martes, 16 de mayo de 2006

Primera noche

Aquella noche, Diego habia sido invitado a la fiesta de presentación de la nueva gama de vinos en la finca de un compañero de negocios de su padre. El señor O'Donnell habia sido MUY especifico a la hora de invitarlo a él en lugar de a su padre. "¡Ya es hora de que te vayas dejando ver!" le habia dicho. Como muy probable heredero de la fortuna y negocios de su padre, así era, pero, joder, el viejo apenas pasaba los 55, y estaba bien de salud. La cosa es que su padre parecía estar de acuerdo. "Si, lo pasarás bien, sabrás porque las fiestas de Martin son tan conocidas. Además, creo que te desenvolverás bien en ese ambiente. Y así aprendes algo. Un día, tendrás que dirigir todo esto."

"Todo esto" era el enorme negocio vinícola de su familia. Millones, y millones, y mas millones, diversamente repartidos en bolsa, inmobiliarias y dios sabe que más (aunque prefería pensar en su padre como un hombre honrado) conformaban la enorme fortuna de su padre. Y de su socio, O'Donnell.

En todo esto pensaba Diego cuando llegó a la finca. Dejó que uno de los mozos aparcara su coche, y se dirigió a la entrada, donde un tipo trajeado, tras un atril le pidió su nombre.

- Diego Ximenez... soy el hijo de Guillermo.

- Ah, sí, aquí está, - dijo buscando su nombre en una lista- Pase por favor.

Nada más entrar, una camarera le ofreció una copa de fino. Agradecido, tomó un ligero sorbo, revisando el lugar. Allí habia mucha pasta... A varios los conocía, de las reuniones nocturnas de su padre en casa para discutir sobre "el modelo de negocio y las decisiones a tomar". A algunos solo de oídas, personajes más o menos conocidos de la "jet" de la campiña y la provincia. Divisó un pequeño grupo de gente con menos arrugas de las habituales en esas fiestas, y entre ellos distinguió a Sara, la hija menor de los O'Donnell. Estaba estupenda. Era un año menor que él, y en alguna cena o evento, ya alguien habia dejado caer las "posibilidades de futuro" entre ambos.

Sin embargo, pese a que habían tenido su roce, la cosa no fraguaba entre ellos. Ella era condenadamente pija. Más incluso que él, que ya lo era bastante (o eso decían los que no le conocían bien). Cuando se acercó, ella le saludo.

- Hombre Dieguito, que bien te veo esta noche... ¿cómo es que has venido tu en vez de tu padre?

Las sonrisas picaras del resto del grupo (hijos e hijas de gente del ayuntamiento, negocios, etc.), le dejaron adivinar que Sara ya habia comentado algo sobre él y una cama.

- Buenas noches, Sarita... al parecer los viejos se empeñan en que empiece a dejarme ver para ir "tomando las riendas". - dijo haciendo el gesto de las comillas con las manos.

- Jajaja, bueno hoy podrás estrenarte bien, la fiesta de hoy es de las gordas.

El que habia respondido era Martin, ese sí que era para matarlo... su pelo medio largo así para el lado, sus patillas de Curro Jiménez, y su papada de no privarse de nada... argh. Poco después le vio marcharse con el brazo en la cintura de una tía a la que no conocía, pero por su aspecto, le daba que era de las que cobraban... y mucho.

--[VARIAS HORAS DESPUES]--

La borrachera de vino que llevaba era chica, aunque los tiritos que se habia metido con Martin le mantenían ligeramente despierto. Si, le habia invitado él, después de la sesión con la furcia, a la cual le habia tirado los tejos, pero la muy zorra pasó de él. Aun así, estaba ligeramente mareado. Estaba en el ala oeste de la mansión, buscando la habitación donde Sara le habia dicho que le esperaría. Antes se habia perdido un poco, mejor, así podría recuperarse y cumplir mejor como un machote.

Finalmente dio con el cuarto, entro discretamente

- ¿Sarita? ¿Donde estas?

La habitación parecía estar vacía, y la cama hecha.

- Menos mal, pensé que no llegarías. - el salto que dio del susto le hizo pegarse a la pared.

- Hh...Hola, Don Guillermo - éste estaba sentado en una silla, del mismo lado que la puerta por donde entro Diego. Se levantó.

- Buenas noches, Dieguito -dijo sonriendo.- ¿Que te trae por aquí?

- Bueno, estaba buscando a Sara - en cualquier otra circunstancia habría intentado mentir, pero no era capaz de inventarse algo coherente. Don Guillermo siempre le habia inspirado respeto hasta tal punto de ser casi incapaz de llevarle la contraria.

- Si, tengo entendido que mi hija y tú tenéis, llamémoslo así, affaires, de cuando en cuando.

- Ehem, sí, bueno, no tenemos problemas en hacer ciertas cosas, y espero, con todo respeto, que usted tampoco.

- Ah, bien, no te preocupes, Sara sabrá lo que se hace. No tengo problemas con eso.

- Gra-gracias, me deja usted más tranquilo. Por cierto, ¿qué hace...

- Sin embargo, lo que si te quería comentar era algo... relevante. Para el futuro. TU futuro. - se fue acercando a él.

- Bueno, ehem, yo, verá... aprecio a su hija, hasta cierto punto, y la respeto, pero...

El viejo se encontraba ya frente a él. Apenas cinco centímetros les separaba.

- No, hombre no. Algo MUCHO más importante. Mas importante que Sara, más importante que todo. - Comenzó a acercar la boca a su cuello.

Joder, ¿un maricón?, pensó. Intentó quitárselo de encima, pero el viejo se resistió y le agarró. Con una fuerza impresionante lo levanto por los hombros y lo tiró en la cama, abalanzándose sobre él. Diego sólo podía forcejear.

- ¡Ya está todo decidido, Diego, es inútil que te resistas! Te daré, ¡un cuerpo inmortal, para un alma inmortal! - bramó, justo antes de morderle en el cuello.

Cuando volvió a la consciencia, Vlad se sorprendió a si mismo bebiendo sangre de la muñeca de... ¿un viejo? La verdad es que no se parecía mucho a Giulietta.

La niebla rojiza volvió, y notó como si una enorme garra lo arrastrara dentro de un hoyo, mientras gritaba y peleaba por volver fuera, al cuerpo que le correspondía por derecho. Se agarró literalmente a los "hilos" de la mente del anfitrión. Aquel no era Rafael. ¿Qué hostias habia pasado? Tiró con todas sus fuerzas, descontroladamente, ansiando salir, pero no pudo luchar contra esa fuerza que lo arrastraba. Soltó los hilos de repente, inconsciente de lo que podría haber provocado.

Diego despertó en medio de una terrible ansia, cegado, y notó como le metían algo en la boca que vertía sangre. Sin pensarlo siquiera, la trago, como si fuera agua. De pronto, notó como si algo en su cabeza se retorciera, una luz rojiza rodeaba su campo visual, y notó como un grito en la lejanía. Sintió un horrible espasmo, que creyó que le iba a romper la espalda, y llegó el frenesí.

- Huye Huye HUYE HUYE!

Era lo único que Diego oía en su cabeza, mientras sentía la sangre presionar su cabeza, casi causándole dolor.

Corría y corría por la finca, como un animal. Necesito mi coche.

Decidió volver a donde los mozos llevaban los vehículos de los invitados. Lo sabía porque ya habia estado en aquella finca otras veces, en capeas y zambombás. Así obró, aunque dando un rodeo, por si le seguían.

Con muchas preguntas en su cabeza, entre ellas porque coño estaba tan nervioso y habia corrido tanto pero no se sentía latir el corazón; llegó finalmente a la zona de aparcamiento. Se agachó entre los coches en cuanto vio a los tíos fuertotes de negro rondando la zona, seguramente le estarían buscando.

Se preguntaba como coño iba a llegar al coche, y sin las llaves... obviamente, ser un niño bien implicaba no tener ni idea de cómo se hace un puente, ni esas cosas que suelen ser útiles en momentos como ese. Por suerte, vio al mozo que se habia llevado su coche. Se agazapó entre los coches, esperando que se acercara. Cuando llegó lo agarró rápidamente, lo tiró al suelo y le tapo la boca con la mano.

- ¿Tienes las llaves de mi coche? - preguntó en voz baja, aunque de forma amenazadora.

El chico negó con la cabeza, casi estaba llorando.

- ¿Dónde están? Voy a dejar que hables, pero por favor, no grites, o tendré que hacerte daño... ¿estamos?

El chico asintió. Diego quitó la mano de su boca.

- Están ahí al lado, en la casetilla - dijo haciendo una indicación con la mano.

- Vale, gracias. - Diego se levantó y se asomó por encima de los coches, localizando la casetilla, justo donde le dijo el chaval, lo soltó, y empezó a moverse entre los coches hacia allí.

-¡EH EH! ¡Ahí está! ¡Entre los coches! - gritó el chico, de pié, señalándolo, alertando a los guardias.

¡Hijo de puta! Diego echó a correr hacia la garita. Saltó por encima del capó de uno de los coches, para esquivar a uno de los guardias, aterrizó cayendo al suelo, pero se levantó rápidamente, y siguió corriendo. Con fuerzas renovadas cuando oyó un disparo.

Llegó a la casetilla, se metió dentro y encajó la puerta, fue a gachas, todavía le disparaban, los cristales de la ventanita cayeron sobre él. Vio el armarito con llaves, buscó desesperadamente las suyas... mientras veía extrañado por la ventana que uno de los guardias se acercaba... ¿¡CON UNA ESTACA DE MADERA?!

Encontró finalmente las malditas llaves, y buscó algo que usar como arma. Una azada, le valdría.
Notó que abrían la puerta, que giraba hacia fuera, y decidió ayudar a su perseguidor con una poderosa patada, que hizo que la puerta golpear al que la abría, y lo tiró al suelo. Salió a toda velocidad, para ver como llegaban otros 2 tíos, con estacas y pistolas. Decidió practicar el lanzamiento de azada contra uno de los hombres, quien la esquivó, dándole el tiempo justo para empezar a correr de nuevo, ahora tenía que buscar el coche. Los hombres abrieron fuego contra él, impactándole en la espalda y las piernas.

Cayó al suelo.

Por primera vez, Vlad estaba sintiendo lo que sentían todas sus víctimas. Quedar relegado al segundo, tercer, o enésimo plano dentro del alma de otro. Y no le gustaba un pelo.

El Faraón Negro y su cara de chocho con tentáculos le dejaron allí, tras mandarle a un viaje psicodélico-macabro, doloroso, y parecido al flipe extra dimensional de Dave en 2001 Odisea en el Espacio, solo que era como si lo hubiera diseñado HR Giger, y Dani Filth hubiera hecho la banda sonora. Con los pies. Tendría pesadillas con eso, si alguna vez durmiera. De momento, solo podría esperar.

Parecía que el chico se iba relajando por momentos. No. Un amago, volvía la tensión. Se puso a hurgar en sus recuerdos, procurando hacer el menor daño posible. Aunque no podía controlar, no le interesaba interferir demasiado, a saber que podía pasar.

... así que recién abrazado... pobre... el ritual de Giulietta habia funcionado, pero de forma un tanto extraña. Mierda. Estaba en un cuerpo que no conocía, a saber donde, y huyendo, sin poder participar en la fiesta.

De pronto, notó, algo parecido a un golpe, y cómo la voluntad de... ¿David? ¿Diego? Algo así... se diluía.

Quizás si que pueda participar, pensó Vlad, fluyendo entre la mente del receptáculo, tomando el control.

Despertó, no tanto la presa de sus captores sobre sus brazos. Uno de ellos meneaba una estaca delante de su cara, con malas intenciones. Se rebulló, aumentando su fuerza, para después lanzar a uno de sus captores sobre los demás.

Al hacerlo, mientras corría, se percató de que seguía sangrando, así que se puso a trabajar para que las heridas cicatrizaran mas rápido. Se escondió entre dos coches, y fue pasando de uno a otro, esquivando y despistando a sus captores. La amenaza de entrar de nuevo en frenesí por la falta de sangre le apremiaba.

Vale, piensa..., se dijo a sí mismo. Si estas en un aparcamiento, es posible que sea porque tienes un coche que te lleve lejos de aquí, ¿no? ¿Cuál de ellos?, comenzó a palparse, buscando bolsillos, hasta que dio con unas llaves. Ajá, coño chaval, un Audi, bueno, vamos a buscar...

Por desgracia, aquel descampado que hacía las veces de improvisado aparcamiento estaba repleto de coches de lujo... así que un Audi pasaba perfectamente desapercibido... Joder, podía haber tenido un puto R5.

Escuchó a sus perseguidores acercarse. Se escabulló como pudo, y se metió debajo de un coche.

Quizás el chaval fuera del tipo fotógrafo... sigue buscando, y sacó un teléfono móvil de uno de los bolsillos. Bingo. La foto del menú principal era un la foto de una chica y de fondo se veía un trozo de coche rojo. Audi...rojo. Bien.

*Tiruriruri- Tiruriruri*

¡Ostias! ¡El móvil sonando! Le bajó el volumen (por suerte era uno de esos modelos tipo concha con los botones a los lados para el volumen), rodó y se arrastró todo lo rápido que pudo para huir de los tíos de negro, que se acercarían a donde él estaba antes.

Bien, tenía un Audi, y además rojo, solo tenía que ir hacia él, montarse, y largarse. Pero claro, con 5 gorilas tras de él, no sería tan fácil como buscar el coche en el parking del centro comercial. Tenía que localizarlo antes, e ir a tiro hecho.

Cerró los ojos... se concentró en sus oídos, y apretó el botón de la llave.

*BIP BIP*

Unos veinte metros a su izquierda. Bien, salió de debajo del coche, siguió agachado, y vio como 2 de los matones se acercaban a un Audi TT Rojo. Bingo.

Sin embargo, aun tenia a otros 3 sin controlar, y tenía que montarse en el coche, pasando por encima de 2 tíos armados... chungo.

Un rápido vistazo a su alrededor le descubrió donde estaban los otros 3 perseguidores.

Se concentró, mirando a hurtadillas a los dos que estaban en su coche. Nunca habia hecho lo que iba a intentar estando dentro del cuerpo de otro, pero no le quedó más remedio.

Miró a los ojos de uno de ellos, cerro los suyos, y con esa imagen en mente, extendió sus "garfios mentales" hacia el otro. Tenía que trabajar rápido, y cualquier efecto le valía, con tal de que distrajera al otro. Así que se puso a tirar y desgarrar de un lado y de otro, tirar, desgarrar, morder, pisar, agarrar, pegar, destrozar, buscando el sentimiento de tensión, lo halló, y amplifico, de tensión a estrés, de estrés a histeria, de histeria a furia, ¡MATA!

- Para, para, paraaaaaa AAAAARHHGHT! - uno de los hombres se llevaba las manos a la cabeza, y empezó a echar espuma por la boca. El otro se acercó a ver qué pasaba, lo justo para recibir un puñetazo en la cara, y que el otro se abalanzara sobre él, gritando como un loco, machacándolo.

En ese momento, en el que los otros tres, sorprendidos, comenzaban a acercarse a los otros dos, aun aturdido y mareado por lo que acababa de hacer, Vlad tomó una piedra que habia en el suelo. Era, más que una piedra, un trozo de tierra bien prensada, de los que se deshacen si aprietas lo suficiente, o si impactan a buena velocidad. La tomó, la sopesó, y lo más rápido que pudo, la lanzó por encima de los coches, en sentido contrario donde se encontraba el Audi.

Agachado, contó.

3...2...1... CROCK!

Un impacto en el techo de un coche le hubiera venido mejor, pero el ruido fue suficiente para hacer que 2 de los 3 desviaran su atención, y se dirigieran a buscar la fuente de ese ruido.

Tenía el tiempo justo. Tomo arena del suelo, y salió corriendo hacia el Audi, por detrás del que iba hacia la pareja, que al oírlo se dio la vuelta. Le tiró la arena en los ojos, consiguiendo esquivarlo. Aceleró como pudo hacia el coche. El berzerker se dio la vuelta justo a tiempo para recibir una patada en la cara, que lo dejó inconsciente. El otro, pobre de él, tenía toda la cara reventada. Se montó en el coche rápidamente y echo los seguros de las puertas. Arrancó, y salió a toda leche.

Los otros dos que quedaban, que ya corrían hacia él, desenfundaron y comenzaron a disparar, se agachó. Oyó como la luna delantera caía hecha añicos. Aceleró, llevándose a uno de ellos por delante. El otro siguió disparando, impactando en la chapa, y rompiendo dos ventanas y la luna trasera.

En ese momento, y adormecido, notó como la voluntad del chico despertaba de nuevo, reclamando su cuerpo. Esforzándose al máximo para contenerlo, comenzó a sangrar por la nariz. Tenía que salir de allí antes de que el otro tomara el control, y aun despistado, lo atraparan.

Se limpio la sangre con una manga, y sopesó sus posibilidades.

a) Salir de allí a toda ostia arrasando con lo que se pusiera por delante
b) Disimular y hacer como que se iba "aquí no ha pasado nada"

Teniendo en cuenta que el mozo de los coches le habia reconocido, era muy probable que todos estuvieran al tanto. Así que, justo al doblar la curva que le dejaba un camino recto hacia la verja de entrada, aceleró.

*CRASH!*

El coche se desvió ligeramente al llevarse por delante la verja que intentaban cerrar un par de mozos para evitar su huida. Lo enderezó como pudo, y salió a toda pastilla de allí, en dirección "Jerez Centro 10" como rezaba uno de los carteles.

Se fijó en que no le perseguían, o al menos era incapaz de ver a nadie. Siguió conduciendo, a 120, era una autovía a lo que habia salido, y no le interesaba llamar la atención de nadie, aunque ir sin cristales ya era de por si un tema... en fin.

Miró la hora, las 3:27. Tenía tiempo, pero tampoco para tirar cohetes, antes del amanecer. Unas 3 horas. Cogió el móvil, y escribió una nota, mientras conducía, más lento.

Diego, soy 1 amigo, busca refugio para pasar día ¡que no te de el sol! Deshazte del coche. Explicaciones pronto. ¡Que no te de el sol!

Antes de poder escribir nada más, sintió un dolor muy agudo, sintió como se le iba la cabeza, dejo el móvil en su regazo, desacelero, y se dejó llevar.
El viento golpeándole en la cara lo despertó, justo para ver cómo estaba a punto de comerse el quitamiedos. Enderezó el coche, y siguió conduciendo.

¿Que habia pasado?

Le dolía muchísimo la cabeza. ¿El vino? Recordaba buscar a Sara en un cuarto, su padre, algo de inmortalidad. ¿Qué le habia hecho? Lo demás era un torbellino. La finca, buscando el coche, los tíos de negro, disparos...ahora estaba conduciendo... mierda... ¿QUE COÑO LE HABIA PASADO A SU AUDI? Joder...

Noto algo vibrándole ahí abajo. El móvil, pero... ¿sangre? tenia la camisa manchada de sangre, se palpó, y notó un agujero en la prenda. Asustado, siguió palpándose, pero no encontró herida alguna. ¿Qué cojones? Respiraba aceleradamente, inspiro profundamente, pero se dio cuenta de que no se hinchaban los pulmones ni la caja torácica... ¿QUE COÑO? El móvil seguía vibrando. Descolgó:

- ¡QUE!

- Diego, tienes que volver - era Sara.

- ¿Qué coño? ¿De qué va todo esto? Tengo sangre pero no estoy herido, no respiro...

- Pronto lo sabrás, pero tienes que volver cuanto antes, ¿tienes idea de lo que has montado?

Del fondo surgió otra voz.

- Diego, VUELVE INMEDIATAMENTE. -era el padre de Sara.

Aquella voz le aterrorizó hasta el punto de darle un arranque de histeria.

- ¡Una mierda! ¡Que me has hecho cabrón! ¡QUE COÑO ME HAS HECHO! ¡Hijo de puta! - colgó, y siguió conduciendo. Lloraría, quería llorar, pero no sabía porque, las lágrimas no surgían.

Aquello solo iba peor y peor.

Tenia que llamar a alguien, alguien que pudiera ayudarle, ¿pero a quien? Tenía que relajarse, por muy increíble que fuera la historia, seguro que si se relajaba se acordaría de todo, y todo seria lógico y normal... mas o menos.

Abrió de nuevo el móvil, con la intención de repasar la agenda en busca de alguien que le pudiera ayudar, cuando en la pantalla surgió la pantalla correspondiente a un mensaje sin terminar, esperando...

Diego,soy 1 amigo,busca refugio xa pasar día .q no te de el sol!Deshazte del coche. Explicaciones pronto.Q no te de el sol!


De puta madre, ahora tenía un amigo invisible que le daba consejos, le prometía explicaciones, y le pedía que no le diera el sol. ¡EL SOL! ¡Ni que fuera un puto vampiro!

Nada de aquello tenía sentido. Pensó que la idea de un lugar donde descansar no era mala del todo. Estaba ya en el centro de Jerez. ¿Quizás un hostal? No se atrevía a presentarse en casa de ningún conocido con esas pintas, quizás le delatara, o estarían conpinchados... quitó esos pensamientos paranoicos de su cabeza, y aparcó.

Algunos transeúntes le miraban, sobre todo a su ropa ensangrentada. Se recompuso el traje, todo dignidad, y caminó como si no ocurriera nada, pero a paso ligero, y por donde menos luz hubiera. Pronto llegó al Hostal La Casona.

Al abrir la puerta pareció haber viajado en el tiempo. El Hostal era de los años 50-60, y la decoración no habia cambiado desde entonces. Ni los trabajadores. Un anciano atendía en recepción. Le miró sospechoso, al ver la sangre.

- Desearía alquilar una habitación, para todo el día...

- ¿Se encuentra bien?

Puso un billete de una cantidad considerable sobre el mostrador.

- ...y quisiera NO ser molestado.

Los ojos del anciano hicieron chiribitas, alargando los dedos hacia el billete.

Diego recordó el mensaje, y sintió un escalofrío en el cuero cabelludo.

-...y que tampoco limpien la habitación, no quiero ser molestado en todo el día. ¿De acuerdo?

- Si, si, como desee, - dijo amablemente. Habitación 304 - le alargo la llave.

- Gracias - dijo, tomando la llave.

Subió por las escaleras, ya que el viejo ascensor tenía un cartel de "No Funciona", escrito a mano, colgado de la puerta.

Subiendo, se fijo en el papel de las paredes. Estaba rasgado por algunas zonas, descolorido y polvoriento. La barra de la escalera no ofrecía mejor aspecto. De hecho, la escalera entera crujía a su paso.

De repente, sintió como si la escalera se alargara, infinitamente, y un halo rojo rodeaba su campo visual. Al fondo (muy lejos) de la escalera, creyó distinguir, gracias al juego de luces, dos figuras. Pero solo alcanzó a distinguir dos puntos verdes, juntos y muy brillantes. Unos susurros inundaban sus oídos... aunque no entendía nada de lo que decían.

La escalera volvió a ser normal, así como su visión. Llegó a la tercera planta, y entro en la 304.

La habitación no ofrecía mejor aspecto que el resto del hotel. Cerró el pestillo, puso el indicador de "no molestar", encendió las luces, y echó un vistazo al baño. En fin... tampoco tenía ganas de mear en ese momento... con que el agua no saliera marrón... Se quitó la chaqueta, y miró la camisa...la sangre estaba reseca. Se la quitó.

Cual fue su sorpresa al no ver herida alguna donde correspondían los agujeros de la camisa. Se miró la espalda al espejo. Nada. Aunque el color de su piel no le gustaba mucho. Debería ir mas a la playa. Tomo el jabón, lleno el lavabo de agua caliente, y metió la camisa. El agua no parecía estar caliente, aunque el grifo estaba abierto al tope. Sin embargo veía el vapor. Sumergió la mano entera, esperando el dolor, y apenas sintió un ligero picor. Se miró la mano de nuevo. Necesitaba respuestas. Muchas. Lavó la camisa como pudo, para no haberlo hecho en la vida, no quedo mal del todo... y la colgó de la barra del plato de ducha.

Se quitó los zapatos y los calcetines, y los puso al lado de la cama. Se acercó a la ventana. Observó la noche Jerezana, con un extraño sentimiento en el estomago. Cuando se cansó de la brisa nocturna, cerró la ventana, bajo la persiana al máximo, y corrió las cortinas. No sabía, porqué, pero sentía que seguir los consejos del mensaje era su mejor opción.

Vio que en la pequeña mesita de la habitación habia un taco de papel, y un bolígrafo, atado con una cadenita a la mesa. Rompió la cadenita apenas sin esfuerzo, y se sentó en la cama. Se sentía estúpido haciendo esto. Escribió en el papel:

¿Quién eres? ¿Qué está pasando? Quiero respuestas.

Dejó el papel cerca de la cama. Hizo lo mismo en el móvil, dejando el mensaje en pantalla. Si su "amigo" volvía a aparecer, quería que le explicara algo.

Se quedó un rato pensando, sentado en la cama, sobre que hacer al día siguiente. Necesitaba buscar ayuda.

Eran casi las 5:40 de la mañana, cuando decidió tumbarse, a dormir.

Tres minutos más tarde, se tumbó, pero debajo de la cama.

Antes de darse cuenta, cayó en un profundo sueño.

En el fondo de la cabeza de Diego, todavía habia alguien que no habia conciliado el sueño.

Vlad se percató de que el muchacho ya debía estar durmiendo, o a punto de, ya que notó una relajación generalizada en todo él, quizás debería salir a echar un vistazo y ver como estaba la cosa...

Despertó, totalmente a oscuras. Ajustó su percepción ocular ligeramente, permitiéndole distinguir algo. Estaba debajo de algo, duro, blando, duro, blando... una cama. Se arrastró para salir. Todo seguía a oscuras, bien. Notó en el pie el tacto de algo frio. Se agachó, palpó con la mano. El móvil. Lo cogió, abrió la pantalla, la luz le deslumbro.

- ¡Ach, joder...!

Pudo leer:

¿Quién eres? ¿Qué está pasando? Quiero respuestas.


Distinguió al lado un taco de papel y un lápiz. No tenía mucho tiempo para escribir, puesto que el amanecer estaba cerca, y aunque el chaval parecía haberlo hecho bien a la hora de cubrirse, no quería correr riesgos. Pensando en eso, se percató de una rendija de luz. La puerta de entrada.

Fue al baño y cogió una de las toallas, la enrolló y la puso tapando la rendija de la puerta. Bien. Decidió volver bajo la cama. Pese a no ser ya un vampiro, tampoco le tenía mucho gusto al día.

Una vez abajo, siguió pensando. ¿Respuestas? ¿Como podría dárselas? Hmmm, durante mucho tiempo habia sido un vampiro de los expertos en toquetear la mente de otros, pero no siempre de forma inocua. Algo se le ocurriría, si, algo con sonido, imágenes, e incluso efectos especiales... Sonrió para sí. Siempre seria un loco malkavian.

Ahora tocaba pensar en el mejor argumento posible para un sueño de posible titulo "¡Que putada! ¡Eres un vampiro! Como sobrevivir en 10 sencillas lecciones".

Se concentró, y esperó que todo saliera bien, y Diego no despertara como un vegetal a la noche siguiente.

Dos hombres, diferentes como el día y la noche, en un vergel. Se abrazan. El moreno mata al otro con un hueso de animal, y es expulsado del vergel. Fuera le espera una voluptuosa mujer, pelirroja. Esta le muestra un cuenco que llena con su propia sangre, emergente de un corte en un dedo.

Hambre. Ansia. Desesperación. Un banquete. La Última Cena de Cristo. Diego come, come hasta saciarse, pero su estomago no acepta el alimento, y lo regurgita. Es expulsado por los Apóstoles, a patadas. Cristo le ignora, ocupado en otros menesteres. Fuera, Sara le lleva a una cabaña, donde cura sus heridas. Hambre. Ansia. Desesperación. Un banquete. El cuello de Sara. Diego lo muerde, y bebe hasta saciarse. Elige. Vida o muerte. Humano o Bestia. La deja, en éxtasis. Sus ojos, ahora verdes, fulguran. Asustado, sale de la casa.

Esta frente a Caín y Lilith, de nuevo. En una cueva. No sabe porque, pero sabe que son Caín y Lilith. Caín limpia su boca de sangre. La cueva se abre, la luz del sol entra implacable, quemando la ropa de Diego, y haciéndole daño. Una voz grave y ronca recrimina Caín, pero es Diego el que sufre. Los pecados de los padres. Llagas y heridas laceran su piel. Diego grita sin voz. La luz se va. Agoniza. Caín abraza a Lilith, suavemente, como un amante, y después impone sus manos a Diego. Siente fluir la sangre de Caín hacia él, y se siente rejuvenecer, curado. Caín abraza de nuevo a Lilith, y esta acaricia su sexo. Caín mira a Diego, y con un simple gesto de su mano, hace que aparezca fuera de la cueva.

Una ciudad, antigua como la misma humanidad. Diego está sentado en un trono. Un joven, de largo cabello rubio, tez pálida y azules ojos, le suplica por su don. Le resulta familiar, no sabe porque. Se lo niega. El joven se arrastra y llora, lacerándose, demostrando su fe en el. Diego muerde el cuello del joven, hasta matarlo, dándole a beber después su sangre. El joven vuelve a la vida, besa a su maestro en la mejilla, y a traición, le muerde en el cuello, paralizándolo. Diego grita y grita, mas no puede hacer nada, y siente como cae en un pozo infinito.

Diego despierta, se da con la cabeza en la cama. Esta sudando, muerto de frio. Va al baño. Enciende la luz, se mira al espejo. Tiene muy mala cara. Se lava la cara, y vuelve a mirarse. En el espejo, en lugar de él, el mismo joven de antes, impecablemente vestido de chaqueta, le sonríe. Vuelve a frotarse la cara. No está. Mete la cabeza en el lavabo. Se ve a sí mismo tal y como está ahora, y al hombre, vestido de chaqueta, bailar a su alrededor, haciendo muecas, y blandiendo una estaca. Se da la vuelta, no está. Se mira al espejo. Ve como el hombre aparece desde debajo de ella a su espalda, le coge un brazo increíblemente fuerte, le da la vuelta, y le clava la estaca en el corazón.

Diego despierta, y se da con la cabeza en la cama. Vaya pesadillas, mira el móvil. Las 12 de la mañana. Mira el papel que dejó. Debajo de lo que escribió pone “Felices sueños, que aprendas mucho...”, con una letra que no es la suya. ¿Qué demonios? Va al baño, y se ve a sí mismo, paralizado, con una estaca clavada en el corazón. Se pone delante de él y le toca, no responde. El rictus de terror de sí mismo ni se inmuta. Lo abofetea suavemente, nada. Le golpea en el estomago. Nada. Toca la estaca. Por un momento cree ver los ojos del Diego paralizado moverse. Arranca la estaca, viendo como la herida sana a ojos vista. El otro Diego se mueve, se pone ante él. Sonríe. Le rodea con sus brazos, le susurra al oído: “De entre ellos surgirá el Heraldo”. Y se desvanece.

Diego despierta, y se da con la cabeza en la cama. Que dolor de cabeza... Mira el móvil, las 12:05 de la mañana. Mira el papel que dejó. No pone nada. Siente como el sueño le vence... vuelve a dormir.

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