jueves, 8 de diciembre de 2005

Los quehaceres de Giulietta


Su paso a mejor vida había sido positivo, ya no oía voces, ni se sentía impelido a cometer actos atroces, pero a cambio, y como era lógico, había perdido toda posibilidad de interactuar físicamente con el mundo.

Lo que jamás pudo suponer es que su alma quedaría varada en este mundo. Pensaba que iría a otro mundo, más allá del plano material, quizás donde habitan los seres de fantasía, o atravesaría aquello que algunos llamaban la Teluria, que simplemente no había nada más. Quizás el castigo a sus crímenes era vagar como espíritu, por el castillo, por toda la eternidad.

¿Quizás había dejado algún asunto sin resolver sin saberlo? ¿Dependía eso de él, o de aquellos que dependían de él en mayor o menor medida, de alguna u otra forma?

Por más vueltas que daba, y por mucho que elucubraba, todas las líneas de pensamiento le llevaban hasta ella.

Desde su segunda muerte (indolora y liberadora, todo hay que decirlo), y tras haber vuelto a despertar (por segunda vez moría y resucitaba, convertido en otro ente), la había estado observando.

En un principio parecía haber estado muy afectada, pero se recuperó rápidamente (todo lo rápido que Dorian podía alimentarla con su propia sangre, según había visto), y se había rehecho a sí misma, y adoptado su cargo con diligencia e iniciativa. Le agradó ver que no se equivocó al elegirla (como si hubiera tenido muchas alternativas).

La soledad del ser un espíritu errante le castigaba, pero se veía obligado a seguirla y observarla. No sabía si obligado por algo o alguien, o pos su propio subconsciente... aun recordaba cómo le imploraba que no se matara.

¿Podía el deseo que formula alguien para que no muera otra persona trascender la realidad, y cumplirse, atando al muerto de alguna forma al mundo real?
¿Quizás su relación con ella era más poderosa que simples negocios, y no se había dado cuenta? ¿Quizás ella sí, o tampoco?

Había muchas preguntas por resolver aún y quizás tuviera toda la eternidad para buscar las respuestas, o quizás no, y probablemente lo que iba a hacer supusiera problemas Giulietta, en distintos niveles, pero quiso asumir el riesgo. Ansiaba saber lo que había quizás atisbado en no-vida, pero no se atrevió a formular.

Se acercó, flotando ligeramente a la cainita, y posó una mano en su frente, mirándola. Sin abrir la boca, susurró su nombre.

...Giulietta...

Giulietta de repente pego un salto hacia atrás algo sobresaltada. ¿Que ha sido eso? La cainita estaba ensimisma pensando en los documentos de la caja y en la conversación mantenida anteriormente con Carlo cuando sintió algo fuera de lo común, le había parecido oír algo, pero enseguida se tranquilizo, lo achacó al cansancio, al fin y al cabo aun no se había recuperado completamente del incidente ocurrido días atrás, por lo que decidió ignorar el hecho y recoger los documentos para ponerlos en un lugar seguro.

Supuso que la reacción de la mujer sería algo parecido a eso. Evidentemente, no podía verle, y no se podía decir que pudiera "oírle".

Intentó tomar un bolígrafo de la mesa, para escribir algo, pero aunque ya era capaz de asir objetos y "sentirlos", todavía no era suficientemente hábil como para manejarlos, y ya escribir iba a ser algo top-clases.

Decidió volver a intentarlo. Ya que hablar con ella era como meterse en su cabeza y hablar justo allí, pensó que no tendría que ser tan complicado, dada su pasada vida como Malkavian. Quizás en lugar de hablar, debiera intentar establecer un vínculo, tocar las cuerdas, como hacía antes, generar la voz en la cabeza de Giulietta, con el recuerdo que ella guardaba de él.

No le agradaba la idea de hurgar en la cabeza de la cainita... en realidad sí, bueno, pero era por causas de fuerza mayor.

Pasó la mano por el candelabro, para que la luz titilase, y llamar su atención. La cainita quedó algo sorprendida, aun agitada por la experiencia anterior. En ese momento, aprovecho para entrar en ella, como había hecho tantas veces con tantos otros, mirando sus ojos, verdes y brillantes.

Conforme exploraba su mente, fue desechando recuerdos y vivencias, hasta encontrarse a sí mismo dentro de ella. No pensó en recrearse, ya que se estaba cansando, mucho, estaba haciendo aquello sin "tener el poder", simplemente porque sabía cómo se hacía, así que iba con delicadeza, y el esfuerzo hacia mella en él. Antes de quedar exhausto, alcanzó a manejar su mente lo suficiente (un buen entrenamiento en dementacion nunca se pierde), para hablar en su cabeza, con la voz que tenía cuando estaba vivo:

Giulietta...

Sintió que había funcionado, ella le habría oído, por fuerza. Y tuvo que salir, sentía un dolor indescriptible, necesitaba seguir practicando, antes de seguir con Giulietta, quizás con alguien que tuviera con él un lazo más estrecho...

¡Ambrosio!

...quizás el si sirviera...

Las luces parpadearon y acto seguido Giulietta sintió lo que un mortal probablemente hubiera denominado un dolor de cabeza.

Entre el malestar general distinguió claramente una voz que pronunciaba su nombre, una voz que la estaba llamando, una voz que ya había oído antes. Se le heló la sangre. No tenía ni la más remota idea de lo que podía estar pasando.

Lo que más lógico le pareció en aquel momento es que alguien capaz de controlar la mente ajena estaba jugando con ella, si lo que pretendía era causarle miedo lo estaba consiguiendo, pero la cainita no cedería tan fácilmente.

Intentó mantenerse firme, poco a poco lo fue consiguiendo, al empezar a tranquilizarse se dio cuenta de lo que realmente sentía no era miedo si no incertidumbre, ya que ella podía manejar la mente de los demás, pero lo que le estaban haciendo no era lo mismo, era algo que desconocía. Y lo peor de todo... ¿Porque es de Vladimir la voz que he oído?

Se encontraba tremendamente cansado, si, los espíritus también se agotan, nunca te acostaras sin saber algo nuevo.

Decidió que tendría que seguir practicando con Ambrosio antes de poder comunicarse con Giulietta de forma eficiente. El tiempo no era problema, ambos tenían toda la eternidad.

Así, abandonó la habitación, no sin antes atravesar el cuerpo de Giulietta con su ectoplasma, en su camino para salir de la habitación. Era una sensación divertida, y más divertido era ver la reacción de la víctima.

Giulietta volvió a sentir algo en su interior, pero esta vez no solo en la cabeza, si no por todo el cuerpo, un escalofrió que la hizo estremecerse por completo.

La cainita permanecía inmóvil, estaba tensa, totalmente alerta a la espera de que algo sucediera...

La lasombra intento volver a sus quehaceres, pero no con seguía concentrarse. Se puso en pie, se acerco a uno de los grandes ventanales y descorriendo la cortina se quedo mirando al cielo estrellado por la ventana.

Durante unos minutos, Vlad siguió a su antiguo ghoul. Tan obediente, tan dedicado, incluso tras su muerte, seguía obedeciendo sus órdenes, al entrar al servicio de Giulietta.

Irónicamente, le iba a prestar servicio incluso después de la muerte. Necesitaba comunicarse con la cainita, pero antes tenía que practicar con alguien cuyos lazos con él fueran lo suficientemente fuertes como para no resultar doloroso ni para el humano ni para el espíritu. Cuando adquiriese practica, podría reintentarlo con la cainita.

Ambrosio estaba ensimismado en sus quehaceres, sin percatarse de la presencia (como si pudiera, ja!). Tenía la mente en blanco así que sería fácil entrar en ella.

Como hiciera en vida, extendió su mente a la del humano. Extrañamente, y como había podido comprobar, una mente humana ofrecía más resistencia que la de un vástago, dada su "resistencia" a creer en lo sobrenatural, y a que un ser humano era una criatura "normal", mientras que un vampiro era inherentemente sobrenatural, y por tanto, menos cerrado a ese tipo de cosas. Pero todo era variable, según el grado de escepticismo y contacto con lo ultramundano de la persona. En el caso de Ambrosio, dada sus experiencias, no resultó muy problemático.

Una vez estuvo dentro comenzó a pulsar zonas cerebrales aquí y allá, como tocando el arpa del alma.

Pero todo lleva su tiempo, así que debía dejar a Ambrosio libre de nuevo, para volver de nuevo a practicar al tiempo.

Las semanas pasaron.

Ejerciendo de Arzobispo


El coche se detuvo delante de las inmediaciones del Castillo y el vástago abrió la puerta con suavidad. Había oído rumores de que el Sabbat éstaba por esta área de la ciudad, y como no estaba decantado por ningún bando en particular, decidió presentar sus respetos al Obispo local.
Se acercó a la puerta y llamó al timbre y esperó pacientemente a que le contestaran.

Ambrosio se acerco a la puerta con tranquilidad y parsimonia. Se recoloco la pajarita y se estiro el traje, acto seguido abrió la puerta.

- Buenas noches caballero. ¿Que desea?

Carlo miró al ghoul, sin decir nada mientras su mirada escrudiñaba al individuo. Recobró su compostura y con una ligera sonrisa en u expresión se dirigió a Ambrosio de la forma más educada posible.

Que tengáis una buena noche... Me han informado de que aquí reside el Obispo local y me gustaría poder ser recibido por el mismo.

Ambrosio abrió la puerta para ceder el paso al recién llegado.

- Pase caballero, ahora mismo anunciare su presencia al arzobispo... ¿Me cede su abrigo?

Arqueó una ceja cuando dijo "Arzobispo". ¿Es que este lugar es tan importante como para que hubiera un arzobispo? Cedió su abrigo a Ambrosio, haciendo un gesto de asentimiento cortés

- Muchas gracias, buen hombre

Ambrosio cogió el abrigo del cainita y lo colgó en un armario cercano.

- Por favor, sígame.

Comenzó a andar hacia el despacho donde se encontraba el arzobispo, Ambrosio llamo a la puerta, tras retirar la mano la puerta se abrió, era Dorian, que salía del despacho, al salir fijo su mirada en el recién llegado, le reconocía como el cainita que fue a la inauguración del Estigia.

Al fondo, tras el escritorio se encontraba Giulietta, vestida con un traje negro de raya diplomática y zapatos de tacón, estaba escribiendo en un libro que cerró en cuanto Ambrosio entro.

- Mi señora, tiene visita. - Dijo a la cainita.

- Gracias Ambrosio, puedes retirarte. - Contesto al mayordomo, que salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí.

- Por favor, tome asiento. - La mujer se puso en pie y señalo a uno de los asientos situados frente a su escritorio.

Al ver a Dorian lo reconoció de inmediato. Había estado en la inauguración de Estigia y había estado vigilando sus movimientos mientras estuvo en el local. No le dio tiempo a pensar sobre el tema, ya que cuando llegó a la estancia donde se encontraba Giulietta, la frase que le dijo le disipó de sus pensamientos.

Por favor, siéntate.

Se sentó pesadamente sobre uno de los sillones, observando rápidamente las características del arzobispo. Le parecía rara la poca intervención del Sabbat, ya que parecía ser una mujer con garra, al menos en apariencia. No era especialmente atractiva, aunque algo en ella hacía que no pasara desapercibida.

- Que tengáis una buena noche... siento interrumpiros en vuestros quehaceres, no sabía que estuvieraias ocupada. Mi nombre es Carlo Contresco y vine a presentar mis respectos al obispado local. - Su acento era claramente italiano.

Giulietta se levanto y se apoyo en el gran escritorio frente a Carlo, le miro de arriba a abajo y le extendió la mano de forma amistosa pero firme.

- Encantada, mi nombre es Giulietta Strozzi, y tranquilo, no es nada importante lo que interrumpís. - Contesto en un perfectísimo italiano. - Con que presentar respetos al obispado... bueno, arzobispado en este caso, eso está bien, pero decidme, ¿habéis ido también a presentar vuestros respetos a nuestra "encantadora" príncipe? - Al hacer la pregunta miro fijamente a los ojos del cainita esperando una respuesta. Por un momento se recordó a sí misma, en la misma posición que Contresco ahora, la primera vez que vió a Vladimir.

Carlo aceptó la mano gustoso. Le parecía simpatizar con la encargada del Sabbat local. La verdad es que estaba de acuerdo con las creencias de la Mano Negra, aunque nunca se había decidido a llevarlas a cabo. Respondió bien a la mirada de la príncipe, estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones sociales.

- Me alegro de al menos tener una compatriota en la ciudad. Aprendí castellano en una escuela privada, pero no es lo mismo. -Respondió sonriendo ligeramente, para luego proseguir con su conversación

- En realidad, ni pude concertar cita con la príncipe: al parecer está de viaje. Parece que no está demasiado interesada en los asuntos de la ciudad.

Giulietta, que continuaba hablando en italiano, no pudo evitar una pequeña carcajada al oír la respuesta de Carlo.

- Pronto os daréis cuenta de que la hospitalidad y modales de la príncipe de esta ciudad dejan muchísimo que desear, y que al mismo tiempo su desfachatez alcanza límites insospechados.

La lasombra miro durante un instante al armario cercano al escritorio.

- Disculpadme, no os he ofrecido nada de beber, ¿gustáis? - Dijo en tono afable.

- Seria todo un placer. - Dijo esto en respuesta al ofrecimiento de Giulietta. Estaba totalmente de acuerdo con ella, era una actitud irresponsable la de dejar sus asuntos así, sin confiar en alguien para tomar las redes.

- Quizás sería una buena ocasión para extender influencia sobre algunas zonas de la ciudad, ¿no creéis? El ser que no evoluciona acaba pereciendo, se vuelve rígido e inmóvil.

Al oír la aceptación del cainita Giulietta se puso en pie y abrió el armario mientras el vástago continuaba hablando, pero sin dejar de atender a sus palabras, del armario saco dos finas copas y una elegante botella, todo ello de cristal, sirvió las copas y le tendió una a Carlo. La sangre que había servido no era sangre cualquiera, para un italiano la mujer se había decantado por sangre de su propia tierra nada como el vino de casa, sangre de una virgen italiana.

- Extender influencias... por supuesto... ¿y por qué no empezar por los recién llegados? jajaja - bromeo la cainita. - Para seros sincera, me resulta interesante y a la vez sospechoso que alguien que lo primero que hizo al llegar a la ciudad fue intentar ver a la príncipe de la camarilla hable al arzobispo sobre expandir las influencias del Sabbat... - dejo el tono jocoso a un lado y hablo con voz seria y firme. - ¿No estáis de acuerdo? - Bebió un ligero sorbo.

Le atraía el cálculo que tenía aquella mujer. No se trataba de ninguna juerguista o de alguien que se tomara las cosas en broma. Por esa misma razón le parecía extraño ver a tanto zona de la ciudad en posesión de la Camarilla mientras que Giulietta parecía ser una líder tenaz.

Dio un sorbo a la bebida, le parecía de buen gusto aunque no se entretuvo y cambó también su tono

- Cierto es...veo que sois una mujer observadora, quizás os extrañen mis palabras por parecer demasiado...abiertas. No soy absolutamente nadie como para criticar vuestra postura, francamente, sería la que yo adoptaría. Sin embargo... - Dejó la bebida a un lado.

- Lo cierto es que siempre he sido un solitario, no soy ningún estúpido mentecato que se dice llamar "Artista" cuando lo único que hace es criticar y caer en la perversión. Vengo a proponeros un acuerdo, porque mis ideales convergen bastante con los vuestros.

Giulietta volvió a ocupar su lugar tras el escritorio sentada en el cómodo sillón, se recostó y miro fijamente a Carlo.

- Vuestros ideales convergen con los míos... creo que lleváis poco tiempo en la ciudad y yo poco tiempo en el poder como para poder afirmar semejante sentencia con tanta rotundidad...

Giulietta parecía un tanto pensativa.

- Hablad.

- Quizás no me haya explicado con soltura. No os conozco, pero por lo que puedo ver, parecéis tomaros en serio vuestro puesto y no ser el típico aristócrata ladrador...Yo tampoco estoy avergonzado de mi existencia vampírica, ni creo que la tenga que ocultar frente a los mortales...Por eso mismo me fui de Italia, mis pensamientos no convergen con el resto de mi casa.

Cogió de nuevo su copa, su semblante era serio, aunque no por ello menos cortés.


- Mi interés no es poder, sino metas. La príncipe también tiene poder, pero no veo que haya establecido alguna meta u objetivo. Esa es la diferencia de pensamiento a lo que me refiero: no estoy hablando de que tenga o no poder, sino un objetivo específico.

Giulietta miraba pacientemente a Carlo. ¿Familia? ¿Italia? ... ¿un Giovanni?, esperaba que le contara aquello que parecía tener planeado.

- Esta bien, decidme de que metas habláis, vuestros planes si es que los tenéis y queréis compartirlos conmigo. En resumen, el verdadero motivo de vuestra visita.

Bebió de nuevo, estaba satisfecho de que Giulietta tuviera interés en lo que él quería decirle. Todo esto no se hubiera materializado sin una profunda reflexión de su pasado y no quería echarlo todo a perder. No se trataba de maldad, sino, es una cuestión de superioridad de la cual nunca se había dado cuenta anteriormente.

- Voy a montar un Club, una sala de fiestas con diversos juegos y entretenimientos...quizás el tema os interese. Mi intención es conseguir influencia, y con ella moldear la situación de la ciudad de una forma sutil... No se trata de algo brusco, por lo que dudo que llamaría la atención. Además, las palabras y la reputación hacen más daño que simples estacas y palos. Quizás entonces "podríamos"... - Hizo un énfasis en la última palabra - Conseguir invertir las tornas.

Giulietta permanecía impasible, aunque estaba totalmente atenta ¿un club? ¿Ese es su maravilloso plan? no puede ser... jajajaja.

- Con que un club, ¿que pretendéis conseguir realmente? ¿En que consistirá ese club? y lo más importante ¿hacia donde queréis girar las tornas?

- Quizás no os habéis dado cuenta de que el verdadero "poder", por así decirlo, reside en las masas. El pastor que conduzca su rebaño con presteza puede hacer lo que desee con él: eso es a lo que me refiero. Quizás mi propuesta os parezca una memez...

Paró un momento para proseguir.

- Sin embargo, es más efectivo que enviar perros o simples insultos. Ganar prestigio a través de actos sociales da fuerza para influir en las acciones que pueden afectar el desarrollo de los eventos. Si se consigue dejar a la príncipe sola, sin nadie a quien recurrir, no tendrá más remedio que abandonar la ciudad por más tiempo que un par de meses. Mi intención con abrir el local que os dije anteriormente serviría como centro a largo plazo para reunir tanto ganado, como finanzas y contactos... En resumen, obtener el monopolio de esta ciudad. La fama no consiste en ser famoso: sino tener una buena imagen social y usarla en tu beneficio.

Esperó la respuesta de la Arzobispo, era cuestión de que pensara en su sugerencia, que aunque algunos podrían calificar de absurda, normalmente es la que prevalece frente a palos y piedras.

A Giulietta seguía sin convencerle la idea, estaba casi segura de que ocurriría la historia de siempre, inauguraría el club, iría gente durante unos días y luego caería en el olvido como todo en aquella ciudad, le gustaría poder equivocarse... bueno, pensandolo seriamente, en realidad le era un tanto indiferente.

- Bueno, si esos son vuestros planes no sé realmente que esperáis de mi, de todos modos, sea lo que sea prefiero esperar un tiempo prudencial antes de embarcarme en ninguna cruzada o campaña. En cualquier caso agradecería me dijerais donde os alojáis para poder localizaros en caso de que sea preciso.

- Perdonad mi falta de atención...aquí tenéis - Contresco le dio una tarjeta donde marcaba su número de teléfono móvil y su dirección.

De todas formas, llamadme por teléfono si realmente necesario...prefiero no usarlo. La dirección que podéis ver aún no está en uso, aún necesito unos días para amueblar mi estancia. Por ahora me encuentro en el hotel Doñana.

Giulietta guardo la tarjeta en una pequeña caja de madera que había sobre la mesa.

- Con que el hotel Doñana... creo que todos pasamos por el nada más llegar a esta ciudad, jajaja.

- Bueno, ¿algo más que deseéis comentarme?

- De mi parte no, pero si vos deseáis compartir algo conmigo, estaría dispuesta a oíros.

Carlo miró un momento su reloj de cuerda.

- De todas formas, sabed que mi casa es igualmente la vuestra y si acaso tenéis algún apuro no dudéis en llamarme.

Giulietta se puso en pie y extendió la mano hacia Carlo.

- En ese caso esto es todo por el momento. Si necesitáis algo no dudéis en hacérmelo saber.

La aceptó y se puso de pie igualmente.

- Ha sido un placer hablar con vos, Doña Strozzi.

Después de aquella despedida se limitó si salir del castillo por el mismo camino por el que había entrado, no hacía falta que le acompañaran.

En cuanto Carlo hubo salido del castillo Dorian entro en el despacho.

- Ese es, el es a quien vi merodeando en la inauguración del Estigia. Simplemente entró, echó un vistazo y se fue, es como si estuviera buscando algo o a alguien... - Hablo el mortal nada más entrar en la sala.

- Lo suponía, es nuevo en la ciudad. Estate tranquilo por el momento y deja tus paranoias a un lado por un momento. - Contesto la mujer con voz serena.

- No deberías fiarte del Giulietta.

- Y no lo hago, sabes que no me fio de nadie. - Elevo algo la voz al pronunciar la última palabra. - Y ahora déjame tranquila, tengo cosas que hacer.

Dorian salió sin decir nada más.