jueves, 8 de diciembre de 2005

Los quehaceres de Giulietta


Su paso a mejor vida había sido positivo, ya no oía voces, ni se sentía impelido a cometer actos atroces, pero a cambio, y como era lógico, había perdido toda posibilidad de interactuar físicamente con el mundo.

Lo que jamás pudo suponer es que su alma quedaría varada en este mundo. Pensaba que iría a otro mundo, más allá del plano material, quizás donde habitan los seres de fantasía, o atravesaría aquello que algunos llamaban la Teluria, que simplemente no había nada más. Quizás el castigo a sus crímenes era vagar como espíritu, por el castillo, por toda la eternidad.

¿Quizás había dejado algún asunto sin resolver sin saberlo? ¿Dependía eso de él, o de aquellos que dependían de él en mayor o menor medida, de alguna u otra forma?

Por más vueltas que daba, y por mucho que elucubraba, todas las líneas de pensamiento le llevaban hasta ella.

Desde su segunda muerte (indolora y liberadora, todo hay que decirlo), y tras haber vuelto a despertar (por segunda vez moría y resucitaba, convertido en otro ente), la había estado observando.

En un principio parecía haber estado muy afectada, pero se recuperó rápidamente (todo lo rápido que Dorian podía alimentarla con su propia sangre, según había visto), y se había rehecho a sí misma, y adoptado su cargo con diligencia e iniciativa. Le agradó ver que no se equivocó al elegirla (como si hubiera tenido muchas alternativas).

La soledad del ser un espíritu errante le castigaba, pero se veía obligado a seguirla y observarla. No sabía si obligado por algo o alguien, o pos su propio subconsciente... aun recordaba cómo le imploraba que no se matara.

¿Podía el deseo que formula alguien para que no muera otra persona trascender la realidad, y cumplirse, atando al muerto de alguna forma al mundo real?
¿Quizás su relación con ella era más poderosa que simples negocios, y no se había dado cuenta? ¿Quizás ella sí, o tampoco?

Había muchas preguntas por resolver aún y quizás tuviera toda la eternidad para buscar las respuestas, o quizás no, y probablemente lo que iba a hacer supusiera problemas Giulietta, en distintos niveles, pero quiso asumir el riesgo. Ansiaba saber lo que había quizás atisbado en no-vida, pero no se atrevió a formular.

Se acercó, flotando ligeramente a la cainita, y posó una mano en su frente, mirándola. Sin abrir la boca, susurró su nombre.

...Giulietta...

Giulietta de repente pego un salto hacia atrás algo sobresaltada. ¿Que ha sido eso? La cainita estaba ensimisma pensando en los documentos de la caja y en la conversación mantenida anteriormente con Carlo cuando sintió algo fuera de lo común, le había parecido oír algo, pero enseguida se tranquilizo, lo achacó al cansancio, al fin y al cabo aun no se había recuperado completamente del incidente ocurrido días atrás, por lo que decidió ignorar el hecho y recoger los documentos para ponerlos en un lugar seguro.

Supuso que la reacción de la mujer sería algo parecido a eso. Evidentemente, no podía verle, y no se podía decir que pudiera "oírle".

Intentó tomar un bolígrafo de la mesa, para escribir algo, pero aunque ya era capaz de asir objetos y "sentirlos", todavía no era suficientemente hábil como para manejarlos, y ya escribir iba a ser algo top-clases.

Decidió volver a intentarlo. Ya que hablar con ella era como meterse en su cabeza y hablar justo allí, pensó que no tendría que ser tan complicado, dada su pasada vida como Malkavian. Quizás en lugar de hablar, debiera intentar establecer un vínculo, tocar las cuerdas, como hacía antes, generar la voz en la cabeza de Giulietta, con el recuerdo que ella guardaba de él.

No le agradaba la idea de hurgar en la cabeza de la cainita... en realidad sí, bueno, pero era por causas de fuerza mayor.

Pasó la mano por el candelabro, para que la luz titilase, y llamar su atención. La cainita quedó algo sorprendida, aun agitada por la experiencia anterior. En ese momento, aprovecho para entrar en ella, como había hecho tantas veces con tantos otros, mirando sus ojos, verdes y brillantes.

Conforme exploraba su mente, fue desechando recuerdos y vivencias, hasta encontrarse a sí mismo dentro de ella. No pensó en recrearse, ya que se estaba cansando, mucho, estaba haciendo aquello sin "tener el poder", simplemente porque sabía cómo se hacía, así que iba con delicadeza, y el esfuerzo hacia mella en él. Antes de quedar exhausto, alcanzó a manejar su mente lo suficiente (un buen entrenamiento en dementacion nunca se pierde), para hablar en su cabeza, con la voz que tenía cuando estaba vivo:

Giulietta...

Sintió que había funcionado, ella le habría oído, por fuerza. Y tuvo que salir, sentía un dolor indescriptible, necesitaba seguir practicando, antes de seguir con Giulietta, quizás con alguien que tuviera con él un lazo más estrecho...

¡Ambrosio!

...quizás el si sirviera...

Las luces parpadearon y acto seguido Giulietta sintió lo que un mortal probablemente hubiera denominado un dolor de cabeza.

Entre el malestar general distinguió claramente una voz que pronunciaba su nombre, una voz que la estaba llamando, una voz que ya había oído antes. Se le heló la sangre. No tenía ni la más remota idea de lo que podía estar pasando.

Lo que más lógico le pareció en aquel momento es que alguien capaz de controlar la mente ajena estaba jugando con ella, si lo que pretendía era causarle miedo lo estaba consiguiendo, pero la cainita no cedería tan fácilmente.

Intentó mantenerse firme, poco a poco lo fue consiguiendo, al empezar a tranquilizarse se dio cuenta de lo que realmente sentía no era miedo si no incertidumbre, ya que ella podía manejar la mente de los demás, pero lo que le estaban haciendo no era lo mismo, era algo que desconocía. Y lo peor de todo... ¿Porque es de Vladimir la voz que he oído?

Se encontraba tremendamente cansado, si, los espíritus también se agotan, nunca te acostaras sin saber algo nuevo.

Decidió que tendría que seguir practicando con Ambrosio antes de poder comunicarse con Giulietta de forma eficiente. El tiempo no era problema, ambos tenían toda la eternidad.

Así, abandonó la habitación, no sin antes atravesar el cuerpo de Giulietta con su ectoplasma, en su camino para salir de la habitación. Era una sensación divertida, y más divertido era ver la reacción de la víctima.

Giulietta volvió a sentir algo en su interior, pero esta vez no solo en la cabeza, si no por todo el cuerpo, un escalofrió que la hizo estremecerse por completo.

La cainita permanecía inmóvil, estaba tensa, totalmente alerta a la espera de que algo sucediera...

La lasombra intento volver a sus quehaceres, pero no con seguía concentrarse. Se puso en pie, se acerco a uno de los grandes ventanales y descorriendo la cortina se quedo mirando al cielo estrellado por la ventana.

Durante unos minutos, Vlad siguió a su antiguo ghoul. Tan obediente, tan dedicado, incluso tras su muerte, seguía obedeciendo sus órdenes, al entrar al servicio de Giulietta.

Irónicamente, le iba a prestar servicio incluso después de la muerte. Necesitaba comunicarse con la cainita, pero antes tenía que practicar con alguien cuyos lazos con él fueran lo suficientemente fuertes como para no resultar doloroso ni para el humano ni para el espíritu. Cuando adquiriese practica, podría reintentarlo con la cainita.

Ambrosio estaba ensimismado en sus quehaceres, sin percatarse de la presencia (como si pudiera, ja!). Tenía la mente en blanco así que sería fácil entrar en ella.

Como hiciera en vida, extendió su mente a la del humano. Extrañamente, y como había podido comprobar, una mente humana ofrecía más resistencia que la de un vástago, dada su "resistencia" a creer en lo sobrenatural, y a que un ser humano era una criatura "normal", mientras que un vampiro era inherentemente sobrenatural, y por tanto, menos cerrado a ese tipo de cosas. Pero todo era variable, según el grado de escepticismo y contacto con lo ultramundano de la persona. En el caso de Ambrosio, dada sus experiencias, no resultó muy problemático.

Una vez estuvo dentro comenzó a pulsar zonas cerebrales aquí y allá, como tocando el arpa del alma.

Pero todo lleva su tiempo, así que debía dejar a Ambrosio libre de nuevo, para volver de nuevo a practicar al tiempo.

Las semanas pasaron.

Ejerciendo de Arzobispo


El coche se detuvo delante de las inmediaciones del Castillo y el vástago abrió la puerta con suavidad. Había oído rumores de que el Sabbat éstaba por esta área de la ciudad, y como no estaba decantado por ningún bando en particular, decidió presentar sus respetos al Obispo local.
Se acercó a la puerta y llamó al timbre y esperó pacientemente a que le contestaran.

Ambrosio se acerco a la puerta con tranquilidad y parsimonia. Se recoloco la pajarita y se estiro el traje, acto seguido abrió la puerta.

- Buenas noches caballero. ¿Que desea?

Carlo miró al ghoul, sin decir nada mientras su mirada escrudiñaba al individuo. Recobró su compostura y con una ligera sonrisa en u expresión se dirigió a Ambrosio de la forma más educada posible.

Que tengáis una buena noche... Me han informado de que aquí reside el Obispo local y me gustaría poder ser recibido por el mismo.

Ambrosio abrió la puerta para ceder el paso al recién llegado.

- Pase caballero, ahora mismo anunciare su presencia al arzobispo... ¿Me cede su abrigo?

Arqueó una ceja cuando dijo "Arzobispo". ¿Es que este lugar es tan importante como para que hubiera un arzobispo? Cedió su abrigo a Ambrosio, haciendo un gesto de asentimiento cortés

- Muchas gracias, buen hombre

Ambrosio cogió el abrigo del cainita y lo colgó en un armario cercano.

- Por favor, sígame.

Comenzó a andar hacia el despacho donde se encontraba el arzobispo, Ambrosio llamo a la puerta, tras retirar la mano la puerta se abrió, era Dorian, que salía del despacho, al salir fijo su mirada en el recién llegado, le reconocía como el cainita que fue a la inauguración del Estigia.

Al fondo, tras el escritorio se encontraba Giulietta, vestida con un traje negro de raya diplomática y zapatos de tacón, estaba escribiendo en un libro que cerró en cuanto Ambrosio entro.

- Mi señora, tiene visita. - Dijo a la cainita.

- Gracias Ambrosio, puedes retirarte. - Contesto al mayordomo, que salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí.

- Por favor, tome asiento. - La mujer se puso en pie y señalo a uno de los asientos situados frente a su escritorio.

Al ver a Dorian lo reconoció de inmediato. Había estado en la inauguración de Estigia y había estado vigilando sus movimientos mientras estuvo en el local. No le dio tiempo a pensar sobre el tema, ya que cuando llegó a la estancia donde se encontraba Giulietta, la frase que le dijo le disipó de sus pensamientos.

Por favor, siéntate.

Se sentó pesadamente sobre uno de los sillones, observando rápidamente las características del arzobispo. Le parecía rara la poca intervención del Sabbat, ya que parecía ser una mujer con garra, al menos en apariencia. No era especialmente atractiva, aunque algo en ella hacía que no pasara desapercibida.

- Que tengáis una buena noche... siento interrumpiros en vuestros quehaceres, no sabía que estuvieraias ocupada. Mi nombre es Carlo Contresco y vine a presentar mis respectos al obispado local. - Su acento era claramente italiano.

Giulietta se levanto y se apoyo en el gran escritorio frente a Carlo, le miro de arriba a abajo y le extendió la mano de forma amistosa pero firme.

- Encantada, mi nombre es Giulietta Strozzi, y tranquilo, no es nada importante lo que interrumpís. - Contesto en un perfectísimo italiano. - Con que presentar respetos al obispado... bueno, arzobispado en este caso, eso está bien, pero decidme, ¿habéis ido también a presentar vuestros respetos a nuestra "encantadora" príncipe? - Al hacer la pregunta miro fijamente a los ojos del cainita esperando una respuesta. Por un momento se recordó a sí misma, en la misma posición que Contresco ahora, la primera vez que vió a Vladimir.

Carlo aceptó la mano gustoso. Le parecía simpatizar con la encargada del Sabbat local. La verdad es que estaba de acuerdo con las creencias de la Mano Negra, aunque nunca se había decidido a llevarlas a cabo. Respondió bien a la mirada de la príncipe, estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones sociales.

- Me alegro de al menos tener una compatriota en la ciudad. Aprendí castellano en una escuela privada, pero no es lo mismo. -Respondió sonriendo ligeramente, para luego proseguir con su conversación

- En realidad, ni pude concertar cita con la príncipe: al parecer está de viaje. Parece que no está demasiado interesada en los asuntos de la ciudad.

Giulietta, que continuaba hablando en italiano, no pudo evitar una pequeña carcajada al oír la respuesta de Carlo.

- Pronto os daréis cuenta de que la hospitalidad y modales de la príncipe de esta ciudad dejan muchísimo que desear, y que al mismo tiempo su desfachatez alcanza límites insospechados.

La lasombra miro durante un instante al armario cercano al escritorio.

- Disculpadme, no os he ofrecido nada de beber, ¿gustáis? - Dijo en tono afable.

- Seria todo un placer. - Dijo esto en respuesta al ofrecimiento de Giulietta. Estaba totalmente de acuerdo con ella, era una actitud irresponsable la de dejar sus asuntos así, sin confiar en alguien para tomar las redes.

- Quizás sería una buena ocasión para extender influencia sobre algunas zonas de la ciudad, ¿no creéis? El ser que no evoluciona acaba pereciendo, se vuelve rígido e inmóvil.

Al oír la aceptación del cainita Giulietta se puso en pie y abrió el armario mientras el vástago continuaba hablando, pero sin dejar de atender a sus palabras, del armario saco dos finas copas y una elegante botella, todo ello de cristal, sirvió las copas y le tendió una a Carlo. La sangre que había servido no era sangre cualquiera, para un italiano la mujer se había decantado por sangre de su propia tierra nada como el vino de casa, sangre de una virgen italiana.

- Extender influencias... por supuesto... ¿y por qué no empezar por los recién llegados? jajaja - bromeo la cainita. - Para seros sincera, me resulta interesante y a la vez sospechoso que alguien que lo primero que hizo al llegar a la ciudad fue intentar ver a la príncipe de la camarilla hable al arzobispo sobre expandir las influencias del Sabbat... - dejo el tono jocoso a un lado y hablo con voz seria y firme. - ¿No estáis de acuerdo? - Bebió un ligero sorbo.

Le atraía el cálculo que tenía aquella mujer. No se trataba de ninguna juerguista o de alguien que se tomara las cosas en broma. Por esa misma razón le parecía extraño ver a tanto zona de la ciudad en posesión de la Camarilla mientras que Giulietta parecía ser una líder tenaz.

Dio un sorbo a la bebida, le parecía de buen gusto aunque no se entretuvo y cambó también su tono

- Cierto es...veo que sois una mujer observadora, quizás os extrañen mis palabras por parecer demasiado...abiertas. No soy absolutamente nadie como para criticar vuestra postura, francamente, sería la que yo adoptaría. Sin embargo... - Dejó la bebida a un lado.

- Lo cierto es que siempre he sido un solitario, no soy ningún estúpido mentecato que se dice llamar "Artista" cuando lo único que hace es criticar y caer en la perversión. Vengo a proponeros un acuerdo, porque mis ideales convergen bastante con los vuestros.

Giulietta volvió a ocupar su lugar tras el escritorio sentada en el cómodo sillón, se recostó y miro fijamente a Carlo.

- Vuestros ideales convergen con los míos... creo que lleváis poco tiempo en la ciudad y yo poco tiempo en el poder como para poder afirmar semejante sentencia con tanta rotundidad...

Giulietta parecía un tanto pensativa.

- Hablad.

- Quizás no me haya explicado con soltura. No os conozco, pero por lo que puedo ver, parecéis tomaros en serio vuestro puesto y no ser el típico aristócrata ladrador...Yo tampoco estoy avergonzado de mi existencia vampírica, ni creo que la tenga que ocultar frente a los mortales...Por eso mismo me fui de Italia, mis pensamientos no convergen con el resto de mi casa.

Cogió de nuevo su copa, su semblante era serio, aunque no por ello menos cortés.


- Mi interés no es poder, sino metas. La príncipe también tiene poder, pero no veo que haya establecido alguna meta u objetivo. Esa es la diferencia de pensamiento a lo que me refiero: no estoy hablando de que tenga o no poder, sino un objetivo específico.

Giulietta miraba pacientemente a Carlo. ¿Familia? ¿Italia? ... ¿un Giovanni?, esperaba que le contara aquello que parecía tener planeado.

- Esta bien, decidme de que metas habláis, vuestros planes si es que los tenéis y queréis compartirlos conmigo. En resumen, el verdadero motivo de vuestra visita.

Bebió de nuevo, estaba satisfecho de que Giulietta tuviera interés en lo que él quería decirle. Todo esto no se hubiera materializado sin una profunda reflexión de su pasado y no quería echarlo todo a perder. No se trataba de maldad, sino, es una cuestión de superioridad de la cual nunca se había dado cuenta anteriormente.

- Voy a montar un Club, una sala de fiestas con diversos juegos y entretenimientos...quizás el tema os interese. Mi intención es conseguir influencia, y con ella moldear la situación de la ciudad de una forma sutil... No se trata de algo brusco, por lo que dudo que llamaría la atención. Además, las palabras y la reputación hacen más daño que simples estacas y palos. Quizás entonces "podríamos"... - Hizo un énfasis en la última palabra - Conseguir invertir las tornas.

Giulietta permanecía impasible, aunque estaba totalmente atenta ¿un club? ¿Ese es su maravilloso plan? no puede ser... jajajaja.

- Con que un club, ¿que pretendéis conseguir realmente? ¿En que consistirá ese club? y lo más importante ¿hacia donde queréis girar las tornas?

- Quizás no os habéis dado cuenta de que el verdadero "poder", por así decirlo, reside en las masas. El pastor que conduzca su rebaño con presteza puede hacer lo que desee con él: eso es a lo que me refiero. Quizás mi propuesta os parezca una memez...

Paró un momento para proseguir.

- Sin embargo, es más efectivo que enviar perros o simples insultos. Ganar prestigio a través de actos sociales da fuerza para influir en las acciones que pueden afectar el desarrollo de los eventos. Si se consigue dejar a la príncipe sola, sin nadie a quien recurrir, no tendrá más remedio que abandonar la ciudad por más tiempo que un par de meses. Mi intención con abrir el local que os dije anteriormente serviría como centro a largo plazo para reunir tanto ganado, como finanzas y contactos... En resumen, obtener el monopolio de esta ciudad. La fama no consiste en ser famoso: sino tener una buena imagen social y usarla en tu beneficio.

Esperó la respuesta de la Arzobispo, era cuestión de que pensara en su sugerencia, que aunque algunos podrían calificar de absurda, normalmente es la que prevalece frente a palos y piedras.

A Giulietta seguía sin convencerle la idea, estaba casi segura de que ocurriría la historia de siempre, inauguraría el club, iría gente durante unos días y luego caería en el olvido como todo en aquella ciudad, le gustaría poder equivocarse... bueno, pensandolo seriamente, en realidad le era un tanto indiferente.

- Bueno, si esos son vuestros planes no sé realmente que esperáis de mi, de todos modos, sea lo que sea prefiero esperar un tiempo prudencial antes de embarcarme en ninguna cruzada o campaña. En cualquier caso agradecería me dijerais donde os alojáis para poder localizaros en caso de que sea preciso.

- Perdonad mi falta de atención...aquí tenéis - Contresco le dio una tarjeta donde marcaba su número de teléfono móvil y su dirección.

De todas formas, llamadme por teléfono si realmente necesario...prefiero no usarlo. La dirección que podéis ver aún no está en uso, aún necesito unos días para amueblar mi estancia. Por ahora me encuentro en el hotel Doñana.

Giulietta guardo la tarjeta en una pequeña caja de madera que había sobre la mesa.

- Con que el hotel Doñana... creo que todos pasamos por el nada más llegar a esta ciudad, jajaja.

- Bueno, ¿algo más que deseéis comentarme?

- De mi parte no, pero si vos deseáis compartir algo conmigo, estaría dispuesta a oíros.

Carlo miró un momento su reloj de cuerda.

- De todas formas, sabed que mi casa es igualmente la vuestra y si acaso tenéis algún apuro no dudéis en llamarme.

Giulietta se puso en pie y extendió la mano hacia Carlo.

- En ese caso esto es todo por el momento. Si necesitáis algo no dudéis en hacérmelo saber.

La aceptó y se puso de pie igualmente.

- Ha sido un placer hablar con vos, Doña Strozzi.

Después de aquella despedida se limitó si salir del castillo por el mismo camino por el que había entrado, no hacía falta que le acompañaran.

En cuanto Carlo hubo salido del castillo Dorian entro en el despacho.

- Ese es, el es a quien vi merodeando en la inauguración del Estigia. Simplemente entró, echó un vistazo y se fue, es como si estuviera buscando algo o a alguien... - Hablo el mortal nada más entrar en la sala.

- Lo suponía, es nuevo en la ciudad. Estate tranquilo por el momento y deja tus paranoias a un lado por un momento. - Contesto la mujer con voz serena.

- No deberías fiarte del Giulietta.

- Y no lo hago, sabes que no me fio de nadie. - Elevo algo la voz al pronunciar la última palabra. - Y ahora déjame tranquila, tengo cosas que hacer.

Dorian salió sin decir nada más.

miércoles, 9 de noviembre de 2005

Tras la muerte del Arzobispo

Involuntariamente Giulietta estuvo a punto de morir junto con el malkavian, Vladimir, antiguo arzobispo de la ciudad.

Si no hubiera sido por Dorian, que la arrastro a la oscuridad y la cubrió con su propio cuerpo, la lasombra hubiera muerto.

Esa misma mañana Ambrosio, ex-mayordomo de Vladimir, ahora bajo las órdenes de Giulietta, se dirigió al Castillo de Santiago para recibir órdenes de su nueva señora. Al llegar llamo a la puerta, que cedió a su contacto, estaba abierta, algo que extraño a Ambrosio, que temeroso entro en el castillo. El hombre miro a su alrededor buscando a Giulietta o a Dorian, pero no veía ni oía a nadie, se acerco a las escaleras y quedo estupefacto al ver que del final de un pasillo del piso superior había luz, pero luz natural, como si al quién hubiera dejado una ventana abierta.

Ambrosio subió todo lo rápido que pudo en dirección a la luz, en circunstancias normales el hecho de que hubiera luz solar en un castillo no debería ser preocupante, pero era algo grave cuando se trataba de un lugar donde ésta era mortal para sus moradores.

Al llegar encontró una puerta rota balanceándose en sus goznes por el viento y el cuerpo de Dorian junto a una pared en una postura poco natural. Tras tomarle el pulso vio que seguía vivo y como pudo le llevo a una de las habitaciones del piso de arriba, le tumbo en un cama y llamo a una ambulancia. Cuando esta llego los enfermeros se llevaron a un malherido Dorian ya consciente.

Ambrosio permaneció en el castillo, buscando a su nueva señora por todas las habitaciones pero sin dar con ella. Subió nuevamente a la torre del homenaje y vio algunas cenizas esparcidas, se arrodillo ante ellas, amasó las cenizas y se las llevó a la cara mientras lloraba. Sabía a quien pertenecían, pero lo que dudaba era si la lasombra había seguido el mismo camino. Una idea que fue afianzándose en su pensamiento, ya que no la había encontrado en su guarida siendo de día.

Sin saber qué hacer, Ambrosio fue al hospital donde estaba ingresado Dorian.

El joven tenía un hombro dislocado y un par de costillas rotas, pronto le darían el alta. Hasta entonces Ambrosio permaneció junto a él, ambos en silencio sin intercambiar ninguna palabra.

A los dos días los humanos volvieron al castillo, una vez dentro, Dorian se dirigió a Ambrosio:

- ¿Donde está Giulietta?

- Temo que se fuera con mi señor.

- ¿Cómo? Eso es imposible, ella jamás haría algo así.

- He registrado todo el castillo, y lo único que he encontrado son cenizas.

Dorian no creyó que lo que le decían fuera cierto, aun dolorido y vendado avanzo rápidamente hasta la habitación donde Giulietta descansaba por el día: vacía. Si no esta aquí solo puede estar en un lugar... volvió a la entrada y bajo la escalera, busco la puerta que llevaba al sótano bajo la atónita mirada de Ambrosio, quien no había reparado en la escondida puerta, Dorian la abrió y bajo las escaleras en la más absoluta oscuridad, al llegar abajo una tenue luz le basto para encontrar el cuerpo de Giulietta en el suelo, inconsciente y herido por el sol, no sabía cómo, pero la mujer consiguió llegar hasta allí por su propio pie.

Por el lugar donde se encontraba supuso que nada más cerrar la puerta del sótano cayo por las escaleras y no tuvo la fuerza necesaria para levantarse nuevamente.

Con un terrible dolor, Dorian la cogió en brazos y salió del sótano. La incertidumbre y extrañeza eran totalmente visibles en el rostro de Ambrosio.

- Ábreme la puerta de sus aposentos, necesita descansar. Dijo Dorian.

Ambrosio corrió hasta la habitación que el joven le había indicado, deposito a Giulietta en su ataúd y ambos salieron dejando a la lasombra en la más absoluta oscuridad.

Dorian pasaba las noches velando a Giulietta, que permanecía inmóvil en su ataúd, a simple vista parecía que con el paso de los días sus heridas se iban curando, aunque ella permanecía inmóvil.

Una noche, la lasombra se incorporo repentinamente y se abalanzo al cuello de Dorian, bebió de él lo suficiente como para saciarse momentáneamente sin acabar con su vida.

Tras esto salió ágilmente del ataúd y corrió al fondo de la habitación. Dorian cayó al suelo y con los ojos bien abiertos miro hacia donde su señora había ido, viendo solo dos puntos verdes y brillantes en la oscuridad... borrosos... el joven cayó inconsciente.

Al poco, Giulietta volvió, cogió a Dorian y salió de la estancia, dejo al joven en su cuarto sin mediar palabra y busco a Ambrosio, que sin saber nada de lo ocurrido se entretenía limpiando las lámparas del gran salón:

- Dorian está enfermo, atiéndele. - Dijo en un tono serio.

- Señora, habéis despertado... - Pero la lasombra se fue dejando al hombre con las palabras en la boca.

Giulietta fue a darse un largo y tranquilo baño, necesitaba relajarse y ordenar sus ideas.

Vladimir se ha ido y ahora yo soy la arzobispo de San Lucar... sin duda Valkas se alegrara de oírlo... en Roma no esperaban buenas noticias tan pronto... aunque hubiera preferido que todo esto no fuera tan precipitado... el cargo me viene grande y no sé cómo manejar a los cainitas de la ciudad... aunque afortunadamente parece que últimamente las cosas están bastante tranquilas...

Tras darle muchas vueltas, Giulietta se seco, vistió y bajo nuevamente al primer piso, al entrar en su despacho se cruzo con Ambrosio, tenia preocupación en la mirada, al parecer ya se había dado cuenta de la "enfermedad" de Dorian. Giulietta sostuvo en sus manos la caja que Vladimir le había traído antes de suicidarse, y se dispuso a abrirla.

Ahora Giulietta estaba tranquila en su despacho, las cortinas estaban totalmente echadas y solo un candelabro cercano a su mesa iluminaba la estancia, había dado órdenes de que nadie la molestara bajo ningún concepto.

Abrió la caja y en ella encontró multitud de papeles y carpetas que fue revisando una a una. Lo más destacable era la información que el malkavian había estado intercambiando con la setita, sabia de dicha relación entre ambos cainitas, pero ahora la tenía delante, había también un pequeño dossier sobre aquellos que había pasado por la ciudad, el diario personal de Vladimir, que a pesar de ser ilegible en gran parte contenía fragmentos bastante interesantes sobre la vida de su predecesor y extraños documentos sobre una investigación llevada a cabo en el Pinar por el tremere de la zona, Gaethano.

Lo demás no eran más que desvaríos de un pobre loco o documentos de importancia más irrelevante.

La lasombra paso horas sin moverse del sillón leyendo los documentos, una vez hubo terminado se recostó sobre el sillón y descanso.

martes, 8 de noviembre de 2005

This is the end, my only friend, the end...

Horas antes, lo había dejado todo arreglado en La Salle.

Ambrosio, aturdido, aún no terminaba de creerlo. Pudo ver la tristeza y la sorpresa en sus ojos. Dejó instrucciones dadas para que tras su marcha, todo siguiera como hasta entonces, y entraran al servicio de Giulietta.

Preparó una pequeña caja, con todo lo que Giulietta debiera considerar más importante, en su nuevo cargo. Algunos libros y dossiers, algunas llaves que debería cuidar, y una nota, de su puño y letra, explicándole los porqués, sus nuevas funciones, y de qué disponía en La Salle. Aún así, todavía conservaba el humor cínico, y la felicito por su ascenso.

A eso de las 6 de la mañana, se dirigió al Castillo, y llamó a la puerta principal. Tocó dos veces y apareció Dorian, que se quedó un poco perplejo. Le hizo entrega de la caja, dirigida a la atención de la Srta. Strozzi.

- ¿No deberíais ir rápidamente a vuestro refugio? Amanecerá en breve... - preguntó el joven soñoliento.

- Precisamente. No hay refugio que enclaustre lo que tengo aquí dentro- dijo con un dedo en la sien.- Muerto el perro, se acabo la rabia. Demasiados años he huido hacia delante sin contemplar la solución final, tan cercana, tan simple. Tan deliciosa.

La cara de Dorian se despejo de sueño, reflejando terror, y a la vez, sorpresa. Los poderes "de convicción" de Vlad estaban surgiendo efecto. Quería ver a alguien realmente afectado por su muerte, aunque fuera una "afectación inducida".

- Cuida de tu señora, sírvela bien, pues los tiempos que vienen serán más duros. Suerte

Sin más, entró al castillo, dejando atrás a un sorprendido Dorian. Atravesó el recibidor, pasillos y salones con paso ceremonial y parsimonioso. Buscando subir a la torre del homenaje.

Dorian, con la caja en las manos estaba estupefacto, no sabía qué hacer, si intentar detener al arzobispo o darle el empujón final... tras unos segundos estimo que lo más oportuno seria avisar a Giulietta.

Se dio la vuelta y corrió hacia el despacho, pero freno en seco al ver que la puerta se abría y la cainita, con cara de pocos amigos y paso firme se dirigía velozmente hacia Vladimir, interponiéndose entre él y la escalera.

- ¿Qué demonios significa esto?

Sus sobrenaturales ojos verdes inyectados en sangre parecían más brillantes que nunca, su voz era firme.

Vlad se paró a los pies de una escalera. Sin mirarla, dijo:

- Aquí es donde yo termino, y tú empiezas. Hacía tiempo que venía barajando la posibilidad de hacerlo. Y por fin, he visto la luz. Me voy. Me libero de mí mismo, y de todos ellos. No hay nada que puedas hacer para detenerme. Y no pienses en diabolizarme. Lo que yo tengo en la cabeza es infinitamente peor que no tener reflejo. Cuídate y hazlo lo mejor que sepas.

Comenzó a subir las escaleras hacia lo alto de la torre.

La ira no hacía más que aumentar en la cainita, no son formas de hacer las cosas, no así, ¡así no! Giulietta no hacía más que tratar de interponerse en el camino del malkavian y buscar sus ojos con la mirada. Hasta que finalmente se coloco un par de escalones por encima de él, y sujetándole fuertemente por los hombros le miro fijamente y de sus labios solo salió una pregunta:

- ¿Por qué?

- Trata de vivir con las voces. Voces que te odian, que te ayuden a fallar, que se regocijan con tus errores, que te impiden ser tú, que luchan por arrebatarte tu yo. Voces que te animan a seguir criando voces, a seguir descendiendo por la espiral. Yo nunca quise esto, aunque llegué a aceptarlo. Pero es demasiado. No puedo seguir. Y no quiero que haya nadie como yo, pero tampoco puedo exterminar a los Malkavian. Algunos son felices así.

Miraba a los ojos de Giulietta. Puso calor en sus manos y sus manos en las mejillas de ella. Si no fuera porque ya no podía hacerlo de forma natural, lloraría.

Giulietta estaba furiosa, consigo misma por no haber podido evitar esto y sobre todo con el por lo que estaba haciendo. Mientras escuchaba a Vladimir no pudo reprimir una palabra que salió como un suspiro: cobarde.

En el fondo podía comprender porque estaba haciendo todo esto, pero para la lasombra el suicidio no era una liberación ni una vía de escape, si no el más alto exponente de la cobardía que podía imaginar. Le irritaba de sobremanera que alguien a quien en cierto modo admiraba pudiera acabar así.

Una lágrima roja descendió por la mejilla de la mujer depositándose en la mano de Vladimir.

- Esto no es como una adicción, o un vicio. Es una enfermedad. Incurable. Y es para toda la eternidad. No puedo hacer nada para enfrentarme a ella, está por encima de mis posibilidades. Es casi de origen Divino, y no la quiero. No la elegí, pero me fue impuesta. Es hora de acabar con mi autodestrucción psicológica, y el mal que causo a los otros, por esta enfermedad. Cada vez me cuesta más ser yo, y no quiero acabar convertido en un manojo de personalidades arbitrarias. Antes, el fuego.

Quito las manos de las mejillas de Giulietta. Llevó la mano con sangre hacia los labios de ella y dejó la sangre allí. Se acercó, subiendo un peldaño. Quería subir, pero ella estaba en su camino. Era una lástima que ella no pudiera hacer nada para aliviar su condición, sería bonito poder ser salvado.

La lasombra no se movió del sitio, su mente intentaba buscar motivos que dieran ganas de seguir "viviendo" al malkavian, pero parecía demasiado convencido como para dar marcha atrás.

- No lo hagas.

La ira iba desapareciendo poco a poco dando lugar a la desesperación y a un cumulo de sentimientos que la confundían y minaban su voluntad.

- Dame una razón... quizás te escuche

Miraba a sus ojos, verdes y refulgentes, primero a uno, después al otro, rápidamente.

Sentía un torbellino dentro de ella que le confundía, que se reflejaba en él y sus voces, que caóticamente intentaban imponerse unas a las otras, un continuo susurro que minaba su moral y su razón.

Una razón, una sola razón podría hacerle cambiar de idea, piensa Giulietta, piensa, esto no puede acabar así... por más que lo intentaba ninguna excusa le parecía lo suficientemente buena como para hacer cambiar de opinión a un malkavian sin ganas de vivir, pero si había una ligera oportunidad tenía que aprovecharla.

- No puedes dejarme sola, quédate, se mi mentor y amigo.

Las palabras salieron de su boca como si fuera otro el que las hubiera pronunciado, no fue consciente de ello hasta que no lo dijo, pero aun así parecía darse cuenta de que era lo único que podía ofrecerle, todo lo que tenia.

Vlad miró a Dorian, que aun estaba en mitad del salón, petrificado.

- No estás sola, tu Dorian está contigo. Así como todos mis sirvientes.

Volvió a sus ojos verdes:

- Y no hay nada que pueda enseñarte, salvo terror y locura. Demencia, visiones, frustración, terror y autodestrucción, ... ¿Acaso quieres eso?

La lasombra no dejo de sostener la mirada ni un segundo.

- Humanos, ¿con eso me tengo que conformar?, la compañía de humanos... - en la, hasta ahora, firme voz de la mujer se podía percibir una leve veta de histeria. - Y el que no haya nada que puedas enseñarme es algo debería decidir yo, y no tu.

-Si pudieras curarme de mi enfermedad, me quedaría a tu lado siempre, para enseñarte todo cuanto quisieras. Pero tú y yo sabemos que eso no es posible. Y soy lo suficientemente egoísta como para preocuparme por acabar con mi sufrimiento antes que de tú.

Las palabras de Vladimir llegaron al alma de Giulietta, ahora la duda que pudieran albergar sus ojos había desparecido, estaba dispuesta a obligarle a quedarse, fuera como fuera.

- Pues yo soy lo suficiente egoísta como para no dejarte hacerlo.

La lasombra se planto firme y altivamente frente al malkavian, no parecía tener ninguna intención de dejarle pasar.

Dado que era más alto que ella, no necesitó subir el único escalón que les separaba para ponerse a su altura. Se acercó a ella. Mucho. Tanto que sus narices casi se tocaban. Su rostro reflejaba angustia y dolor. Pena y sufrimiento. Susurrando, con la voz rota, dijo:

- ¿No comprendes que no soy tuyo? No soy como Dorian, un esclavo voluntario de tus deseos. Tengo mi propia y retorcida voluntad. No soy tu juguete. No soy un pájaro al que enjaulas para que te cante por las mañanas. No puedes hacerme eso.

La lasombra no se movió del sitio, miraba al frente, sus ojos, perdidos en el vacío.

- No, no lo eres, pero no por ello voy a permitir que cometas una locura, por muy malkavian que seas. Jamás permitiría que nadie hiciera lo que tú tienes en mente, y menos aun si se trata de alguien a quien veo útil y aprecio, como tú.

Giulietta no se movía, si no fuera por los movimientos de su boca al hablar parecería una estatua de cera. Mientras tanto, Dorian se había ido, ya no estaba al pie de la escalera.

- ¿Que ves útil? Ya tienes lo que querías ¿no? Eres Arzobispo en lugar del Arzobispo. Todo cuanto querías es tuyo. Disponte a librar tu guerra contra la Camarilla, mientras me retiro discretamente a mi descanso.

Utilizó su sangre para aumentar su fuerza, tomando a Giulietta por la cintura, cogiéndola en peso, y apartándola delicadamente a un lado.

Siguió subiendo las escaleras.

A la lasombra no le gustaba que se la quitaran de en medio con tanta facilidad. Apretó los puños y tensó los músculos, subió rápidamente las escaleras hasta llegar a la altura de Vladimir y le agarro con fuerza, y potencia.

- Si te dejas llevar así no tendré todo lo que quiero, ¡y yo sola no puedo contra la Camarilla de esta ciudad! - Con su avance impedido, se giró a medias

- ¿Y qué otra maldita cosa quieres? - se estaba empezando a poner ligeramente nervioso.

Giulietta era una niña caprichosa, cuando quería algo movía cielo y tierra hasta conseguirlo, en ocasiones apenas reparando en la voluntad ajena, como en este caso. La cainita agarro con fuerza al malkavian del brazo y con la voz algo subida de tono contesto:

- ¿Acaso no es evidente? ¡Que no te suicides!

La mujer miro a los ojos de Vladimir, donde antes había visto una pequeña brizna de esperanza y cordura. Seguía allí, pero a pesar de sus esfuerzos se veía incapaz de alcanzarla. Giulietta se sentía derrotada y frustrada. Con la mirada en el vacio se dejo caer suavemente hasta quedar sentada en las escaleras a los pies del antiguo arzobispo. Y allí, descalza y algo desaliñada, la lasombra parecía ajena al mundo que la rodeaba, sin mover un solo musculo de su cuerpo, totalmente impasible, salvo por una lagrima que asomaba pero no llegaba a caer.

Caprichosa chiquilla...

La dejo allí, medio sollozando, y siguió subiendo las escaleras.

Finalmente, llegó arriba, a la puerta que daba al balcón de la torre. Puso las manos en las manijas, y cerró los ojos. Inspiró fuertemente, como un humano, dispuesto a realizar el que quizás fuera el acto más humano que hiciera desde que fue abrazado.

Por fin libraría al mundo de su maldición, y lo que era más importante, a sí mismo. Extrañamente, no sentía miedo, ni impaciencia. Solo una profunda calma.

Abrió las puertas. Aun no había amanecido. Pasó al balcón, y cerró tras de sí. Se acercó a la baranda del balcón, y se sentó en la misma. Conocía aquel castillo y sabía que aquella balconada miraba al Este, así que podría ver el Sol nada más salir.

Por momentos, la calma más absoluta, la paz, inundaban su alma. Jamás se había sentido así, ni siendo humano. Recordó todos los años pasados mientras esperaba al sol, sintiéndose cada vez más en paz consigo mismo, más cerca de volver a ser humano, ya que iba a morir, como los humanos. Dejaría de ser una criatura sobrenatural, y volvería al origen. Al ser humano. A Dios, si es que existía.

El cielo se estaba tiñendo ya de los colores del amanecer, y se dio cuenta. Estaba respirando. No exhalaba ni inspiraba, pero su pecho se movía como si lo hiciera. Estaba tan relajado. Si esto no es la Golconda, poco debe faltar, pensó.

Sonrió y entrecerró los ojos, mirando hacia donde empezaba a asomar el Sol, y abrió los brazos, para recibir finalmente la paz ansiada. Sintió como el calor inundaba su cuerpo, y como iba dejando de sentirlo conforme se iba convirtiendo en cenizas.

Antes de que pudiera gritar, simplemente, terminó.

Cuando Giulietta volvió en si se dio cuenta de que estaba sola en la escalera, maldita sea, se puso en pie y a trompicones llego a lo alto de la escalera, miro a un lado y al otro, sabia a donde ir, solo esperaba poder llegar a tiempo.

Corrió tan rápido como pudo hacia la torre del homenaje, al llegar la puerta estaba cerrada, a la carrera reunió todas sus fuerzas y golpeo la puerta rompiendo la cerradura y abriéndola con brusquedad. Lo que vio jamás lo olvidaría.

Vladimir, con los brazos extendidos recibiendo los cálidos y mortíferos rayos de sol. Cenizas llevadas por el viento.

Giulietta estaba sufriendo graves quemaduras a casusa del sol, a pesar de encontrarse aun dentro del edificio algunos rayos llegaron hasta ella. La lasombra gritaba de furia y sobretodo de dolor, cuando rápidamente alguien la agarro con fuerza y la aparto de la entrada, tumbándola en el suelo. La mujer no era consciente de lo que hacía, estaba totalmente fuera de sí, empujo fuertemente a su salvador contra una pared y finalmente quedo inconsciente.

viernes, 26 de agosto de 2005

Después de algún tiempo...

Después de algún tiempo, volvió a encontrarse ante las puertas del gran castillo.

Aparcó la moto y llamó a las grandes puertas.

Después silencio, y la setita Salvina quedó esperando respuesta a su llamada.

Ambrosio oyó la puerta, y acudió presto a abrir. Ahora en el castillo seguía cumpliendo la misma misión que en La Salle, dejando a Dorian otros quehaceres.

Cuando abrió la puerta encontró a una pelirroja que le era familiar.

- Buenas noches señorita Nefer, ¿que se le ofrece?

- Buenas noches, quisiera ver al Arzobispo, como es costumbre.

A la pelirroja le caía bien aquel hombre, y le habló muy amistosamente.

- ¿Sería posible?

Ambrosio, algo sorprendido, abrió la puerta a la mujer y le hizo una reverencia, era increíble como volaban las noticias.

- Por supuesto señorita, hágame el favor de acompañarme, la llevare hasta su despacho.

- ¿Me da su abrigo señorita Nefer?

- Si claro, tome usted.

Después de darle el abrigo, siguió al simpático hombre al despacho al que tantas veces se había dirigido. Pero no sabía por qué, notaba algo raro en el ambiente.

Ambrosio llamo firmemente a la puerta.

- La señorita Nefer desea verla. - Al decir esto la gran puerta se abrió lentamente. Ambrosio hizo una reverencia a Salvina y muy elegantemente se fue.

La puerta abierta dejaba ver una gran sala con un escritorio al fondo y a Giulietta tras de él. Vestía un traje de chaqueta y falda por la rodilla rojo, una hermosa gargantilla negra y zapatos negros con tacón y correa al tobillo.

Cuando se abrió la puerta levanto la mirada del documento que estaba leyendo y se digirió a la setita:

- Por favor, adelante. Dijo indicando uno de los asientos junto al escritorio.

Ya el desea verla le había sonado raro, pero cuando vio a Giulietta en el lugar de Vladimir, se le ocurrieron desde las peores a las mejores cosas.

- Pues realmente, no deseaba nada, o por lo menos con usted, ¿qué le ha pasado a Vladimir?

La sonrisa de la Setita había cambiado completamente y su rostro parecía mas pálido que antes, si eso era posible.

La lasombra no pudo evitar poner cara de circunstancias, en el caso en el que Vladimir no hubiera muerto, ¿como esperaba encontrarle en el Castillo de Santiago teniendo en cuenta que su residencia es La Salle? en fin, creo que Salvina tenía una buena relación con Vladimir, así que veamos como se lo planteo...Giulietta se puso en pie y volvió a señalar el asiento.

- Por favor Salvina. Señalo nuevamente al sillón.

Una vez que la setita se hubo sentado, Giulietta dio la vuelta al escritorio y se apoyo en el quedando frente a la cainita.

- Bueno, si venias buscando a Vladimir, creo que deberías haber ido a La Salle, que era su habitual lugar de residencia, ya que desde mi llegada a San Lucar yo resido aquí... por otro lado, actualmente tampoco en La Salle hubieras dado con el...

- Se que esta no es la residencia, pero estuve el La Salle y no había nadie, por lo que supuse que estaría aquí, pues puede decirse que este era su segundo hogar, si es que ese loco tubo alguna vez hogar.

Giulietta miraba fijamente a la setita, su tono era serio, y a pesar de intentar poner una voz totalmente neutra podían notarse ápices de tristeza en sus palabras.

- Pues me temo que no podrás encontrarle ni en La Salle ni aquí, Vladimir Von Thremischek ha muerto... definitivamente.

- ¿Muerto?, pero que les pasa a los Arzobispos de esta ciudad, caéis como la moscas, en lo que llevó aquí ya he conocido a más de tres, Joder.

La setita se reclinó un poco en su asiento, y dio un gran suspiro.

- Bueno, entonces he de suponer que tu eres la nueva Arzobispo, enhorabuena.

Volvió a ponerse derecha en su asiento, con aire solemne.

A la lasombra le hizo bastante gracia el comentario de la setita.

- Con que caemos como moscas... bueno, espero poder romper con tan desafortunada costumbre... jajajaja. Y supones bien, Vladimir me ha legado su puesto. Bueno, ante semejante situación tal vez quieras contarme lo que venias a decirle al Arzobispo.

- Contarle, contarle, en realidad, nada importante. La amistad que nos unía era vacía, de simbiosis diría yo. Simplemente cada algún tiempo, me pasaba por aquí y le contaba cosas de la ciudad, que él no sabía, a veces cosas sin relevancia, a veces cosas interesantes, pero nos manteníamos informados y así nos llevábamos bien.

Los ojos de la Setita revoloteaban, mirando cada rincón de la habitación, a la vez que hablaba con suma naturalidad.

Giulietta parecía un tanto divertida con la situación, le caía bien aquella mujer.

- Bueno, somos animales de costumbres, tal vez nosotras podríamos tener la misma simbiosis, un intercambio del que ambas podríamos salir beneficiadas.

- Eso esperaba, por supuesto, al fin y al cabo fue así con los otros dos arzobispos anteriores, me alegro. -Se puso de pie. - Bueno, ahora tengo que marcharme, la noche es larga y he de revolotear para traerte buenas nuevas. Por cierto, me alegro de que el poder en esta ciudad, recaiga en manos de mujeres, por fin el Sabbat se ha dado cuenta, como lo hizo la camarilla.

Giulietta sonrió.

- Me alegro de oír eso.

Se puso en pie y tendió la mano cordialmente a la setita.

- Que pases una buena noche, estaremos en contacto. Al decir esto guiño un ojo a Salvina, ignorando el último comentario que la mujer había dicho ya que no estaba del todo segura de como tomárselo.

- Ha sido un placer, y venga a visitarme a mi casa o al hotel cuando guste, siempre habrá sitio para usted.

Tomo la mano de la lasombra y la estrechó, luego la soltó.

- Gracias por la invitación. - Contesto sonriente la lasombra.

- Perdona, ¿mi abrigo?

- Ambrosio está en la puerta esperando con tu abrigo en la mano, no te preocupes. - Y efectivamente, el viejo mayordomo aguardaba con el abrigo junto a la entrada.

- Muchas gracias por todo.

Salió y cogió su abrigo con cuidado poniéndoselo después con delicadeza. Por último ando los pasillos del castillo que llevaban a la salida y se marchó.

viernes, 22 de julio de 2005

Naturaleza Muerta I: El Páramo

Me hundo, era lo único que alcanzaba a pensar Vladímir.

Recordaba haber salido de su despacho, dejando a Giulietta y Ambrosio allí, con instrucciones. Bajó a la bodega, y dejó allí otra nota para Giulietta. Después tomó otro pasadizo hacía sus aposentos y preparó una mochila con algunos objetos que pudieran serle de utilidad, como una libreta para tomar notas, algunos libros sobre las hadas, alguna estaca y varias bolsas de sangre como las de los hospitales. Allí podría alimentarse, pero la sangre de hada podia tener efectos como poco alucinógenos. Preferiría estar en plenas facultades. Salió del cuarto sigilosamente y se metió en un pequeño cuartillo usado como almacén. Movió los objetos para que pareciera mas lleno, dejando un hueco entre la pared y varias cajas y una estantería. No era perfecto, pero no sería inmediato encontrar su improvisado portal.

Recordaba haber llevado a cabo los pasos del ritual de forma impecable, ayudándose de uno de los libros que llevaba. Tomó la cajita de bronce y tal y como hiciera con el de plata poco antes en su despacho, realizó el ritual para armar el puzzle que formaban los trozos de cristal. Una vez que el espejo brillaba con el habitual tono azulado, guardó todas las cosas en la mochila, excepto la cajita de bronce, y se puso de pié con cuidado sobre el espejo. Cerró los ojos y comenzó a entonar un canto diferente, el canto del pasaje.

No funcionó. ¿Quizá era demasiado pronto para hacerlo? Los espejos tenían que pasar cierto tiempo de reposo... Respiró profundamente, y volvió a repetir el cántico y de repente notó su cuerpo sumergirse. ¿Quizá se había equivocado demasiadas veces? ¿Una entonación errónea del cántico podría tener resultados negativos, en lugar de simplemente no producir resultado alguno? Miró a su alrededor mientras proseguía su caida. Su cuerpo no respondía adecuadamente, lo de nadar lo tenía bastante complicado. Durante un rato, simplemente se dejó hundír, mientras pensaba en alguna posible solución.

De repente, sintió algo muy extraño en su pecho. Era una sensación de opresión al principio, que no supo identificar. Hasta que no la notó subir por su garganta no se dió cuenta. ¡Se estaba quedando sin oxígeno! ¿Pero cómo? ¿Como era posible? ¡Estaba muerto! No necesitaba aire, para subsistir. Su cuerpo dejó de ser un peso muerto, y comenzó a obedecer a sus impulsos, nadando hacia arriba. Braceaba con todas sus fuerzas, pero no distinguía ninguna luz que le indicara la superficie. Notó como la sensación agobiante del pecho se extendía a todo su cuerpo, que dejaba de tener fuerzas para nadar. El agobio y la desesperación le hicieron moverse caóticamente, luchando inutilmente. Finalmente, perdió la consciencia.

Se incorporó de un salto, aterrorizado. Se calmó un poco, y se cercioró de que seguia siendo un no muerto, pues su corazón no latía y no respiraba de forma inconsciente. Mientras las preguntas se agolpaban en su cabeza, terminó de levantarse. Se dió cuenta de que estaba seco ¿Tanto tiempo había estado inconsciente ahí tirado? "Ahí" era una planicie con jirones de vegetación baja, y tierra oscura. Parpadeó un par de veces, pero no conseguia que aquel extraño color rojizo. Era como si todos los colores hubieran sido pasados por un filtro rojo, como en una película. Miró a su alrededor, y vió un sol anaranjado en un cielo rojo sangre. El pánico se apoderó de él, y se escondió detrás de la primera piedra que encontró, tapándose la cabeza con los brazos.

Pasaron un par de minutos hasta que volvió a ser capaz de razonar. No se estaba quemando. Estaba al sol y no se estaba quemando. Se levantó y se volvió hacia el sol. Aún con algo de miedo, lo miró fijamente, poniendo una mano por delante, pues le dolían un poco los ojos. Cuando estos se habituaron, miró directamente al sol. Todavía sentía algo en su interior agitándose temeroso, pero sus propias carcajadas (¡miraba al sol sin sufrir daño alguno!) terminaron por tranquilizarlo.

Una vez superada la euforia inicial, siguió mirando a su alrededor. Notó que el sol subía, por tanto estaba amaneciendo, así que estableció que el sol salía por el Este, aunque no tenía ni idea de si en Arcadia (si es que estaba allí), esto era igual que en el plano "real". Al norte divisó una ciclópea cordillera oscura como el carbón, cuyos picos se escondían entre nubes rojizas. Al oeste, un camino apenas marcado en el suelo llevaba hacia lo que parecía un bosque. Hacia el sur, la planicie se extendía hacia el horizonte. Hacía el este, aparte del sol, un camino subía, y se perdía tras unas rocas a lo lejos.

Se quitó la mochila para buscar un libro con algunos mapas de Arcadia que trajo consigo. Quizá seria capaz de identificar donde estaba. Esas montañas tenían que destacar en cualquier mapa, seguro. De pronto, en el silencio que hasta ahora solo había sido interrumpido por algun ave y el sonido de la brisa, notó algo más. Algo rítmico que subía de intensidad. El galope de un caballo. Venía del este. Y se acercaba cada vez más. Supuso que tendría que aparecer por el camino que surgía entre las rocas, así que se escondió a toda prisa tras la misma roca de antes. Prefería ser precavido. Era un forastero en esas tierras, y quizá el hecho de parar a alguien a preguntar por direcciones podría no ser muy bien acogido.

El sonido del galope seguía acercándose. Incluso notaba como la tierra temblaba bajo él con cada sacudida. La bestia que se acercaba debía ser grande. Todo su cuerpo se puso en tensión conforme aquello pasaba junto a la piedra tras la que se escondía agachado.

Sintió auténtico pánico cuando el galope cesó, apenas pasada la piedra. Escuchó algo similar a un relincho, y después alguien escupiendo. Miró a los lados, evaluando las posibilidades de escape. Mientras, oía el sonido de los cascos del animal, acercándose a su escondite. De repente el ruido cesó, y todo quedó en silencio. El vampiro quedó paralizado. No sabía que hacer, pero salir a enfrentarse a lo que quiera que estuviera ahi fuera no le parecía la idea mas inteligente.

- Sal de ahí. - la voz profunda, grave, casi gutural asustó aun más a Vlad. - Sal de ahí, te digo. - esta vez la voz fue acompañada por el sonido de una hoja al desenvainar. Vlad estaba paralizado por el miedo.

Vlad saltó gritando aterrorizado de su escondite cuando una gigantestca espada se clavó contra la piedra, hundiéndose varios centímetros en esta. Si se hubiera quedado tras la piedra, posiblemente le hubiera abierto la cabeza como un melón. Sin saber como reaccionar, se limitó a mirar al jinete, asustandose aún más al ver, primero, a la montura, una enorme bestia negra, parecida a un caballo, pero el doble de grande que los que acostumbraba a ver en su plano de exitencia, con dos cuernos como los de un carnero, y los ojos anaranjadaos como la lava. La bestia resoplaba nerviosa intenando alejarse de él, pero el jinete no le dejaba. El jinete imponía tanto respeto o más como la montura. Una figura encapuchada con una especie de capa o túnica negra, que debía medir cerca de los tres metros, y muy corpulenta.

- ¿Quién eres? - preguntó secamente el titán sacando su también titánica espada de la piedra y apoyándola en el suelo- ¿Qué eres? - dijo inclinandose hacia el, intentando observarle mejor, y frunciendo el ceño y volviendo a erguirse. Repitió este gesto varias veces.

- M-m-me llamo V-V-Vladímir – dijo como pudo – y soy … soy.. er... - se sentía estúpido – soy un... ¿vampiro?.

- Un vampiro... - el interés del troll pareció genuino – nunca había visto uno, aunque había oído hablar de esas criaturas. Eso explica el olor. ¿Qué haces aquí? Este no es tu plano.

- La v-v-verdad, sería un poco largo de explicar. He hecho uso de magia feérica para llegar hasta aqui. Me estoy ocultando temporalmente, alguien en el sitio de donde provengo quiere verme muerto. - consiguió vencer un poco al miedo, y preguntó - ¿Sabes donde podría conseguir un refugio?

- Estás de suerte, Vladímir el Exiliado. - Pareció sonreir – creo que puedo ayudarte. No tienes porque pasar por lo que pasé yo – dijo mirando hacia el oeste con un punto de nostalgia en la mirada.

- ¿A que te refieres? - no podia negar que se alegraba recibir ayuda, aunque aquel personaje aún le imponía mucho respeto.

- Yo también tuve que abandonar mi lugar de origen, pero a mi nadie me ayudó. Vamos, hacia el oeste – ordenó a la montura que emprendiera la marcha – Te llevaría, pero tu hedor enerva a Tarso. No aceptaría cargar contigo.

- No, no te preocupes, puedo caminar, y correr relativamente rápido... - comenzó a caminar - … ¿como dijiste que te llamabas?

- Gassell.

Horas más tarde, un rojiz o sol caía verticalmente sobre Vladímir, que caminaba todo lo rápido que podía, algunos metros por detrás de Tarso y Gassell, que se giró.

- ¿Necesitas descansar, Exiliado?

- No, no, continuemos. ¿Queda mucho para llegar a nuestro destino?

- A este paso, no llegaremos hoy, quizá mañana al aterdecer.

Vlad quedó en silencio. Quedaba un día largo por delante. Sería cuestión de amenizarlo con algo de conversación.

- ¿Cómo es que entiendes lo que digo, y yo entiendo lo que tu dices? ¿Existen aquí los mismos idiomas que en mi plano?

- ¿Me preguntas a mí? Tu eres el que sabe usar nuestra magia.

El vampiro quedó pensando unos minutos. Cuanto más pensaba, más precipitada y descuidada le parecía la huida que había emprendido. No había tenido en cuenta la barrera del idioma, pero por suerte parecía haberse solucionado sola. Había tenido también muchísima suerte con el asunto de la luz solar, pero no había tenido en cuenta que su olor natural fuera repulsivo para las hadas, y eso que había leído algo sobre el tema. Presentía que a la larga le traería problemas, teniendo en cuenta que su objetivo era pasar desapercibido. Cuando pararan, consultaría alguno de los libros en busca de algo que pudiera paliar la situación. Entretanto, bordearon un pequeño bosquecillo, siguiendo siempre hacia el oeste.

- ¿A dónde vamos, concretamente? - preguntó el cainita, esperando no importunarl troll.

- A mi antiguo hogar, Cliatha. Un pueblo no muy grande, pero podremos refugiarnos por allí.

- Pero decías que tu también te exiliaste. ¿Qué pasó? - aunque no pudo verlo el rostro del jinete se ensombreció.

- Una larga historia, Exiliado, y que no me resulta agradable de contar.

El silencio del jinete se tornó incómodo para Vladímir. Había tocado un punto sensible. Extraordinario comienzo. Por no importunar más, permaneció en silencio, observando por donde pasaban. Tiempo después, llegaron a un riachuelo. El jinete detuvo la marcha, y desmontó, dejando que la bestia se acercara a beber, haciendo su jinete lo mismo, en absoluto silencio. El vampiro prefirió mantener una distancia prudencial.

Gassell abrió un morral que había sujeto a la silla de montar, del que extrajo lo que parecía ser comida y algo parecido a una bota. Tomó tambien algo que Vlad no alcanczó a distinguir y se lo dió de comer al animal. Extendió el brazo con los alimentos hacia el vampiro, que los rechazo con un gesto de la mano. Gassell, sin articular palabra, se sentó en una piedra cercana y comenzó a comer.

Sin más remedio que esperar a que el troll terminara su almuerzo, Vladímir se sentó en el suelo, y sacó un par de libros de la mochila. Buscó durante unos minutos hasta que encontró lo que parecía ser la solución a sus problemas más inmediatos. Releyó el pasaje para cerciorarse un par de veces, dejó el libro y fué hacia la orilla del río. Se quitó toda la ropa, y se metió en el agua. Se sumergió, y hundió las manos en el lecho del río, sacando lodo del mismo, para lanzarlo hacia la orilla. Tras repetir la operación varias veces, salió del agua, bajo la antenta mirada del troll, y comenzó a frotarse el cuerpo y el pelo con el lodo.

Una vez terminó, volvió a vestirse, y se lavó las palmas de las manos en el río. Para probar si lo que habia hecho tenia efecto, se acercó a Tarso poco a poco. Al principio éste parecía reticente, pero no mostró hostilidad alguna. Vladímir consiguió acercarse a apenas dos pasos del animal.

- ¿Crees que dejará que me suba en él? - preguntó

- Es cuestión de probar. - Gassell dió un ultimo trago a la bota, se levantó y guardo todo en el morral. Sacó una pequeña oblea marron oscuro, y se la acercó al animal. - Recoge tus cosas y monta mientras se la doy, te ayudaré. El vampiro obedeció, y con el impulso del troll, consiguió montar sin mayor problema. Se asentó algo más atrás, y Gassell montó seguidamente, ordenando al animal emprender la marcha.

- ¿Hay algun río cerca de Cliatha? - inquirió el cainita subiendo la voz por encima del trote del animal. - ¡Tendré que hacer esto un par de veces al día para camuflar el olor!

- ¡Si, no habrá problema por eso! - dijo el troll, ordenando al animal acelerar el galope.

Horas más tarde, ya anochecido, Gassell detuvo a Tarso cerca de una zona rocosa con arbustos altos. Amarró las riendas del animal a un árbol, y comenzó a buscar ramas secas y hojarasca.

- Hubo un tiempo en el que era el mejor guerrero de éstas tierras – comenzó a narrar el troll, ante la sorpresa de Vladímir, que le ayudaba. - Luché junto a mi señor en batallas duras y crueles, hace yá décadas, en las que murieron miles, de ambas partes. - paró para romper una rama de un arbusto – Era el mejor, guerrero, y defendía con celo los intereses de mi señor en la guerra. Maté a casi un millar de sus enemigos sin dudar. No perdoné la vida a uno solo, pues sólo muerto un enemigo deja de ser enemigo. - El vampiro estuvo a punto de hablar, pero dudó

– En contra de lo que pudieras pensar, no fui colmado con riquezas, gloria y renombre. Me llamaron asesino, depravado y salvaje por mis métodos. - Rompió otra rama. - Gané batallas para él y me repudió. Más aún. Ordenó darme muerte, por considerarme un peligro, un asesino vicioso, sediento de sangre. Por eso me exilié. Huí de mi hogar, donde todos me dieron las espalda. Donde mis antiguos compañeros de armas trataban de traicionarme. También los maté. - rompió otra rama.

- ¿Y porqué regresas? - Vladímir estaba atónito, y la curiosidad le impidió cerrar la boca - ¿Acaso ha sido anulada la orden de tu señor de matarte?

- No. Ni mucho menos. - de rodillas en el suelo, intentaba encender una hogera. Vladímir se alejó - Milesia. Mi prometida. Vuelvo por ella. Fué la única que no me traicionó ni me dió la espalda. Ella me pidió que me fuera, pues prefería saberme vivo aunque lejos antes que muerto. Por lo que sé, fue obligada a recluirse en un templo, para alejarla de la vida pública. No querían que su presencia les trajera mi recuerdo.

- ¿Qué harás cuando la encuentres? - Vlad estaba excitado, en parte por estar metido de lleno en una de esas viejas historias de caballeria que leía de pequeño, y por el fuego, al que procuraba no mirar.

- Le pediré que huya conmigo. Y mataré a cualquiera que se interponga en mi camino. - soplo al pequeño fuego para que prendiera la hojarasca. Se acercó a Tarso, tomó de nuevo los alimentos, los ofreció al vampiro, que los volvió a rechazar, y se sentó cerca del fuego para cenar. - ¿Por qué no comes? - inquirió serio el troll.

Vlad contó lo mejor que pudo al troll su forma de alimentación, enseñandole una de las bolsas de plasma que tenía en la mochila. También le explicó sus problemas con el fuego y la luz solar, mientras su compañero atendía mascando la comida. Divagó contando por encima el porqué de su viaje a Arcadia, las luchas de poder, Ambrosio, Giulietta, y algunos detalles más, pero sin extenderse para no importunarle.

- Interesante – dijo el troll, lacónico, cuando el vampiro terminó. - Finalmente, llegaremos a lasafueras de Cliatha poco después del amanecer. Necesito descansar, el día de mañana será intenso.

- E-está bien – Vlad se quedó algo incomodo, por la escasa respuesta a su relato. - Descansa pues.

A los pocos minutos, el troll estaba profundamente dormido. Vladímir aprovechó para sacar la cajita de plata de la mochila, y realizó todos los pasos necearios para rearmar el espejo. Susurró unas palabras al mismo, y vió como la imagen se hacía turbia, pasando despues a mostrar poco a poco una imagen más familiar. Eran los aposentos de Ambrosio, en La Salle. Vió como el ghoul se asomaba al espejo. Vladímir le saludó con la mano, pero el humano parecía no verle. Trató de coger el espejo con la mano, pero lo soltó. Por lo que vió Vladimir, parecía que se hubiera quemado la mano. Susurró de nuevo al espejo, y volvió a verse a sí mismo. Volvió a susurrar, la imagen se enturbió de nuevo, pero la imagen resultante le mostró nada distinguible, estaba todo oscuro.

Repitió el proceso otra vez, sin resultado. Desistió, lo guardó todo, y se tumbó a descansar, aunque se le hizo raro “descasnsar de noche”. Con éste como compañero, mis problemas aqui no han hecho sino empezar, pensó, poco antes de caer en un estado de semiinconsciencia.

jueves, 21 de julio de 2005

Huida repentina

Giulietta se alegraba de haber matado a Samuel, si no lo hubiera hecho Vladimir le hubiera interrogado, y estaba segura de que no protegería a una traidora...

- Cuando me comentaste que sentías que alguien te acechaba hablé con algunos contactos y alerté a Dorian, no te dije nada para no preocuparte, - sus manos se posaron en los hombros de Vladimir - hace unas horas recibí una llamada, al parecer alguien quiere verte muerto. Me dijeron que un asesino estaba aquí para acabar contigo, y al recordar que Dorian mencionó a un recien llegado a la ciudad vine corriendo... - se separó del cainita, tomó asiento en una silla cercana.

Vladimir, apoyado en el gran escritorio atendía, entre sorprendido y resignado. Confirmadas sus sospechas, solo quedaba ver qué podría hacer para evitar ser asesinado, y saber con quién podría contar para ello.

Hasta que no muera no le dejarán en paz... Giulietta permaneció en silencio unos segundos, pensativa, antes de continuar:

- Tienes que desaparecer por completo, no dejarán de perseguirte hasta que te olviden o te den por muerto.

Un vástago nunca olvida a una presa... pensaba el arzobispo, mirando a Giulietta con media sonrisa en la cara, aunque sus ojos le delataban, tenía la cabeza en otro sitio.

- ¿Qué estas pensando? - preguntó la mujer - ¿Se te ha ocurrido algo?

Vladímir asintió con la cabeza y se dirigió a una de las estanterías a espaldas de su escritorio. Tomo de ella una cajita de madera labrada, la abrió sobre el escritorio y sacó de ella una pareja de espejos ovalados, apenas mas largos que su dedo índice, con los bordes de plata. Miró a Ambrosio e hizo un leve gesto con la mano. El humano obedeció y se acercó al escritorio, quedando de pie frente al mismo, a la derecha de Giulietta.

- Giulietta, necesito que te levantes, colocate a la misma altura que Ambrosio. - La cainita, que observaba la escena algo extrañada, se colocó en posición sin hacer preguntas. En cierto modo tenía curiosidad por ver que nueva locura había pergeñado el Arzobispo, aunque se sentía algo incómoda por los espejos.

El Arzobispo puso un espejo frente a cada uno de los otros. Abrio la cajonera de la mesa, y extrajo la cajita de plata, de la que sacó una gasa blanca, que seguidamente extendió. Giulietta se sorprendió cuando el cainita comenzó a formar el puzzle de trozos de espejo.

- ¿Qué es todo ésto? Vladímir... ¡estamos en medio de un asunto muy serio! - cerró los puños y se inclinó hacia delante. - ¡No hay tiempo para jugar con las hadas!

El Arzobispo se limitó a levantar el dedo indice hacia la cainita, pidiendole que guardara silencio durante un momento, sin siquiera levantar la cabeza del puzzle, que resolvía poco a poco. Varios segundos mas tarde, comenzó a hablar:

- ¿Qué propones que hagamos? No conozco a mi enemigo, por tanto no puedo enfrentarme a él. Debo esperar y averiguar mas para poder encararlo. Mientras tanto... ¿donde podría esconderme? Esta ciudad no es lo suficientemente grande, y soy demasiado popular aqui, como para esconderme. Además... ¿de quién podría fiarme, aparte de vosotros dos? - Giulietta se sintió aliviada, el arzobispo parecía no saber nada de su implicacion en la trama.

- Parece ser que quien me quiere muerto me conoce. Y si me conoce a mi, te conocen a tí. Si quieren ir a por el Arzobispo, darán con el Obispo en el proceso. - Giulietta intentó hablar, no entendia muy bien por donde iba Vladímir. - Lo que quiero decir, es que es necesario poner tierra de por medio... - volvió a mirarla.

- ¿Piensa el señor volver a Moldavia? - preguntó Ambrosio.

- No, Ambrosio, sería demasiado obvio. - siguió cabizbajo, ocupado con el puzzle, que estaba casi resuelto. - Sería el primer lugar en el que buscarme, si desaparezco de aqui. Necesito poner más espacio de por medio. Y lo mas importante, necesito estar ilocalizable. - miró a ambos cuando colocó la última pieza de cristal - Incluso por vosotros. - su cara se iluminó con un leve fulgor azul proveniente del espejo, que se intensificó. - las piezas no solo encajaron en la mesa, sino también en la cabeza de Giulietta.

- Piensas... ¿piensas poner en práctica lo que has estado estudiando sobre las hadas? - su tono de voz expresaba exactamente lo que estaba pensando, está rematadamente loco. El Arzobispo sonrió, consciente de ello.

- Si, creo que es la mejor alternativa ¿no crees?

- ¡Estas loco! - Giulietta dio con la palma abierta en la mesa - tengo propiedades en las que podriamos esconderte. Conozco gente que podria ayudarte - Giulietta se sorprendió de lo creíble que parecía su actuación, el papel de amiga preocupada le salía bien. Cuanto más lo pensaba más le convenía el plan de Vlad, en Arcadia, el mundo de las hadas, sería casi imposible encontrarle, así podría fingir su muerte como había planeado. Aunque seguía siendo una opción bastante arriesgada.

- Ya te lo he dicho, cuando vuelvan, serás el blanco más obvio. Y lo siento, pero ¿podríais mantener el secreto incluso bajo tortura? Es mejor no arrisegarse. - Giulietta se mostró ligeramente ofendida, aunque comprendía el razonamiento del vampiro - Además, si les decis que me fui con las hadas, puede que no os crean y os sigan torturando hasta mataros, o quiza os tomen por locos y os dejen en paz. En cualquier caso, yo seguiría a salvo. - la frialdad y crueldad de las palabras del Arzobispo sorprendió a la cainita.

- ¿Y si se creen que estás en Arcadia? ¿O si lo averiguan ellos? - pensó que intentar razonar con el Arzobispo era como hacerlo con un niño pequeño, pero aún así, debía asegurarse de las posibilidades que había de que lo encontraran, ya que si esto ocurriera su coartada se vendría abajo y no tardarían en acabar con ella.

- Pues tendrán que averiguar como venir a buscarme. Vosotros no sabeis como hacerlo, y si encuentran todo esto, todavía tendrán que aprender como lo hice yo. O contactar con algún especialista. En cualquier caso, ganaremos tiempo. - Con absoluto convencimiento, entonó una pequeña cancion, apenas susurrada, mientras Giulietta se giró y dio un par de pasos en redondo, nerviosa y pensativa. Las piezas del espejo se unieron de nuevo en una sola y el fulgor aumentó de intensidad.

Vladimir siguió entonando la canción, tomó los espejitos, y los llevó hacia el espejo grande. Ambrosio quedó boquiabierto al ver como los brazos del Arzobispo se hundían hasta los codos en el espejo, como si fuera un manantial. El fulgor azul aumentó de intesidad, mientras el arzobispo seguía entonando ininteligibles mantras con los ojos cerrados.

Poco a poco, sacó los brazos del espejo, abrió las manos hacia arriba, ofreciendo un espejo a Giulietta y otro a Ambrosio.

- Poned vuestras manos sobre las mías. - pidió el cainita.

Ambrosio obedeció temeroso, colocando su mano izquierda sobre la zurda del arzobispo. Giulietta tardó algo más en seguirle el juego, colocando la diestra sobre la mano libre del arzobispo. Éste último comenzo a entonar otro mantra, y todos notaron como los espejitos aumentaban de temperatura. Tras unos instantes, Vlad calló, y los espejos volvieron a su temperatura habitual. El fulgor azul desapareció, y el espejo volvió a estar fracturado.

Giulitta observó el espejo que Vlad dejó en su mano. Era el mismo de antes, pero parecía distinto. Intentó mirarse en él, y como siempre, sin resultado. No sabía porqué, había pensado que quizás la "magia de las hadas" podría haber obrado un pequeño milagro y ver por fin su rostro reflejado... ilusa...

- ¿Piensas explicarnos todo esto? - preguntó al cainita sin apartar la mirada del espejo, estudiando los bordes labrados en plata.

- Tened estos espejos siempre encima, o muy cerca. Creo que lo que he hecho servirá para que pueda comunicarme con vosotros desde Arcadia.

- ¿Crees? - Giulietta levantó una ceja escéptica al preguntar al arzobispo.

- Si, esto está siendo un poco acelerado, y quizá debería haber esperado un poco para usar el espejo - señaló el espejo grande - y porqué no, practicar un poco más lo que acabo de hacer. - Comenzó a recoger las piezas del espejo.

- ¿Y si no funciona? ¿Y si falla algo? - inquirió Giulietta. El plan de Vlad tenía tantos agujeros que estaba por echarse a reir.

- La cosa se complicará un poco, supongo. -terminó de recoger y se rascó la cabeza, mirando a Giulietta.

- ¿Supones? - frunció el ceño negando con la cabeza- Realmente estás como una cabra...

- ¿Crees que eres capaz de convencerme para hacer otra cosa? - preguntó sonriente el Arzobispo, escribiendo una pequeña nota en un papel. Giulietta bufó de rabia.

- Mmmm... no, no lo creo... - Miró al mayordomo - ¿y él?

Vladimir le dio la palabra a Ambrosio haciendo un gesto con la cabeza.

- Es mi deber obedecer a mi señor - respondió el humano - Si él considera que esta es la mejor forma de actuar, no puedo hacer otra cosa que apoyarle. Ha sido siempre así, y será así siempre. - se guardó el espejito en el bolsillo interno de la chaqueta.

Giulietta se encogió de hombros y con resignación guardó el fragmento de espejo.

- En mi ausencia tendrás que hacerte cargo del arzobispado... finalmente lo has conseguido - hizo un guiñó a la mujer mientras doblaba la nota.

- Quedaos aqui. Léela dentro de veinte minutos - Vladímir extendió la nota doblada a Ambrosio. - tomó la caja de bronce, la de plata, y un par de libros. - Ahora, si me disculpais, tengo que preparar un par de cosas antes de irme.

- ¿No vamos a presenciar el ritual? - preguntó Giulietta, mientras Vladimir abría el mismo pasadizo a traves del cual Samuel apareció apenas una hora antes.

- No, cuanto menos sepais, más me ayudareis a esconderme. - Miró a ambos y se quedó mirando a Giulietta - nos veremos pronto. - desapareció por el pasadizo, que se cerró a su espalda.

Giulietta fue hacia el pasadizo e intentó abrirlo sin resultado. Salió del despacho con paso decidido. Ambrosio la miró extrañado, pero no la siguió, debía obedecer a Vladímir.

Ahora que todo aquello era suyo empezaba a dejar de importarle el hecho de que nadie pudiera saber lo que ella sabía del arzobispado, sistemas de seguridad, pasillos ocultos... así que atravesó la Salle hasta llegar a donde el pasadizo que Vlad había tomado llevaba. Sin embargo, cuando llegó no había rastro del vampiro, y demasiadas puertas daban a la sala -un cruce de cuatro pasillos - como para que diera tiempo a encontrarle. Volvió al despacho, se sirvió una copa de vitae, y se sentó en el sofá, bajo la atenta mirada de Ambrosio.

- ¿No piensas abrir la nota? - preguntó al humano tras vaciar la copa.

- Aún no han pasado veinte minutos, señora.

- Claro, claro, has de obedecer a tu señor - dijo con sarcasmo, mirando alrededor suya.

Los minutos pasaron lentos para la cainita, hasta que finalmente Ambrosio consultó su reloj y abrió la nota, bajo la atenta observación de Giulietta.

"El portal está en la bodega. No se lo digas a Giulietta. Cuídate."

- ¿Y bien? - preguntó la cainita. Sospechó cuando el humano la miró de reojo.

- Es una lista de asuntos que debo atender en la ausencia de mi señor, nada imporante.

Giulietta se levantó. Un humano mintiendole era malo. Si además lo hacía mal, peor... para el humano, claro. Tomó a Ambrosio por la muñeca y apretó hasta que éste cayo de rodillas al suelo entre quejidos. Lo apartó y leyó la nota. Levantó a Ambrosio con un solo brazo, y le llevó a la bodega.

Cuando llegaron, no habia rastro del vampiro, de ritual alguno, ni nada semejante.

- Señora, una nota para vos. - dijo Ambrosio señalando un trozo de papel en el suelo.

Giulietta tomó la nota mirando al humano la leyó:
"Para cuando leas esto, ya me habré ido. En la bodega no está el portal, como habrás comprobado. O sí, quién sabe. Ten mucho cuidado y cuida un poco de Ambrosio. Vlad."

La cainita releyó varias veces la nota, arqueando una ceja. ¿Tanta notita para nada? Miró a su alrededor, y volvió a mirar la nota. Se dio cuenta de que había algo escrito en letra pequeña en el pie del folio. Sus ojos se abrieron de par en par al leer lo que decía:
"¿En quien puedes confiar?"

miércoles, 20 de julio de 2005

Cumplir la misión


Samuel caminó calle abajo, y unos minutos mas tarde, se encontraba en La Herencia, donde el camarero le saludó.

- Vaya, otra vez tú por aquí, ¿que va a ser, lo de siempre?

- Si, por supuesto, lo de siempre. Je, casi podrías decir que soy ya un "habitual".

- Claro, vienes todas las noches desde hace una semana. Y las caras nuevas resaltan por aquí, ya me entiendes. - dijo, sirviendo una copa de rojo vitae.

Samuel se limitó a sonreir al camarero y a beber de su copa. Normalmente no permitiría a un humano vivir haciendo tantos comentarios sobre sus costumbres. Pero había sido un buen día, y la satisfacción por el deber cumplido salvaron la vida del chaval, al menos por esa noche. Pensó en los siguientes pasos a dar. La Salle no le supondría complicacion alguna, y si afinaba bien su plan, podría marcharse de la ciudad con el trabajo hecho antes de que en la pension donde había improvisado su refugio le reclamaran el segundo pago por la habitación que ocupaba. Ahora solo tenía que esperar...

Mientras tanto, en La Salle, Vladímir trbajaba febrilmente. Había conseguido finalmente dominar el ritual de apertura del portal. Ahora necesitaba ir más allá. Cruzarlo. ¿Porqué no?, se preguntó a si mismo. Durante las noches anteriores siguió investigando un poco más, mientras trazaba un pequeño plan y una lista de lo que necesitaría para visitar Arcadia. Siguiendo las instrucciones, indicó a Ambrosio que comprara varios objetos que necesitaría para y durante el viaje. Necesitaría dos espejos, uno para poder cruzar el portal en un sentido, y otro para hacer el viaje en sentido contrario.

Se encontraba precisamente trabajando en ese momento con los espejos. Eran idénticos, rectangulares, de aproximadamente veinte por cuarenta centímetros, lo justo para que cupieran sus pies juntos, y un poco más. Provenían inicialmente de un mismo espejo, que él mismo habia cortado tras realizar un pequeño ritual que había aprendido en los libros, para "preparar el cristal mundano para tornarse mágico".
El siguiente paso fue realizar otro pequeño ritual con ambos espejos, "hermanos, aunque separados, para que no olviden que son uno". Algunos ingredientes habían sido algo complicados de conseguir, pero tenia contactos y recursos suficientes para conseguirlos. Eso, y una determinación enfermiza.

Al rato, Samuel vio entrar a un mujer morena con gafas de sol en La Herencia, seguro que es ella, pensó. Giulietta se acercó a la barra y tras intercambiar unas palabras con el camarero le entregó una carpeta y salió de la cafetería tan rápido como había entrado.

Terminó la bebida y se acercó a hablar con el camarero.

Vlad observaba con satisfacción una de las piezas en las que había cortado uno de los espejos, en forma de lágrima, sosteniéndola en su mano. Observó ambos espejos, convertidos en auténticos puzzles, cada uno reflejando su rostro al menos una docena de veces. El corte del cristal lo había realizado tambien con un pequeño ritual, imbuyendo una pluma de cuervo de un poder especial que lo convertía en la herramienta más precisa y rápida que pudiera cortar el cristal, tal y como el que la usara lo veía en su mente, guiando su mano para que el corte fuera perfecto y evitando que el cristal se partiera. Estaba maravillado, pero debía continuar, ya faltaba muy poco.

De vuelta en el castillo Giulietta esperaba en el despacho a que Dorian regresara con información sobre el enviado. Cuando fue a dejar la carpeta el joven se quedo en los alrededores esperando a que el vampiro fuera a recoger la información.

Al parecer Dorian llevaba varios dias siguiendo de lejos a un recien llegado, algunos de sus contactos en la ciudad le habían confirmado que era un vampiro, aunque hasta que no le vio salir de la Herencia con la carpeta no creyó que realmente fuera él el enviado. Le había visto varias noches por los bajos fondos y la zona de marcha, se hospedaba en el hotel Doñana, ¿porque todas las sanguijuelas se hospedan siempre en el mismo sitio?

Giulietta prestó atención, la descripción fisica que Dorian le había dado no le recordaba a ningún miembro de su sociedad, aunque teniendo en cuenta la indumentaria tan llamativa que llevaba seguro que se trataba de un disfraz. En pocos minutos la cainita se cambió de ropa y cogió su estoque favorito del armero. Era de esperar que el enviado intentara cumplir su misión lo antes posible ahora que tenía la información que Giulietta había recopilado, y teniendo que aún faltaban muchas horas para el amanecer era probable que el ataque se produjera esa misma noche.

- Has hecho un buen trabajo, - dijo a Dorian mientras salía - a partir de aquí seguiré yo.

Se internó en la oscuridad de la noche y se dirigió con cautela al hotel Doñana. Ahí es donde se encontraba la última vez que le vió Dorian, y de eso hacía menos de una hora, seguramente estaba en su habitación revisando la información... ahora solo queda esperar. Oculta en las sombras de un callejón cercano al hotel, Giulietta permanecío alerta, a la espera de que el asesino hiciera la primera jugada.

Tras realizar otro pequeño ritual "para que las piezas de cristal tomen consciencia por si mismas", cada cristal comenzó a brillar con un tenue fulgor, diferente para cada uno. Despues entonó una alabanza de "armonización", y el color del fulgor se unificó, siendo rojizo para uno de los espejos, y verdoso para el otro.
Sintió un leve calor en sus manos al coger las piezas, sonriendo al comprobar que todo marchaba tal y como había leído y como los cristales de cada espejo resonaban en la misma frecuencia, siendo frecuencias distintas para cada espejo.
Intercambió la mitad de los cristales entre los dos espejos, y verificó riendo que el encaje era perfecto. Era parte de otro ritual, para que "aun estando fragmentados, los dos espejos vuelvan a ser uno". Finalizó dicho ritual con otra alabanza de "armonización mayor", consiguiendo ahora que el fulgor se unificara en un tono azulado, idéntico para ambos espejos, comprobando además que la frecuencia del sonido fuera la misma. Celebró su éxito, bebiendo una copa de vitae.

Un par de horas después le pareció ver a una figura moverse furtivamente en uno de los laterales del hotel, Giulietta se acercó lo suficiente como para confirmar sus sospechas, la figura avanzaba con cautela en dirección a La Salle con Giulietta siguiendo sus pasos en la distancia.

Habían llegado al recinto del arzobispado, la oscura figura se detuvo bajo la ventana de una de las habitaciones contiguas al despacho y en pocos segundos entró sin dificultad.

Vlad estaba recogiendo el despacho. Entonando un suave mantra, separó las piezas uno de los espejos, y las envolvió todas en una gasa blanca, que guardó en un cofrecito de plata. Tanto la gasa como el cofrecito habían sido tratados anteriormente, al igual que la gasa negra y el cofrecito de bronce que usó para guardar de la misma forma el otro espejo. Ambos espejos debían permanecer así durante un día completo, para que el ritual funcionara definitivamente.

Guardó los cofres en cajones separados de diferentes muebles de su despacho. Permaneció de pie frente a la mesa, observando unos documentos relativos al Arzobispado. Vió su teléfono móvil al lado y pensó en llamar a Giulietta, pero creyó que sería mejor trabajar un poco, para variar.

Justo en ese momento, escuchó un leve siseo a su espalda. Saltó longitudinalmente sobre la mesa de su despacho, buscando protección, pero no pudo evitar ser alcanzado y recibir un par de cortes en el brazo izquierdo que dolieron más que lo que cualquier arma mundana debería, se giró ligeramente y vió como dos formas negras surgían de uno de los pasadizos que usaba para salir clandestinamente de su despacho, seguidas de una figura humana, un vampiro.
Antes de reconocer al asaltante, mientras cogía una estaca que guardaba en la cajonera de la mesa, se dió cuenta de que por la puerta de entrada del despacho aparecía aceleradamente Giulietta, llamándole a gritos, seguida de un preocupado Ambrosio. El sombío atacante se giró hacia la entrada quedando paralizado al ver a la mujer, la había visto antes, hacía unas horas en la Cafetería de la Herencia, si ella era quien había incumplido su misión al dejar con vida a Vladimir... ¿que hacía ahí ahora? ¿acaso venía a ayudarle?. La certera daga que la vampira le lanzó mientras corría hacia él fue la respuesta. Cuando ya casi la tenía encima disparó sin dudar dos veces sobre la vampira con un arma corta, derribándola y frenando su avance.
Al presenciar aquello, Vlad se dejó llevar por su instinto, y notando como sus musculos se tensaban y sus colmillos afloraban, se abalanzó en medio de una neblina roja sobre el asaltante, que utilizó de nuevo los zarcillos de sombra para bloquear la mano que intentaba clavarle una estaca y hacer una presa sobre el cuello del Arzobispo, para evitar ser mordido.
Giulietta se levantó del suelo y reinició la carrera mientras Ambrosio observaba la escena atónito. Estaba entre dioses, poco podía hacer para ayudar a su señor. La mujer desenvainó el estoque y avanzó hacia el vampiro desde detrás de Vlad, para evitar más disparos.
Solo cuando se vió con el avance y los movimientos bloqueados por los zarcillos de sombra, consiguió Vlad volver en sí lo suficiente como para distinguir a su oponente. Era Samuel, el joven neonato que se le había presentado hacia apenas unas noches. Todo encajaba. Le había estado observando y vigilando, para tener un ultimo gesto, dando a la víctima la posiblidad de conocer a su verdugo.
Le miró fijamente a los ojos, y el lasombra pudo ver como los del Arzobispo se tornaban amarillos. Se sintió ligeramente mareado, y vió un relámpago amarillo salir de los ojos del malkavian antes de que todo se volviera negro.
En un segundo, recobró la vista. Pero se encontraba en una llanura de verdes pastos, y podía ver el sol... aunque aún podía escuchar los pasos de Giulietta acercándose y el forcejeo del malkavian con sus zarcillos de sombra. Se restregó los ojos con las manos, parpadeó, y lo que vió le gustó incluso menos: la verde llanura se iba cubriendo desde su origen, cerca del horizonte, de una marea amarilla que avanzaba hacia él. Pestañeo de nuevo, y casi la tenía encima. Pudo distinguir lo que componía la marea... ¡patos! Patos pequeños y amarillos, que saltaban y corrían hacia él, abriendo sus picos desenfrenadamente. Picos llenos de ¡dientes! Se dio la vuelta y echó a correr llanura abajo, tratando de evitar tan triste destino.
De vuelta en la realidad, Vlad se liberó de los zarcillos, al estar su artífice ocupado en otras cosas. Miró los cortes en su brazo, y se encargó de terminar de cerrarlos, mientras Giulietta se acercaba.
- ¿Qué le has hecho? - inquirió la mujer, estoque en mano.
- Digamos que no puede fiarse de sus ojos. Su cuerpo ha quedado paralizado al no poder su cerebro encontrar correspondencia entre lo que ve y el resto de los sentidos. Permanecerá así un rato más, el tiempo justo para preparar un interrogator... ¡EH!
La cabeza de Samuel rodaba por el suelo mientras Giulietta limpiaba el arma. Había conseguido salvar a Vladímir, al menos de momento. El cainita la agarró del brazó de forma brusca.
- ¿Qué demonios has hecho? ¡Ahora nunca sabré quien le envió! - rugió.
- ¡Escucha! Éste solo ha sido el primero - replicó enérgicamente la cainita soltandose de Vlad - Vendrán más pronto, si no están ya de camino.
- ¿Pero quíen los manda? ¿Qué sabes tu de esto? - le irritaba no sólo no obtener respuestas, sino que surgieran mas preguntas.
- He conseguido desvelar su plan con el tiempo justo para venir a ayudarte, - dijo seriamente- si hubiera aparecido mas tarde no se que podría haber pasado - acarició el rostro del arzobispo- tenemos que prepararnos para cuando lleguen, pero necesitas esconderte, dejar de ser un blanco fácil. Y ya ves que la seguridad del Arzobispado deja bastante que desear...
Vlad hizo una mueca de reproche y miró hacia el pasadizo por el que Samuel había entrado. Giulietta tenía razón al respecto. Quizá una temporada fuera le viniera bien, después de todo.