opinión de ellas, pues a pesar de su gran interés por la Inquisición por toda Europa la única opinión consistente que podría dar seria en sentido histórico, y no artístico.

- Estas obras son realmente interesantes, en mi opinión no solo por el componente artístico, si no por su significado y lo que haya podido inspirar a la artista. - Dijo Giulietta mientras con una voz tranquila alternaba la vista con las obras cercanas y los presentes.

- Clarisse, este cuadro es bastante bueno... ¿como lo titulais? - preguntó Luccian.

- "A la hoguera", es un título que no deja dar mucho de sí a la obra, pero es lo que plasmé realmente, ¿no?

Las sombras alargadas continuaban estando allí. Vlad casi pudo oír los gritos de aquellos que se quemaban y sentir el calor de las hogueras. Ella había estado allí, había sido testigo de la fe ciega y lo maleables que son los humanos.

- Eran tiempos muy diferentes, o eso dicen. Sólo quise expresar lo que debieron ser aquellos castigos públicos. - La mujer había estado mirando al cuadro momentáneamente, luego fijó su mirada en la de Luccian, que quedó mirando a Clarisse durante un rato, pensativo. - Muchos cayeron en el fuego... - volvió a mirar el cuadro. - Fue una época muy dura para muchos, pero ya paso, no hay que preocuparse más.

Luccian volvió a mirar hacia Clarisse.

- Me gustan sus cuadros, tenéis alguno personal, ¿algún retrato de alguien en especial?, dice que cuando se retrata a alguien especial, se plasma más de lo normal, normalmente son cuadros muy interesantes.

- Las hay. Hay obras personales que sólo al mirarlas yo pueden transmitir algo, sin embargo... no hay un retrato de alguien especial, puesto que no conozco esa palabra aplicada a una persona, tendrá que disculparme. - Bajó la vista en señal de disculpa. Su tono de voz, sin titubeo, revelaba que estaba diciendo la verdad y su rostro estaba tan relajado e imperturbable como el mármol blanco de una estatua, sin embargo, al mirar en lo profundo de sus ojos, Luccian pudo percibir un atisbo de tristeza, quizá producida por la dura realidad de sus palabras. ¿Qué escondía la toreador tras aquel frío semblante? - Sin embargo, dispongo de más colecciones, de diversa temática, aparte de esta. Si me avisan con antelación, podré hacer una pequeña exposición privada para ustedes.

Giulietta permaneció como ausente durante la breve charla entre los vampiros, realmente no tenía nada en mente, aunque en lo profundo no hacia más que darle vueltas al incidente del arzobispo, aunque era algo tan imperceptible que ella misma a penas se estaba dando cuenta. Con la pregunta de Clarisse volvió a la realidad.

- Bueno, si es cierto que tu galería esta atestada de cuadros a mi no me importaría ayudarte a rebajarla... realmente creo que tienes talento y el cuadro que me regalasteis necesita algo más de compañía. - La Lasombra sonrió con cortesía.

- Es un honor para mí el escuchar esas palabras, quizá otros ángeles puedan acompañar al que os regalé. He pintado muchos de ellos, lienzos, láminas... son unas criaturas fascinantes, sin duda. - No pareció muy entusiasmada con la idea en sus gestos, pero sí en la medio alegre entonación que le dio a las palabras. Era una vampiro distante. - Por encargo también puedo hacer lo que me pidan, casi cualquier cosa, pero me temo que los materiales tendrán que proporcionarlos ustedes si son algo especiales. - La morena miró al Arzobispo, el único que no se había pronunciado tras su ataque.

- La verdad, estaría interesado en adquirir algunas de las obras que ya hemos visto. Si lo prefiere, podríamos terminar de verlas todas, y después pasar a los negocios. ¿Qué opinan? - dijo esto ultimo dirigiéndose a los otros dos, pero mirando a Giulietta principalmente.

La mujer se limitó a asentir con ganas de que la otra pareja de vampiros interviniera en la conversación.

Pero nada más que banales conversaciones tuvieron lugar el resto de la velada, que terminó con la compra de algún que otro cuadro por parte de todos los asistentes.

martes, 3 de mayo de 2005

Horror en las Profundidades XVII: Fragmentos



A la noche siguiente, Vladimir pidió a Ambrosio que le trajera alimento y que fuera recogiéndolo todo. Se sentía bastante mejor físicamente. Podía moverse con una sola muleta sin temor a que las heridas se reabrieran, aunque el dolor seguía ahi.

Había pasado un día extraño, lleno de pesadillas. Habia soñado con estacas, con fuego y Giulietta. No tenía ganas de repasar las pesadillas, simplemente le hicieron levantarse apesadumbrado y sin ganas de hacer nada.

Sin embargo, se sentía incómodo con lo que había provocado la noche anterior, y antes de que el ambiente se enrareciera, prefería dejar el castillo. Cuando Giulietta volviera en sí quizá hablarían de ello, o quizá no.

Se vistió con la ropa que Ambrosio había traido unas noches antes. Un pantalon negro recto, que no se le pegara a las heridas, una camisa de pico color malva oscuro, y unos zapatos negros. Mientras ayudaba a Ambrosio a recoger, Giulietta apareció en la habitación.

La lasombra no se sorprendió de que Vladimir decidiera abandonar el castillo, estaba claro que la situación de la noche anterior le había incomodado, ¿tal vez la rabia de no haberse salido con la suya?... ¿O tal vez vergüenza?. Giulietta prefirió no darle demasiadas vueltas, si deseaba irse que lo hiciera, al fin y al cabo parecía encontrarse mucho mejor, que aún no estaba curado del todo... y quien sabe si alguna vez llegará a estarlo... era uno de los temores de la mujer.

- Parece que estás mucho mejor - dijo apoyándose en el marco de la puerta de la entrada - incluso te han vuelto las fuerzas para hacer el equipaje - rio sin ganas. Miró al atareado mayordomo. - Ambrosio, yo ayudaré a su excelencia a terminar de recoger las cosas, ¿porqué no buscas a Dorian y le pides que te ayude a llevar todo al coche?

Sin cambiar lo más mínimo la expresión de su rostro Ambrosio miró a su señor buscando aprobación, como siempre, Vladimir asintió y salió de la habitación, dejando a los dos vampiros a solas.

Giulietta caminó hacía el escrtorio donde la noche anterior el malkavian había estado trabajando un comenzó a ordenar los papeles hechándoles algún que otro vistazo.

- Dime, ¿esto es por lo de anoche? - preguntó con aire desenfadado.

Vladimir cerró los ojos y frunció el gesto.

- No... no voy a negar que tiene bastante que ver. - siguió introduciendo algunos objetos en la maleta - Anoche parece las cosas se precipitaron, o yo las precipité... tú parecías estar con la cabeza en otra parte, más... vulnerable, por así decirlo, y yo quizá demasiado... exaltado por todo lo que ha pasado. - se acercó al escritorio y comenzó a recoger los papeles que estaba ordenando Giulietta. - no era mi intención... propasarme... tampoco puedo decir que buscara nada en concreto. Lo siento. - tomó con una mano los papeles que Giulietta tenía en las suyas, pero sin tirar de ellos, solo para llamar su atención - Y creo que estoy lo suficientemente recuperado como para dejar de abusar de tu buena voluntad.

La lasomrbra sonrió, más que satisfecha por la respuesta de Vladimir.

- En ese caso permiteme ayudarte a recoger... - dijo soltando los papeles que ahora sostenía el cainita, parecía algo aliviada.

Continuaron recogiendo las cosas de Vladimir, cuando terminaron Dorian y Giulietta se despidieron en la entrada.

- Si no te importa, me gustaría pasarme mañana para ver como mejora tu estado. - Comentó la lasombra antes de que Vladimir se fuera.

- Como desees - dijo el malkavian. Se giró para dirigirse hacia el coche, que Ambrosio ya habia puesto en marcha. Se montó y alzó una mano en señal de despedida. Desde el castillo, Giulietta y Dorian vieron como el coche se perdía por las callejuelas.

Una vez fuera del castillo, Vladimir dejó que Ambrosio, que habia recuperado su revolver de manos de Dorian, lo guardara todo, y se encerró en el despacho. Se sirvió una copa de vitae, tomó su diario, y con su pluma, comenzó a escribir.

En La Salle,
a las once y veintisiete de la noche,
del martes tres de mayo de 2005 d.C.

Estas ultimas noches han sido bastante agitadas, de ahi que haya pasado tanto desde la ultima vez que escribí.

Ha llegado una nueva vampiresa a la ciudad. Giulietta, una Lasombra. Es una mujer arrojada, de caracter fuerte y resuelta iniciativa. Eso y unos impresionantes ojos verdes, que arden como el fuego, literalmente. Lo mejor es que compartimos afiliación. Por fin alguien con unas ideas definidas y la intención de hacer algo.

Digamos que la he "acogido", ahora vive en el Castillo de Santiago con Dorian, su sirviente humano. La mujer muestra mucho interés por ostentar un cargo. Sin embargo diría que hasta hace poco, es un "miembro a prueba". Y digo hasta hace poco. Cuando termine de escribir todo tendrá más sentido, todo a su tiempo.

Giulietta organizó una fiesta de presentacion en sociedad a la que estuvieron invitados todos los vampiros de la ciudad. Sin embargo no salió todo lo bien que debiera. No vinieron todos, siendo la ausencia más sonada la de la infame Marian, Principe de la Ciudad. Y del resto, morralla en su mayoría, a lo sumo un par de cainitas con los que se pudiera hablar.

En definitiva, podria decirse que la fiesta fue un pequeño fracaso. Al final de la misma me quede un rato con Giulietta, y conversamos sobre sus impresiones y ambiciones. Llegamos a una especie de acuerdo sobre su estado de "en pruebas".

Lo siguiente es toda la historia de la excavación. Hay bastante que contar, pero intentaré resumir. El Primogénito Tremere de la ciudad y yo decidimos explorar conjuntamente la posible tumba del rey Argantonio, que presumiblemente es un poderoso Matusalén. Temiendo una trampa por parte del vampiro, pedí a Giulietta que me ayudara. [Nota Mental: los rituales SI funcionan] De una forma o de otra, acabamos enfrentandonos a Hombres Lobo, y yo quede atrapado en la cueva, mientras el resto quedó fuera y el Tremere escapaba, aunque no se que habrá sido de él.

En las dos o tres noches que pasé allí encerrado, me enfrenté en cierto modo a mi mismo, y a una bestia mitad hombre, mitad murcielago, conocido como Nictucu. Encontré el diario de un explorador que murió mas o menos en las mismas condiciones en las que yo me encontraba allí. El diario, al tocarlo, me produce sensaciones extrañas, como si me transportara a las escenas que describe, y pudiera ver vívídamente a sus protagonistas y los hechos narrados. Aparte, hace mención a un rumor que ha sacudido la Red de Locura Malkavian durante un tiempo: la existencia de los llamados Exaltados. Por lo que parece, ya existian mucho antes, estamos hablando de más de veinte años atrás. La Red ha acogido lo que he descubierto con algo de excepticismo, pero bueno, es algo que esta ahi, ya veremos donde llega.

Volviendo al Nictucu, me enfrenté directamente a él, y debido al Hambre, acabe alimentándome de él, matándolo en el proceso. Es algo terrible. Tiendo a asimilar parte de las víctimas que mato alimentandome de ellas. En los humanos es su alma. En este caso... no lo sé. Pero hace poco me alimenté de un humano, y fué extraño, me sorprendí olisqueandolo antes de decidirme a morderle, como un perro que huele lo que su amo le ofrece antes de abrir las fauces. La sangre de esa bestia no solo me ha dejado ese extraño tic. Nada mas beberla gané parte de sus atributos físicos, conviriténdome en un engendro asesino, aunque por suerte al dejar el Frenesí, mi cuerpo ha vuelto a la normalidad (aunque no así mi mente).

Por suerte apareció Giulietta para salvarme de otra de esas bestias y de mi mismo. El resto fue bastante violento y a la vez extraño. Me clavó una estaca en el corazón, y me llevó a los sótanos del castillo, donde me abrió en canal para eliminar la sangre tóxica de la bestia de mi cuerpo. Yo me puse algo violento con ella. La cuestión es, ella podría haberme simplemente matado, o dejar que me pudriera en la cueva, y tomar mi puesto, y no lo hizo. Aun me pregunto porqué. Su ansia por un cargo indicaria que haria justo lo contrario, tomarlo por la fuerza, como hice yo. Pero no. Me sacó de la cueva, se encargó de que volviera en mi, y me acogió en el Castillo mientras mis heridas sanaban.

La ultima noche que pasé alli, ayer noche, ocurrió algo extraño. Ella parecía interesarse por mi estado, pero a la vez parecía algo ida. Lo estaba desde que volvi a la conciencia en el castillo, como con un debate interior. Sé leer mas o menos el interior de la gente, y ella no estaba bien. Parecia estar en un dilema. Parecía enfadada, incluso rompió con sus puños un espejo, aunque finji no darme cuenta de sus heridas. Quizá tenga algun tipo de trauma por la Maldición de los Lasombra. El caso es que al final acabé besándola. ¿Porqué? No lo tengo claro. Simplemente fue un impulso, quizá le tengo más aprecio del debido o deseable, quiza el hecho de que no me matara tenga que ver con eso. Quiza que sea una "compañera de trabajo" tambien influya. Quiza, quizá, quiza. No tengo nada claro.

En cuanto a ella, no pareció disgustada, ni agradada, si no de nuevo, enajenada, como si no fuera con ella. Quizá me precipité. Quizá ella no tenga nada claro todavia, y siga debatiéndose en su interior. El caso es que todo quedó ahi, en un cálido beso que no parece afectar al discurrir de las cosas más de lo que un paréntesis en una narración. Aporta al conjunto, pero de momento, no afecta al devenir de los acontecimientos. O sí. Ahora pienso que ella ya es Obispo de facto, pese a que no haya nombramientos oficiales. Es la unica candidata al cargo, y ya ha demostrado su valía, diría que con creces. Espero que no haya nada turbando mi pensamiento cuando digo esto, y estar haciendolo de la forma más objetiva posible.

Y de momento eso es todo, que no es poco precisamente. De momento, cabe reseñar que desde que bebí la sangre del nictucu, tengo pesadillas todas las noches. La mayor parte de los veces no las recuerdo, pero en algunos casos son demasiado vívidas y terroríficas como para tenerme hundido todo el día. Espero no descubrir más efectos secundarios en los proximos días.

Doce y media de la noche, del miercoles cuatro de mayo.

domingo, 1 de mayo de 2005

Horror en las Profundidades XVI: El despertar tras la pesadilla


El día trancurrió sin incidentes mientras Vladimir y Giulietta descansaban.

Unos minutos después del amanecer la vampira abrió los ojos. Se encontraba bastante bien, mas tranquila y descansada que las noches anteriores. Se puso unos vaqueros y una camisa blanca antes de salir de la habitación hacia su despacho. Se acercó al armario del fondo y sacó dos botellas de vitae.

Mientras tanto Vladimir se incorporaba en la oscuridad de su habitación, al oir pasos acercarse por el pasillo supuso que sería Giulietta.

La lasombra llamó a la puerta.

- Adelante, - dijo en un debil tono de voz, aunque mejor que el de la noche anterior.

La vampira entró en la habitación y se sentó en el sillón junto a la cama del malkavian.

- ¿Cómo os encontráis esta noche? - dijo con una sonrisa mientras dejaba las botellas de sangre sobre un pequeña mesa.

- ... algo mejor... gracias - dijo mirando las botellas y después a la cainita. - ¿Y vos? - preguntó por cortesía, se la veía bien, mejor que él, de hecho. Lo cual no era dificil.

La mujer ayudó a Vladimir a incorporarse del todo.

- Tomad, os sentará bien. - Le tendió una de las botellas pasando por alto la pregunta del malkavian - Seguro que dentro de unas horas os encontrareis mucho mejor - afirmó con una sonrisa. Giulietta miró los hombros de Vladimir mientras este bebía, parecía que aquellas protuberancias oseas habían desaparecido del todo, quedándo tan sólo un leve mancha que pronto desaparecería.

Conforme el malkavian bebía, se sintió mejor. Apenas debía quedar sangre de homo chiroptera en su cuerpo, pero la cabeza seguía dolíendole. Como si tuviera resaca. Se frotó las sienes. Creía recordar haber soñado durante el día, pero no podía recordarla. Su cuerpo debía estar demasiado ocupado curando heridas y descansando como para acordarse de un simple sueño.

Se miró las heridas, evolucionaban bien. Apenas quedaría marca de las más profundas. Seguían teniendo mal aspecto, pero iban a mejor, y eso era lo que contaba. De vez en cuando, de alguna salia un poco de sangre.

- Gracias por vuestra hospitalidad, Giulietta. - la miró directamente a los ojos, y después paseo la mirada por la habitación. - ¿Qué fue lo que pasó? Recuerdo hasta que me enfrenté al homo chiroptera, - la cainita le miró raro cuando mencionó a la bestia - y después, caos, sangre, dolor, y despertar en esa habitación del sótano, -la miró arqueando una ceja - encadenado. - el gesto de la cainita se volvió algo más grave.

- ¿Homo chiroptera? - preguntó la mujer extrañada - supongo que os referís al nictucu... fuisteis un insensato al enfrentaros a una criatura como esa... obviamente entrasteis en frenesí, perdisteis el control absoluto... y nosotros llegamos demasiado tarde para impedir que os alimentarais de aquel ser... su sangre os transformó en un montruo sediento de sangre.

La mujer apoyó los codos en las rodillas inclinándose hacia delante. Observó ahora el pecho de Vladimir y se fijó en la herida que más tiempo tardaría en cicatrizar del todo. Continuó hablando.

- Apareció otro nictucu... aún no se como pero también fue derrotado... momento en el que tomé la decisión de... pararos los pies por decirlo de algún modo - dijo señalando su pecho - comprended que no tenía otra opción, debíamos salir de allí lo antes posible...

Parecía que le costaba continuar, pero aún así lo hizo...

- A la noche siguiente os encadené donde despertasteis anoche y... os hice una sangría para eliminar toda la sangre del nictucu que fuera posible - sentenció Giulietta, se quedó mirando al malkavian esperando su reacción.

Vladimir miró hacia delante. Lo que acababa de oir cuadraba, tenía sentido. Así que era la sangre del nictucu lo que le provocaba los dolores de cabeza... y a saber que más. Había algo de interes en todo aquello... pero prefirió dar un pequeño rodeo.

- Nictucu, nictucu... ¿sabeis algo sobre esas criaturas? - dijo mirándola, mientras se acariciaba alrededor de la herida del pecho que miraba Giulietta. - Su tóxica sangre todavía hace que me duela la cabeza, y dado que maté a uno de ellos alimentandome de él, temo que pueda dejarme... secuelas. - dijo llevandose un dedo a la sien.

Giulietta ladeó la cabeza...

- Los nictucu se supone que son criaturas ancestrales... creados por el mismísimo Nosferatu para acabar con su propia progenie - suspiró - hay muy poca información sobre ellos... de hecho muchos piensan que son solo un mito, yo también lo pensaba... por tanto no tengo ni idea de los efectos que puede causar su sangre en un cainita, pero lo que ví ahí abajo no me gustó nada.

Miró fijamente a los azules ojos de Vladimir.

- Esperemos que los efectos de su sangre remitan en las próximas noches y todo se quede en un mal sueño...

- Si, esperemos... - el malkavian se quitó el pelo de la cara, se humedeció los labios y miró a la cainita. - Bien... Giulietta, una duda me asalta... - se aclaró la garganta - me habeis tenido cautivo, encadenado, y paralizado. A vuestra merced. ¿Considerasteis la posiblidad de matarme? ¿De diabolizarme? - vió el gesto alterado de la mujer - Es decir, que esté aqui, vivo, ya dice mucho, pero, sois miembro del Sabbat, y yo tengo curiosidad...

El rostro de la lasombra se oscureció levemente.

- Teneis razón, tendría que haber aprovechado la oportunidad, tendría que haberos diabolizado , tendría que haberos matado brutalmente y esparcido vuestras cenizas por La Salle... - mientras hablaba cerraba las manos en tensión - a estas alturas ya sería la nueva arzobispo de la ciudad... es lo mismo que hicisteris vos con Alcázar, así os hicisteis con el cargo... alegraos de que no seguí vuestro ejemplo.

Se irguió y abrió nuevamente las manos posándolas sobre sus piernas.

- Debería bastaros con saber que a pesar de haber tenido la oportunidad de acabar con vos no lo hice, no hagais que me arrepienta... excelencia.

El arzobispo notó la irritación de la lasombra. Debía haber sido muy duro resistir la tentación, y más con su sed de poder. Fuera por lo que fuera, el que no lo hubiera hecho daba una nueva dimensión a las cosas. Ahora, tenía que intentar aplacar a la cainita.


- Creeme, Giulietta, te lo agradezco.
- dijo, poniendo su mano sobre una de las de Giulietta, dio una suave palmada sobre esta, y la retiró - en adelante, procuraré no solo que no te arrepientas, si no que te alegres de no haberlo hecho. - sonriendo, miró hacia la ventana.

La lasombra asintió suavemente, le desconcertaban esos cambios en el trato con los que la sorprendía el arzobispo ocasionalmente, aunque no parecían molestarle. Se puso en pie y se acercó a la ventana a la que miraba Vladimir, descorrió las túpidas cortinas permitiendo que la tenue luz de la noche entrara en la habitación. Se quedó mirando por la ventana unos instantes pensativa.

- Espero que mi curiosidad no te haya hecho enfadar. - dijo, siguiendola con la mirada. - Si quieres, puedo decir a Ambrosio que prepare todo para que me marche de aquí, no quiero abusar de tu buena voluntad. - Sabía que aún apenas era capaz de moverse, pero queria ofrecer a Giulietta la oportunidad de quedarse tranquila en su castillo, sin que se enfrentara al dilema de echar al arzobispo de su morada.

- No es necesario, al fin y al cabo estás en tu casa - contestó con una sonrisa - además, preferiría seguir de cerca tu evolución, aún hay sangre del nictucu en tu cuerpo...

La mujer se separó de la ventana y se acercó nuevamente a la cama donde descansaba Vladimir.

- Además, el arzobispo no debería estar desprotegido, en tu estado eres un blanco fácil.

El arzobispo sonrió y arqueo una ceja. Un blanco facil para ti, Giulietta, pensó, aunque prefirió guardarselo y borrar ese pensamiento de su mente. Si la cainita no le habia matado cuando pudo, no tendria mucho sentido que lo hiciera ahora. Quería confiar en ella. Escuchó algunas de las vocecillas reir de forma infantil en su cabeza. Las acalló como pudo, giró la cabeza hacia la mujer y miró a sus flamígeros ojos.

- Gracias por volver a la cueva a por mí. - sonó sorprendentemente sincero, esbozó media sonrisa - Creo que me habría vuelto loco pasando la eternidad ahi abajo.

- ¿Cómo no iba a hacerlo? - preguntó divertida, no pudo evitar reirse, sobretodo al pensar que lo más lógico en su situación hubiera sido no hacerlo. - Seguro que tu hubieras hecho lo mismo por mí. - Dijo guiñándole un ojo al malkavian.

En el fondo estaba bastante segura de sus palabras, al fin y al cabo Vladimir era quien salía ganando con que Giulietta siguiera con vida; aunque debido a los cargos que ocupaban cada uno, el beneficio no era recíproco.

- Será mejor que descanses un poco más, volveré dentro de un rato con más provisiones. - Dedicó una tranquilizadora sonrisa a Vladimir y comenzó a caminar hacia la puerta.

Vlad se despidió de ella con un gesto, y la siguió con la mirada conforme abandonaba la estancia. Cuando se hubo marchado, se quedó mirando la herida del estacazo. De una forma u otra, le debia su pellejo a Giulietta. No terminaba de comprender porque no le habia matado y ocupado el puesto. Hubiera sido tan fácil, y ella tenía tanto interes... Quizá su plan era más enrevesado aún. O no había plan, y habia sido un gesto de puro altruismo. Sonrió para sí con la ultima idea, por creerla improbable. No tenía forma de saberlo, así que solo le quedaba esperar.

Sonó la puerta, y Ambrosió entró en la estancia.

- Mi señor, ¿cómo os encontrais? - preguntó preocupado.

- He pasado por cosas peores, creo. Pero de momento bien. En más de un sentido, hay que esperar para ver por donde evoluciona esto. ¿Cómo es que anoche estabas tu aqui? ¿Te avisaron?

- No, vine por mi cuenta, pensé que la señora Giulietta podría saber algo. Cuando los vi aqui, me preocupé aún más. - el humano hablaba apresuradamente - Y cuando me dijeron que usted estaba aqui, malherido, casi provoco un conflicto armado, y...-

- Esta bien, Ambrosio, esta bien - el malkavian le detuvo - estoy bien, estás bien, y no parece que estemos en territorio hostil. De momento, basta con eso. - el humano asintió. - Ahora, quiero que intentes ayudar en las labores de este castillo, mientras yo esté aqui. Debemos compensar a nuestros anfitriones. Una cosa más, bueno, varias. - el humano puso más atención - necesito que vayas a La Salle, y me traigas ropa, algo cómodo. El neopreno ha visto mejores días. Trae también mi diario, se que sabes donde lo guardo. - el humano pareció ofendido - trae también la pequeña caja negra de la mesa de mi despacho, y los enseres para alimentarte. - la cara del humano se iluminó.

- Si, señor, ¿algo más? -dijo levantandose y yendo a la puerta.

- No, de momento.

Cuando el humano se marchó, Vlad se estiró dolorosamente hacia la mochila donde estaban las pocas pertenencias que pudo salvar de la cueva. Tomó su cuaderno, el diario de Lucerna, y se puso a repasar las notas, y a comparar los mapas.

Giulietta pasó gran parte de la noche en su despacho, tumbada en el diván con un libro en las manos, ojeando las páginas más que leyendo, con la mente perdida en pensamientos que no terminaba de comprender. Lo más extraño era que no se arrepentía de su decisión, que no deseaba haber matado a Vladimir...

Dejó el libro sobre el diván y caminó hacía la puerta, al salir del despacho se cruzó con Ambrosio que acababa de llegar cargado con un par de maletas. Dorian se acercó a la entrada al oir la puerta y ayudó al mayordomo. Giulietta se limitó a mirarles... y continuó andando hacia el salón de baile, necesitaba tener las manos y la mente ocupadas.

No había entrado allí desde la fiesta del mes anterior... cuanta cosas han pasado en tan poco tiempo... se acercó a la zona de la orquesta y apartó la pesada tela que cubría el piano, un bello Érard de madera de palisandro, rozó las teclas de marfil con los dedos y sentó. La música comenzó a salir armoniosamente de las cuerdas... era la sonata nº8 de Beethoven, la Pathétique.

Ambrosio llegó a la habitación donde descansaba su señor con las maletas, y comenzó a sacar objetos de las mismas conforme este se las pedía. Pronto, Vladimir tenia a su alcance su diario, un libro no muy grueso de tapas negras rugosas, con un pequeño pero robusto candado que lo mantenia a salvo de miradas indiscretas, así como otros objetos que solian poblar la mesa de su despacho en La Salle.

Indicó a Dorian y Ambrosio que movieran una gran mesa de madera que habia en la habitacion para ponerla junto a la cama. Dolorosamente, se movio en la cama para poder trabajar en la mesa mientras seguia sentado, y desplegó un arsenal de lapices, reglas y diverso material de dibujo.

Ambrosio dejó un pantalon de deporte corto sobre la cama, y guardó algo mas de ropa en el armario. Indicó a Dorian que podia marcharse si quería, puesto que ya podía encargarse el del resto. Cuando el otro humano se fué, sacó un vial de su chaqueta, y carraspeó.

Vladimir se dio la vuelta, y extendio la mano para coger el vial y el pequeño puñal que Ambrosio le ofrecía. Lo puso bajo su muñeca, y se practico un corte. Cuando el vial estuvo lleno, cerró la herida con su saliva, y pasó los instrumentos a Ambrosio, que bebió ávidamente el contenido del vial.

- Mucho mejor así, -dijo- gracias, señor.

- Puedes retirarte, Ambrosio, quiero trabajar un poco.

- Como deseeis.

Cuando el humano se marchó, Vladímir desplegó su cuaderno con los mapas y anotaciones que realizó en la cueva, junto con el cuaderno de Lucerna, y se dispuso a unificarlo todo en un A3, mientras escuchaba la melodía de piano que resonaba en todo el castillo.



Giulietta continuó tocando sonatas al piano... Schumann, Grieg, Chopin... con los ojos cerrados, dejándose llevar al compás de la música, sus pies descalzos en los pedales, sus finas manos acariciando las teclas con firmeza. Las sombras del salón empezaron a tomar forma y a bailar en las paredes de la estancia, sus formas representaban las emociones de la cainita a corde con las notas que salían del piano.

Totalmente ajena al mundo que la rodeaba, con la mente en blanco, pasaron tres horas cuando dejó de tocar, terminando con el Diciembre de Las Estaciones de Tchaikovsky, estaba cansada, abrió los ojos, se calzó y permaneció unos minutos sentada ante el piano. Salió de la habitación y subió las escaleras en dirección a la habitación de Vladimir.

- Ambrosio, te he pedido que no me molestes...

El vampiro estaba demasiado absorto en su empeño de conseguir un mapa unificado de la cueva, como para haberse dado cuenta de que la que habia entrado era Giulietta. La cainita esbozo media sonrisa y arqueo una ceja, y dio la vuelta a la cama para ver lo que estaba haciendo, mientras observaba las cicatrices de la espalda del arzobispo, aún estaban terminando de cerrarse, con suerte en un par de días desaparecerían del todo, aunque había algunas marcas más oscuras, aquellas zonas de donde habían surgido los apéndices óseos, esas tardarían más en curar...

- Ya que estás, podrías preguntar a Dorian o a Giu si sería posible que me alimentara esta noche. - la cainita se paró justo al lado de la mesa, con los brazos en jarras, Vlad levantó la cabeza de la mesa - Oh ... eres ... - fue lo unico que acertó a decir, con una mezcla de torpeza y sobresalto, al encontrarse dos llamas verdes donde esperaba ver un craneo afeitado.

Giulietta sonrió. Se le había olvidado llevar más alimento a Vlad, observó las dos botellas de vitae, ahora vacías, sobre la mesa, miró nuevamente al vampiro, debía estar hambriento, las siguientes noches necesitaría mucha sangre con la que terminar de curar sus heridas.

- Venía a ver que tal estabas, pero ya veo que te encuentras mejor, - comentó hechando un rápido vistazo a los papeles del escritorio - pareces ocupado. Voy a por la cena, ahora vuelvo.

- Ah, bien, gracias - Vlad sonrió levemente, algo nervioso. Observó como la cainita se marchaba de la habitación, girándose todo lo que sus heridas le permitían.

La lasombra salió de la habitación y volvió unos minutos después de la mano de un joven de unos diecisiete años, Vlad creía recordarle de la noche del ritual. Giulietta le acercó a la cama para que el cainita puediera alcanzarle con facilidad. Dió un paso hacía atrás y permaneció de pie unos instantes, titubeando, dudando entre quedarse o dejar a Vladimir a solas.

- Quédate - pidió el vampiro. - será solo un momento.

Giulietta tomó asiento en el sillón al otro lado de la cama mientras Vlad se alimentaba. El vampiro tomó de la mano al muchacho, y lo sentó a su lado. El chico olía raro, pero ello no le importó lo más minimo a la hora de hincarle el diente a su joven cuello. Mientras se alimentaba, miró un par de veces a Giulietta, que le observaba sin perder detalle. Se sintió mucho mejor conforme sentía la sangre nueva fluir por su cuerpo. Una vez saciado, curó la herida del cuello del muchacho, y lo apartó de su lado con amabilidad, haciendo que se levantara y se hiciera a un lado.

Una vez Vladimir hubo terminado Giulietta se puso en pie y se sentó al borde de la cama a su lado.

- Parece que la recuperación va bastante bien - miraba las cicatrices del cuello y los hombros, fue bajando la mirada para centrarse en la cicatriz que la estaca había dejado en su pecho, torció un poco el gesto, una brizna de pesar se podía intuir en su mirada. Volvió a mirar a los ojos del malkavian. - ¿Cómo te encuentras?

- He estado peor. - sonrió candidamente a Giulietta, mirandola a los ojos.- Esta vez por suerte los de mi Estirpe estaban para ayudarme en lugar de para inflingirme dolor, - se acordaba de sus dolorosas experiencias con sus superiores Tzimisce, y su gesto se oscureció por un momento. Miró a los ojos de Giulietta, que parecían algo atribulados. Dudo entre preguntarle, o pasar por encima de ello - Mira, he estado trabajando en un mapa de la cueva, en base a mis anotaciones - le mostró el A3. - gracias al diario de un explorador muerto que encontré allí abajo, he podido completarlo - cogio el diario de la mesa, y se lo extendió a Giulietta - quizás quieras leerlo, el final es bastante interesante. Al parecer hay dos galerías aun por explorar, pero una tiene la entrada bloqueada y el suelo de la otra es muy inestable, así que no se si merece la pena volver a bajar, teniendo en cuenta la posibilidad de que haya mas nictucus....

Mientras hablaba, se dio cuenta de que la cainita seguía teniendo la mirada triste, casi distante. En un arranque de algo así como arrojo, acarició su mejilla con el dorso de una mano.

- ¿Te encuentras bien?

Giulietta estaba ensimismada, escuchaba hablar a Vladimir pero sin prestarle toda su atención, hasta que acarició su cara... en ese momento la lasombra pareció volver a la realidad, estaba sorprendida, tanto por el gesto del malkavian como por el hecho de que le hubiera agradado... sin saber muy bien porqué, concentró su sangre para hacer que su rostro cobrara algo de vitalidad, haciendo que la fria mano del vampiro sintiera el calor humano.

El vampiro sintió un leve calor en su mano, e hizo lo propio con su sangre. Acariciaba el pómulo de la vampiresa con su dedo pulgar, mientras sus dedos descansaban en su cuello. Sus rostros estaban algo mas cerca. Agitado, en silencio, sin saber que decir, simplemente miraba expectante a los ojos de Giulietta, que parecía haber vuelto a la realidad. Incluso las voces habían callado, expectantes.

La mujer miraba fijamente los ojos de Vladimir, levantó la mano lentamente, acercándola a su cara. Cuando la yema de sus dedos estuvo a punto de rozarle alguien llamó a la puerta, la lasombra bajó la mano y se apartó del vampiro, quien atizó a vislumbrar un atisbo de desconcierto en su mirada. Giulietta dio paso a Dorian con una sola palabra:

- Adelante.

El joven abrió la puerta y entró en la estancia dejando la puerta abierta tras de sí.

- Buenas noches - saludó el mortal. No parecía esperar a Giulietta allí. - Venía a ver si el arzobispo necesitaba algo... - titubeó.

Mientras hablaba Giulietta se puso en pie y se acercó al joven mortal de mirada perdida que aún esperaba en la estancia y le cogió de la muñeca.

- Creo que todo está bien por aquí, será mejor que le dejemos trabajar tranquilo - dijo caminando hacia la puerta y señalando el escritorio lleno de papeles junto a la cama con la mano libre. El joven, inclinó la cabeza despidiendose de Vladimir y salió de la habitación.

- Si necesitas algo... - dijo antes de salir. Vladimir no acertó a decir nada.

La lasombra salió cerrando la puerta con ciudado. Miró al joven humano directamente a los ojos y este comenzó a caminar escaleras abajo. Aún faltaban un par de horas para el amanecer, bajó a su despacho, antes de llegar al escritorio se detuvo ante el espejo que colgaba en la pared y permaneció unos minutos de pie, inmóvil, contemplando la estancia vacía.

Vladimir se quedó pensativo frente al escritorio. ¿Qué acaba de pasar?, se preguntaba. Echó un nuevo vistazo al plano, y le dio la impresión de que aquello no tenía mucho sentido. No el plano en sí, que era más o menos correcto, sino el haberlo hecho. Se recostó en la cama, con el torso apoyado en el cabecero. Se sorprendió mirando la mano con la que habia tocado a Giulietta. Frotó el pulgar contra el índice, mirando al vacío, y se llevó la mano bajo la nariz. Frunció los labios y los hizo chasquear, en un gesto de frustración.

Se tocó la cicatriz del pecho con esa misma mano. Evolucionaba bien, o eso parecía... Se tumbó completamente en la cama. Mañana será otro día.

De repente Giulietta sintió la imperiosa necesidad de destrozar el espejo, ese espejo que se negaba a reflejarla... cerró el puño con fuerza, debía contenerse. Apenas recordaba su rostro, no recordaba como era su forma de moverse, no sabía ni como eran ahora sus propios ojos... desde su abrazo había acudido a muchos pintores para que la retraran, pero nunca se reconocía a sí misma en los lienzos...

Acostumbrarse a esa sensación y aprender a restar importancia al hecho de no tener reflejo era el único motivo por el que había espejos en el castillo, aunque por mucho tiempo que pasara rodeada de ellos, en ocasiones esos sentimientos resurgían. Ahora ni siquiera se veia a sí misma en sus acciones o emociones.

Vlad se revolvió en la cama, con los ojos abiertos. Se incorporó, y alargó la mano hacia una de las maletas que le trajo Ambrosio, de la que sacó varias piezas con las que montó un par de muletas. Se quitó el neopreno de una maldita vez, y se puso los pantalones deportivos cortos que le trajo Ambrosio.

Con un quejido, se incorporó sobre las muletas. Notó que posiblemente se le había abierto alguna herida de la pierna, pero lo ignoró. Se dirigió hacia la puerta, y todo lo silenciosamente que pudo - si Ambrosio le viera entraria en cólera - bajó por el pasillo y las escaleras.

Hasta el fino oído de Vladimir llegó un ruido, sonaba como si algo se hubiera roto en el piso de abajo. Cansado por el esfuerzo, y concentrándose para que las heridas de sus piernas volvieran a cerrarse, el vampiro llegó a la planta baja. Miró a los lados del pasillo, e identificó por donde estaba el despacho de Giulietta. Esperaba encontrarla allí, no tenía cuerpo para dar muchas más vueltas. Llegó hasta la puerta, llamó y abrió, encontrandola sentada en el sofá de su despacho con un libro en las manos, una copa de vitae a medias en la mesa, y el suelo lleno de cristales rotos, algunos manchados de sangre, al mirar a la pared vio el gran espejo hecho añicos.

La lasombra bajó el libro al oir los golpes en la puerta, se puso en pie al ver que era Vladimir quien había llamado, sorprendida se puso en pie y se acercó rápidamente a él.

- Aún no deberías hacer esfuerzos - las palabras sonaron a mezcla de reproche y preocupación. Hizo que Vladimir se apoyara en ella y con ciudado le llevó hasta el diván, para que se sentara.

Al sentarse, Vlad se percató del espejo roto de la pared. Sabía que los miembros del clan Lasombra carecían de reflejo en espejos, y que tampoco podían ser filmados o fotografiados. Vio tambien las heridas de una de sus manos, aunque no hizo comentarios al respeto. Quizá Giulietta tuviera algun trauma al respecto, o quizá simplemente había sido por puro enfado y frustración, ¿pero por qué? ... estaba pensando demasiado. Se dió cuenta de que Giulietta le miraba directamente a los ojos, con una mezcla de preocupación ... y algo más, que no acertaba a distinguir.

- ¿Estás bien? - la pregunta típica, pero no se le ocurría otra forma de afrontarlo - antes estabas ida, ausente, ¿hay algo que te preocupe, y que puedas compartir? - trató de usar el tono más amable y conciliador que pudo.

Giulietta miró su propia mano, la pequeña herida que acababa de hacerse ya estaba más que curada, aunque algo de sangre había salpicado el puño de la camisa. Miró el espejo y nuevamente centró su mirada en Vladirmir. Parezco una loca yo también.

- Si... si, estoy bien, nada de lo que preocuparse - rio suavemete aunque de manera un poco forzada - es solo que últimamente han pasado muchas cosas, pero nada ya ha pasado todo, ¿no? - mientras hablaba hizo un disimulado dobladillo en el puño de la camisa para ocultar la sangre.

Suspiró y continuó hablando.

- Dime, ¿hay algo que quieras decirme? - preguntó con inocencia; al fin y al cabo, si tal como estaba había bajado hasta despacho sería por algo.

Vlad se quedó mirándola. Tan solo habia bajado para preguntar por ella -¿en que estaría yo pensando?- , y parecía cerrarse en banda. ¿Ahora qué?.

- No, bueno... es solo que antes me quedé algo ... preocupado... sólo eso. Pensé que quizas quisieras hablar un poco, no sé. - se sintió avergonzado de sí mismo. La pausa se le hizo eterna - Quizá sea mejor que me vaya. - se levantó sobre las muletas, reprimiendo un quejido, y se fijó en el libro - ¿Que lees? - preguntó, girado para mirar a Giulietta.

Giulietta negó con la cabeza mientras Vladimir intentaba levantarse, le puso las manos sobre los hombros para que volviera a sentarse. Cogió el libro y lo dejó a un lado.

- Venga ya, ¿no pretenderas que me crea que has bajado solo para preguntar que estoy leyendo? - arqueó una ceja, Vlad no estaba seguro de si bromeaba o hablaba en serio.

Ante el silencio del sorprendido malkavian Giulietta suspiró y continuó hablando.

- Últimamente han pasado muchas cosas, hemos hemos pasado por momentos muy duros en estos dias, sobre todo tu - dijo mirándole de arriba a abajo - y ahora también ha ocurrido algo extraño ahí arriba, ¿no?

Vladimir dudo por un momento, no tenia control alguno sobre la situación, sin embargo la cainita le estaba dejando jugar. O mejor dicho, estaba jugando con él, y dejándolo creer que quizá tenía algo que decir al respecto. No lo sabía, no podía saberlo y no queria perder más tiempo pensando más de la cuenta.

- Bueno, yo no diría que lo de antes fuera "extraño" - sonriendo, aplicó calor a su mano, la acercó a la cainita y retiró un mechón de pelo de su cara, dejando que sus dedos rozaran su piel. Mirandola a los ojos, se acercó lo suficiente como para que sus narices casi se tocaran. Se detuvo solo un segundo, para comprobar sus reacciones, y concentró su sangre en su cara, justo antes de besarla.

Giulietta abrió los ojos desmesuradamente ante el cálido beso del cainita, esperaba cualquier tipo de reacción menos esa, aunque no parecía desagradarle del todo... finalmente aumentó su temperatura corporal y se dejo llevar por el beso de Vladimir. Cuando este se separó de ella abrió los ojos lentamente y arqueó levemente una ceja mirándole fijamente. Estaba confusa, aunque en cierto modo la situación le parecía un tanto divertida... no sabía como reaccionar, de hecho, ahora ni si quiera estaba segura de porque le había dejado besarla...

- Tienes razón, lo que ocurrió antes arriba no fue extraño... pero esto si lo ha sido.

- Supongo... que era por esto por lo que habia bajado a verte.

La lasombra mostró su extrañeza.

- ¿Supones? - torció el gesto.

- Es una forma de hablar - seguía acariciando el negro cabello de la mujer, no sabia de donde salia esa determinación que le dominaba, pero simplemente se dejo llevar y se acercó de nuevo a la mujer, buscando sus labios.

Giulietta dejó que los labios de Vladimir rozaran los suyos, pero antes del beso se apartó de él con suavidad.

- Creo que será mejor que te ayude a ir a la habitación, está a punto de amanecer - dijo cogiendo el brazo del malkavian y poniéndolo alrededor de sus hombros para ayudarle a andar.

Vladimir recibió las palabras de la mujer como un jarro de agua fría. Quizá se había precipitado, había forzado demasiado la situación, pero pensaba que era lo que pedía el momento.

- No... no es necesario, puedo volver solo - dijo algo confuso, cogiendo las muletas.

- Prefiero acompañarte - fue la unica respuesta que obtuvo. La mujer parecía inexpresiva.

Subieron juntos y en silencio hasta la habitación, en la puerta, Vlad se giró hacia Giulietta:

- Bueno, diría que lo que ha pasado abajo sí ha sido algo extraño - sonrió inocentemente. - Los - la cainita puso dos dedos sobre los labios del vampiro, y puso los suyos en posición de "silencio".

- No digas nada - le hizo girarse y lo guió hasta la cama, quedandose en la puerta puerta mientras éste se tumbaba - ya hablaremos mañana.

Vlad se quedó en la cama mirando al techo cuando la cainita cerró la puerta tras de sí. Esta vez sí, parece mañana será otro día, pensó.