Me hundo, era lo único que alcanzaba a pensar Vladímir.
Recordaba haber salido de su despacho, dejando a Giulietta y Ambrosio allí, con instrucciones. Bajó a la bodega, y dejó allí otra nota para Giulietta. Después tomó otro pasadizo hacía sus aposentos y preparó una mochila con algunos objetos que pudieran serle de utilidad, como una libreta para tomar notas, algunos libros sobre las hadas, alguna estaca y varias bolsas de sangre como las de los hospitales. Allí podría alimentarse, pero la sangre de hada podia tener efectos como poco alucinógenos. Preferiría estar en plenas facultades. Salió del cuarto sigilosamente y se metió en un pequeño cuartillo usado como almacén. Movió los objetos para que pareciera mas lleno, dejando un hueco entre la pared y varias cajas y una estantería. No era perfecto, pero no sería inmediato encontrar su improvisado portal.
Recordaba haber llevado a cabo los pasos del ritual de forma impecable, ayudándose de uno de los libros que llevaba. Tomó la cajita de bronce y tal y como hiciera con el de plata poco antes en su despacho, realizó el ritual para armar el puzzle que formaban los trozos de cristal. Una vez que el espejo brillaba con el habitual tono azulado, guardó todas las cosas en la mochila, excepto la cajita de bronce, y se puso de pié con cuidado sobre el espejo. Cerró los ojos y comenzó a entonar un canto diferente, el canto del pasaje.
No funcionó. ¿Quizá era demasiado pronto para hacerlo? Los espejos tenían que pasar cierto tiempo de reposo... Respiró profundamente, y volvió a repetir el cántico y de repente notó su cuerpo sumergirse. ¿Quizá se había equivocado demasiadas veces? ¿Una entonación errónea del cántico podría tener resultados negativos, en lugar de simplemente no producir resultado alguno? Miró a su alrededor mientras proseguía su caida. Su cuerpo no respondía adecuadamente, lo de nadar lo tenía bastante complicado. Durante un rato, simplemente se dejó hundír, mientras pensaba en alguna posible solución.
De repente, sintió algo muy extraño en su pecho. Era una sensación de opresión al principio, que no supo identificar. Hasta que no la notó subir por su garganta no se dió cuenta. ¡Se estaba quedando sin oxígeno! ¿Pero cómo? ¿Como era posible? ¡Estaba muerto! No necesitaba aire, para subsistir. Su cuerpo dejó de ser un peso muerto, y comenzó a obedecer a sus impulsos, nadando hacia arriba. Braceaba con todas sus fuerzas, pero no distinguía ninguna luz que le indicara la superficie. Notó como la sensación agobiante del pecho se extendía a todo su cuerpo, que dejaba de tener fuerzas para nadar. El agobio y la desesperación le hicieron moverse caóticamente, luchando inutilmente. Finalmente, perdió la consciencia.
Se incorporó de un salto, aterrorizado. Se calmó un poco, y se cercioró de que seguia siendo un no muerto, pues su corazón no latía y no respiraba de forma inconsciente. Mientras las preguntas se agolpaban en su cabeza, terminó de levantarse. Se dió cuenta de que estaba seco ¿Tanto tiempo había estado inconsciente ahí tirado? "Ahí" era una planicie con jirones de vegetación baja, y tierra oscura. Parpadeó un par de veces, pero no conseguia que aquel extraño color rojizo. Era como si todos los colores hubieran sido pasados por un filtro rojo, como en una película. Miró a su alrededor, y vió un sol anaranjado en un cielo rojo sangre. El pánico se apoderó de él, y se escondió detrás de la primera piedra que encontró, tapándose la cabeza con los brazos.
Pasaron un par de minutos hasta que volvió a ser capaz de razonar. No se estaba quemando. Estaba al sol y no se estaba quemando. Se levantó y se volvió hacia el sol. Aún con algo de miedo, lo miró fijamente, poniendo una mano por delante, pues le dolían un poco los ojos. Cuando estos se habituaron, miró directamente al sol. Todavía sentía algo en su interior agitándose temeroso, pero sus propias carcajadas (¡miraba al sol sin sufrir daño alguno!) terminaron por tranquilizarlo.
Una vez superada la euforia inicial, siguió mirando a su alrededor. Notó que el sol subía, por tanto estaba amaneciendo, así que estableció que el sol salía por el Este, aunque no tenía ni idea de si en Arcadia (si es que estaba allí), esto era igual que en el plano "real". Al norte divisó una ciclópea cordillera oscura como el carbón, cuyos picos se escondían entre nubes rojizas. Al oeste, un camino apenas marcado en el suelo llevaba hacia lo que parecía un bosque. Hacia el sur, la planicie se extendía hacia el horizonte. Hacía el este, aparte del sol, un camino subía, y se perdía tras unas rocas a lo lejos.
Se quitó la mochila para buscar un libro con algunos mapas de Arcadia que trajo consigo. Quizá seria capaz de identificar donde estaba. Esas montañas tenían que destacar en cualquier mapa, seguro. De pronto, en el silencio que hasta ahora solo había sido interrumpido por algun ave y el sonido de la brisa, notó algo más. Algo rítmico que subía de intensidad. El galope de un caballo. Venía del este. Y se acercaba cada vez más. Supuso que tendría que aparecer por el camino que surgía entre las rocas, así que se escondió a toda prisa tras la misma roca de antes. Prefería ser precavido. Era un forastero en esas tierras, y quizá el hecho de parar a alguien a preguntar por direcciones podría no ser muy bien acogido.
El sonido del galope seguía acercándose. Incluso notaba como la tierra temblaba bajo él con cada sacudida. La bestia que se acercaba debía ser grande. Todo su cuerpo se puso en tensión conforme aquello pasaba junto a la piedra tras la que se escondía agachado.
Sintió auténtico pánico cuando el galope cesó, apenas pasada la piedra. Escuchó algo similar a un relincho, y después alguien escupiendo. Miró a los lados, evaluando las posibilidades de escape. Mientras, oía el sonido de los cascos del animal, acercándose a su escondite. De repente el ruido cesó, y todo quedó en silencio. El vampiro quedó paralizado. No sabía que hacer, pero salir a enfrentarse a lo que quiera que estuviera ahi fuera no le parecía la idea mas inteligente.
- Sal de ahí. - la voz profunda, grave, casi gutural asustó aun más a Vlad. - Sal de ahí, te digo. - esta vez la voz fue acompañada por el sonido de una hoja al desenvainar. Vlad estaba paralizado por el miedo.
Vlad saltó gritando aterrorizado de su escondite cuando una gigantestca espada se clavó contra la piedra, hundiéndose varios centímetros en esta. Si se hubiera quedado tras la piedra, posiblemente le hubiera abierto la cabeza como un melón. Sin saber como reaccionar, se limitó a mirar al jinete, asustandose aún más al ver, primero, a la montura, una enorme bestia negra, parecida a un caballo, pero el doble de grande que los que acostumbraba a ver en su plano de exitencia, con dos cuernos como los de un carnero, y los ojos anaranjadaos como la lava. La bestia resoplaba nerviosa intenando alejarse de él, pero el jinete no le dejaba. El jinete imponía tanto respeto o más como la montura. Una figura encapuchada con una especie de capa o túnica negra, que debía medir cerca de los tres metros, y muy corpulenta.
- ¿Quién eres? - preguntó secamente el titán sacando su también titánica espada de la piedra y apoyándola en el suelo- ¿Qué eres? - dijo inclinandose hacia el, intentando observarle mejor, y frunciendo el ceño y volviendo a erguirse. Repitió este gesto varias veces.
- M-m-me llamo V-V-Vladímir – dijo como pudo – y soy … soy.. er... - se sentía estúpido – soy un... ¿vampiro?.
- Un vampiro... - el interés del troll pareció genuino – nunca había visto uno, aunque había oído hablar de esas criaturas. Eso explica el olor. ¿Qué haces aquí? Este no es tu plano.
- La v-v-verdad, sería un poco largo de explicar. He hecho uso de magia feérica para llegar hasta aqui. Me estoy ocultando temporalmente, alguien en el sitio de donde provengo quiere verme muerto. - consiguió vencer un poco al miedo, y preguntó - ¿Sabes donde podría conseguir un refugio?
- Estás de suerte, Vladímir el Exiliado. - Pareció sonreir – creo que puedo ayudarte. No tienes porque pasar por lo que pasé yo – dijo mirando hacia el oeste con un punto de nostalgia en la mirada.
- ¿A que te refieres? - no podia negar que se alegraba recibir ayuda, aunque aquel personaje aún le imponía mucho respeto.
- Yo también tuve que abandonar mi lugar de origen, pero a mi nadie me ayudó. Vamos, hacia el oeste – ordenó a la montura que emprendiera la marcha – Te llevaría, pero tu hedor enerva a Tarso. No aceptaría cargar contigo.
- No, no te preocupes, puedo caminar, y correr relativamente rápido... - comenzó a caminar - … ¿como dijiste que te llamabas?
- Gassell.
Horas más tarde, un rojiz o sol caía verticalmente sobre Vladímir, que caminaba todo lo rápido que podía, algunos metros por detrás de Tarso y Gassell, que se giró.
- ¿Necesitas descansar, Exiliado?
- No, no, continuemos. ¿Queda mucho para llegar a nuestro destino?
- A este paso, no llegaremos hoy, quizá mañana al aterdecer.
Vlad quedó en silencio. Quedaba un día largo por delante. Sería cuestión de amenizarlo con algo de conversación.
- ¿Cómo es que entiendes lo que digo, y yo entiendo lo que tu dices? ¿Existen aquí los mismos idiomas que en mi plano?
- ¿Me preguntas a mí? Tu eres el que sabe usar nuestra magia.
El vampiro quedó pensando unos minutos. Cuanto más pensaba, más precipitada y descuidada le parecía la huida que había emprendido. No había tenido en cuenta la barrera del idioma, pero por suerte parecía haberse solucionado sola. Había tenido también muchísima suerte con el asunto de la luz solar, pero no había tenido en cuenta que su olor natural fuera repulsivo para las hadas, y eso que había leído algo sobre el tema. Presentía que a la larga le traería problemas, teniendo en cuenta que su objetivo era pasar desapercibido. Cuando pararan, consultaría alguno de los libros en busca de algo que pudiera paliar la situación. Entretanto, bordearon un pequeño bosquecillo, siguiendo siempre hacia el oeste.
- ¿A dónde vamos, concretamente? - preguntó el cainita, esperando no importunarl troll.
- A mi antiguo hogar, Cliatha. Un pueblo no muy grande, pero podremos refugiarnos por allí.
- Pero decías que tu también te exiliaste. ¿Qué pasó? - aunque no pudo verlo el rostro del jinete se ensombreció.
- Una larga historia, Exiliado, y que no me resulta agradable de contar.
El silencio del jinete se tornó incómodo para Vladímir. Había tocado un punto sensible. Extraordinario comienzo. Por no importunar más, permaneció en silencio, observando por donde pasaban. Tiempo después, llegaron a un riachuelo. El jinete detuvo la marcha, y desmontó, dejando que la bestia se acercara a beber, haciendo su jinete lo mismo, en absoluto silencio. El vampiro prefirió mantener una distancia prudencial.
Gassell abrió un morral que había sujeto a la silla de montar, del que extrajo lo que parecía ser comida y algo parecido a una bota. Tomó tambien algo que Vlad no alcanczó a distinguir y se lo dió de comer al animal. Extendió el brazo con los alimentos hacia el vampiro, que los rechazo con un gesto de la mano. Gassell, sin articular palabra, se sentó en una piedra cercana y comenzó a comer.
Sin más remedio que esperar a que el troll terminara su almuerzo, Vladímir se sentó en el suelo, y sacó un par de libros de la mochila. Buscó durante unos minutos hasta que encontró lo que parecía ser la solución a sus problemas más inmediatos. Releyó el pasaje para cerciorarse un par de veces, dejó el libro y fué hacia la orilla del río. Se quitó toda la ropa, y se metió en el agua. Se sumergió, y hundió las manos en el lecho del río, sacando lodo del mismo, para lanzarlo hacia la orilla. Tras repetir la operación varias veces, salió del agua, bajo la antenta mirada del troll, y comenzó a frotarse el cuerpo y el pelo con el lodo.
Una vez terminó, volvió a vestirse, y se lavó las palmas de las manos en el río. Para probar si lo que habia hecho tenia efecto, se acercó a Tarso poco a poco. Al principio éste parecía reticente, pero no mostró hostilidad alguna. Vladímir consiguió acercarse a apenas dos pasos del animal.
- ¿Crees que dejará que me suba en él? - preguntó
- Es cuestión de probar. - Gassell dió un ultimo trago a la bota, se levantó y guardo todo en el morral. Sacó una pequeña oblea marron oscuro, y se la acercó al animal. - Recoge tus cosas y monta mientras se la doy, te ayudaré. El vampiro obedeció, y con el impulso del troll, consiguió montar sin mayor problema. Se asentó algo más atrás, y Gassell montó seguidamente, ordenando al animal emprender la marcha.
- ¿Hay algun río cerca de Cliatha? - inquirió el cainita subiendo la voz por encima del trote del animal. - ¡Tendré que hacer esto un par de veces al día para camuflar el olor!
- ¡Si, no habrá problema por eso! - dijo el troll, ordenando al animal acelerar el galope.
Horas más tarde, ya anochecido, Gassell detuvo a Tarso cerca de una zona rocosa con arbustos altos. Amarró las riendas del animal a un árbol, y comenzó a buscar ramas secas y hojarasca.
- Hubo un tiempo en el que era el mejor guerrero de éstas tierras – comenzó a narrar el troll, ante la sorpresa de Vladímir, que le ayudaba. - Luché junto a mi señor en batallas duras y crueles, hace yá décadas, en las que murieron miles, de ambas partes. - paró para romper una rama de un arbusto – Era el mejor, guerrero, y defendía con celo los intereses de mi señor en la guerra. Maté a casi un millar de sus enemigos sin dudar. No perdoné la vida a uno solo, pues sólo muerto un enemigo deja de ser enemigo. - El vampiro estuvo a punto de hablar, pero dudó
– En contra de lo que pudieras pensar, no fui colmado con riquezas, gloria y renombre. Me llamaron asesino, depravado y salvaje por mis métodos. - Rompió otra rama. - Gané batallas para él y me repudió. Más aún. Ordenó darme muerte, por considerarme un peligro, un asesino vicioso, sediento de sangre. Por eso me exilié. Huí de mi hogar, donde todos me dieron las espalda. Donde mis antiguos compañeros de armas trataban de traicionarme. También los maté. - rompió otra rama.
- ¿Y porqué regresas? - Vladímir estaba atónito, y la curiosidad le impidió cerrar la boca - ¿Acaso ha sido anulada la orden de tu señor de matarte?
- No. Ni mucho menos. - de rodillas en el suelo, intentaba encender una hogera. Vladímir se alejó - Milesia. Mi prometida. Vuelvo por ella. Fué la única que no me traicionó ni me dió la espalda. Ella me pidió que me fuera, pues prefería saberme vivo aunque lejos antes que muerto. Por lo que sé, fue obligada a recluirse en un templo, para alejarla de la vida pública. No querían que su presencia les trajera mi recuerdo.
- ¿Qué harás cuando la encuentres? - Vlad estaba excitado, en parte por estar metido de lleno en una de esas viejas historias de caballeria que leía de pequeño, y por el fuego, al que procuraba no mirar.
- Le pediré que huya conmigo. Y mataré a cualquiera que se interponga en mi camino. - soplo al pequeño fuego para que prendiera la hojarasca. Se acercó a Tarso, tomó de nuevo los alimentos, los ofreció al vampiro, que los volvió a rechazar, y se sentó cerca del fuego para cenar. - ¿Por qué no comes? - inquirió serio el troll.
Vlad contó lo mejor que pudo al troll su forma de alimentación, enseñandole una de las bolsas de plasma que tenía en la mochila. También le explicó sus problemas con el fuego y la luz solar, mientras su compañero atendía mascando la comida. Divagó contando por encima el porqué de su viaje a Arcadia, las luchas de poder, Ambrosio, Giulietta, y algunos detalles más, pero sin extenderse para no importunarle.
- Interesante – dijo el troll, lacónico, cuando el vampiro terminó. - Finalmente, llegaremos a lasafueras de Cliatha poco después del amanecer. Necesito descansar, el día de mañana será intenso.
- E-está bien – Vlad se quedó algo incomodo, por la escasa respuesta a su relato. - Descansa pues.
A los pocos minutos, el troll estaba profundamente dormido. Vladímir aprovechó para sacar la cajita de plata de la mochila, y realizó todos los pasos necearios para rearmar el espejo. Susurró unas palabras al mismo, y vió como la imagen se hacía turbia, pasando despues a mostrar poco a poco una imagen más familiar. Eran los aposentos de Ambrosio, en La Salle. Vió como el ghoul se asomaba al espejo. Vladímir le saludó con la mano, pero el humano parecía no verle. Trató de coger el espejo con la mano, pero lo soltó. Por lo que vió Vladimir, parecía que se hubiera quemado la mano. Susurró de nuevo al espejo, y volvió a verse a sí mismo. Volvió a susurrar, la imagen se enturbió de nuevo, pero la imagen resultante le mostró nada distinguible, estaba todo oscuro.
Repitió el proceso otra vez, sin resultado. Desistió, lo guardó todo, y se tumbó a descansar, aunque se le hizo raro “descasnsar de noche”.
Con éste como compañero, mis problemas aqui no han hecho sino empezar, pensó, poco antes de caer en un estado de semiinconsciencia.