viernes, 26 de agosto de 2005

Después de algún tiempo...

Después de algún tiempo, volvió a encontrarse ante las puertas del gran castillo.

Aparcó la moto y llamó a las grandes puertas.

Después silencio, y la setita Salvina quedó esperando respuesta a su llamada.

Ambrosio oyó la puerta, y acudió presto a abrir. Ahora en el castillo seguía cumpliendo la misma misión que en La Salle, dejando a Dorian otros quehaceres.

Cuando abrió la puerta encontró a una pelirroja que le era familiar.

- Buenas noches señorita Nefer, ¿que se le ofrece?

- Buenas noches, quisiera ver al Arzobispo, como es costumbre.

A la pelirroja le caía bien aquel hombre, y le habló muy amistosamente.

- ¿Sería posible?

Ambrosio, algo sorprendido, abrió la puerta a la mujer y le hizo una reverencia, era increíble como volaban las noticias.

- Por supuesto señorita, hágame el favor de acompañarme, la llevare hasta su despacho.

- ¿Me da su abrigo señorita Nefer?

- Si claro, tome usted.

Después de darle el abrigo, siguió al simpático hombre al despacho al que tantas veces se había dirigido. Pero no sabía por qué, notaba algo raro en el ambiente.

Ambrosio llamo firmemente a la puerta.

- La señorita Nefer desea verla. - Al decir esto la gran puerta se abrió lentamente. Ambrosio hizo una reverencia a Salvina y muy elegantemente se fue.

La puerta abierta dejaba ver una gran sala con un escritorio al fondo y a Giulietta tras de él. Vestía un traje de chaqueta y falda por la rodilla rojo, una hermosa gargantilla negra y zapatos negros con tacón y correa al tobillo.

Cuando se abrió la puerta levanto la mirada del documento que estaba leyendo y se digirió a la setita:

- Por favor, adelante. Dijo indicando uno de los asientos junto al escritorio.

Ya el desea verla le había sonado raro, pero cuando vio a Giulietta en el lugar de Vladimir, se le ocurrieron desde las peores a las mejores cosas.

- Pues realmente, no deseaba nada, o por lo menos con usted, ¿qué le ha pasado a Vladimir?

La sonrisa de la Setita había cambiado completamente y su rostro parecía mas pálido que antes, si eso era posible.

La lasombra no pudo evitar poner cara de circunstancias, en el caso en el que Vladimir no hubiera muerto, ¿como esperaba encontrarle en el Castillo de Santiago teniendo en cuenta que su residencia es La Salle? en fin, creo que Salvina tenía una buena relación con Vladimir, así que veamos como se lo planteo...Giulietta se puso en pie y volvió a señalar el asiento.

- Por favor Salvina. Señalo nuevamente al sillón.

Una vez que la setita se hubo sentado, Giulietta dio la vuelta al escritorio y se apoyo en el quedando frente a la cainita.

- Bueno, si venias buscando a Vladimir, creo que deberías haber ido a La Salle, que era su habitual lugar de residencia, ya que desde mi llegada a San Lucar yo resido aquí... por otro lado, actualmente tampoco en La Salle hubieras dado con el...

- Se que esta no es la residencia, pero estuve el La Salle y no había nadie, por lo que supuse que estaría aquí, pues puede decirse que este era su segundo hogar, si es que ese loco tubo alguna vez hogar.

Giulietta miraba fijamente a la setita, su tono era serio, y a pesar de intentar poner una voz totalmente neutra podían notarse ápices de tristeza en sus palabras.

- Pues me temo que no podrás encontrarle ni en La Salle ni aquí, Vladimir Von Thremischek ha muerto... definitivamente.

- ¿Muerto?, pero que les pasa a los Arzobispos de esta ciudad, caéis como la moscas, en lo que llevó aquí ya he conocido a más de tres, Joder.

La setita se reclinó un poco en su asiento, y dio un gran suspiro.

- Bueno, entonces he de suponer que tu eres la nueva Arzobispo, enhorabuena.

Volvió a ponerse derecha en su asiento, con aire solemne.

A la lasombra le hizo bastante gracia el comentario de la setita.

- Con que caemos como moscas... bueno, espero poder romper con tan desafortunada costumbre... jajajaja. Y supones bien, Vladimir me ha legado su puesto. Bueno, ante semejante situación tal vez quieras contarme lo que venias a decirle al Arzobispo.

- Contarle, contarle, en realidad, nada importante. La amistad que nos unía era vacía, de simbiosis diría yo. Simplemente cada algún tiempo, me pasaba por aquí y le contaba cosas de la ciudad, que él no sabía, a veces cosas sin relevancia, a veces cosas interesantes, pero nos manteníamos informados y así nos llevábamos bien.

Los ojos de la Setita revoloteaban, mirando cada rincón de la habitación, a la vez que hablaba con suma naturalidad.

Giulietta parecía un tanto divertida con la situación, le caía bien aquella mujer.

- Bueno, somos animales de costumbres, tal vez nosotras podríamos tener la misma simbiosis, un intercambio del que ambas podríamos salir beneficiadas.

- Eso esperaba, por supuesto, al fin y al cabo fue así con los otros dos arzobispos anteriores, me alegro. -Se puso de pie. - Bueno, ahora tengo que marcharme, la noche es larga y he de revolotear para traerte buenas nuevas. Por cierto, me alegro de que el poder en esta ciudad, recaiga en manos de mujeres, por fin el Sabbat se ha dado cuenta, como lo hizo la camarilla.

Giulietta sonrió.

- Me alegro de oír eso.

Se puso en pie y tendió la mano cordialmente a la setita.

- Que pases una buena noche, estaremos en contacto. Al decir esto guiño un ojo a Salvina, ignorando el último comentario que la mujer había dicho ya que no estaba del todo segura de como tomárselo.

- Ha sido un placer, y venga a visitarme a mi casa o al hotel cuando guste, siempre habrá sitio para usted.

Tomo la mano de la lasombra y la estrechó, luego la soltó.

- Gracias por la invitación. - Contesto sonriente la lasombra.

- Perdona, ¿mi abrigo?

- Ambrosio está en la puerta esperando con tu abrigo en la mano, no te preocupes. - Y efectivamente, el viejo mayordomo aguardaba con el abrigo junto a la entrada.

- Muchas gracias por todo.

Salió y cogió su abrigo con cuidado poniéndoselo después con delicadeza. Por último ando los pasillos del castillo que llevaban a la salida y se marchó.