sábado, 20 de mayo de 2006

Una visita esperada

Giulietta pasó varias noches sentada ante el fuego, sin hablar y sin alimentarse, solo mirando como las llamas se consumían, cuando el fuego se apagaba bajaba al sótano y se quedaba allí hasta la noche siguiente, cuando repetía lo hecho la noche anterior.

Dorian pasaba de vez en cuando a verla, pero parecía que la lasombra ni siquiera le escuchaba. De vez en cuando el cuerpo de Rafael también iba al salón, se sentaba a su lado, con esa mirada perdida, se ponía en pie nuevamente y continuaba deambulando por el castillo.

No tenía alma, no era más que un cascarón, solo realizaba las funciones básicas: dormía, comía y caminaba perdido por las habitaciones, era poco más que un vegetal andante, y esos ojos... tan abiertos y azules, pero totalmente perdidos, sin vida, como los ojos de un cadáver.

Giulietta intentó matarle en un par de ocasiones, pero no se veía capaz, Vladimir había habitado aquel cuerpo, y esos ojos... tan azules como los del malkavian la miraban... no puedo. Así que le perdonó la vida, al menos hasta que se viera con fuerzas de liberarse de él.


Día tras día...


Noche tras noche...


Los últimos rayos de sol se desvanecían en la oscuridad cuando Giulietta abrió los ojos. Salió del sótano con tranquilidad y fue al baño principal del segundo piso donde estuvo casi una hora dándose un relajante baño, se vistió y bajó a su despacho, encontrándose a Dorian que acaba de entrar por la puerta con un par de bolsas en la mano.

- Buenas noches. - Dijo el humano sin esperar una respuesta.

- Buenas noches Dorian - contestó la cainita, su cuerpo parecía más frágil que de costumbre y sus ojos seguían tristes. - ¿Alguna novedad en la ciudad?

- No... Últimamente está muy tranquila, tal vez demasiado, desde la inauguración del Plenilunio no ha ocurrido nada más, o al menos no me he enterado.

- Bien, continua con tus cosas, no te interrumpo más.

Dorian fue a la cocina y colocó la comida que acababa de comprar. Parece que lo va superando, supongo que ha sido un duro golpe, pero seguro que en unos días todo habrá pasado, es fuerte.

Mientras Giulietta fue al salón, tras ella entraron un par de jóvenes sumisas que permanecieron de pie al lado del arzobispo, quien tomo sus cuellos que sació su sangre con algo de ansia. Luego volvió a su despacho a continuar con todo el trabajo atrasado.

Hacía varios días que Vladimir había desaparecido para siempre dejando tan sólo un cuerpo vacío tras de sí, y hacía tan solo unas horas que la lasombra había empezado a intentar superar el duro golpe que ello supuso, no solo la muerte de su amado, si no la culpabilidad, saber fue por su culpa...

La lasombra estaba en su despacho, como de costumbre, revisando unos papales cuando una lucecita roja en su escritorio comenzó a parpadear, era un aviso de la cámara de la entrada, alguien se acercaba y llamaba al timbre...


Como de costumbre, al oír el sonido de quien llama a la puerta, Ambrosio se colocó bien el traje, algo innecesario ya que siempre vestía de forma impecable, y acudió a abrir la puerta, un desconocido personaje se encontraba ante él.

- Buenas noches caballero, ¿en qué puedo ayudarle? - Preguntó el anciano con su protocolaria cordialidad.

- He venido a ver a la señorita Strozzi. - Dijo el hombre con seriedad pero gran educación, y un extraño acento del este.

Ambrosio asintió.

- Por favor, acompáñeme el mayordomo comenzó a andar y a la altura del vestíbulo se dio la vuelta y se inclinó un poco con los brazos extendidos.

- ¿Me permite su abrigo?

El hombre se quitó el abrigo y lo dejó en manos de Ambrosio que lo guardo cuidadosamente en un armario cercano, tras esto volvió junto al recién llegado.

- Haga el favor de esperar aquí unos instantes, - dijo señalando los sofás y la mesa que conformaban la sala de espera frente a las puertas del purgatorio que conducían al despacho. - Avisaré a la señora de su llegada, ¿qué nombre debo anunciar? - Preguntó el anciano mientras se inclinaba hacia el hombre.

- Gregory Valkas. - Ambrosio asintió y entró en el despacho.

Del otro extremo de la entrada sonaban pasos ligeros que el cainita reconoció al instante, venían de un pasillo contiguo a la sala donde se encontraba, sin quiera girar la cabeza vio por el rabillo del ojo a un despreocupado Dorian en zapatillas de andar por casa con un sándwich en la mano atravesando el pasillo. El muchacho miró hacía la entrada de pasada y vio de refilón al cainita esperando, cuando fue consciente de quien era se pegó a la pared con los ojos abiertos como platos. ¡Mierda! seguro que me ha visto, su corazón latía acelerado.

- Tus latidos podrían despertar a los muertos humano. - Dijo el cainita con total tranquilidad.

Dorian no se movió del sitio cuando las puertas del purgatorio se abrieron nuevamente y Ambrosio se acercó al vampiro.

- La señora le recibirá ahora caballero.

Gregory se puso en pie y entró en el despacho, las puertas se cerraron tras él y Ambrosio volvió a sus quehaceres.

Ahí estaba, sentada al fondo de la sala tras un magnifico escritorio de madera tallada. Cuando Gregory entró se puso en pie.

Gregory dio una sonora carcajada y se acerco rápidamente a Giulietta el dándole un fuerte abrazo.

- Mi niña... - dijo cariñosamente mientras la abrazaba.

La lasombra parecía contenta de verle, o al menos eso intentaba aparentar. Tras el largo abrazo se separaron y Giulietta le guió de la mano hasta un diván donde ambos se sentaron.

- Padre, ¿por qué has tardado tanto en venir a verme? Llevas ya varios días en la ciudad y hasta el momento no se te ha ocurrido pasar por aquí... - Había un ligero tono de reproche en su voz. - Deja que te mire, vaya, estás espléndido, nunca te había visto tan hermoso...

- No podía levantar sospechas, habría sido muy fácil venir aquí directamente, pero a ninguno nos conviene que se sepa en la ciudad que tu padre ha venido a verte, ¿no crees? además sería muy contradictorio que un "antitribu lasombra" como yo fuera a ver al arzobispo de la ciudad. - Tras decir esto rio con juguetona malicia. - En cuanto a mi aspecto... eso es porque siempre me has mirado con los ojos de una hija y no de una mujer - dijo guiñando un ojo - ¿no te gusta? - dio una vuelta sobre sí mismo. - He aprendido muchas cosas últimamente, sobretodo de los tzimisce... bueno, de uno en especial - dijo pasando la lengua por sus afilados colmillos - algunos tienen la boca demasiado grande y no merecen el don de la vida eterna.

- Te queda bien. - Sentenció la mujer. Giulietta arqueó una ceja. - ¿Antitribu? ¿Ya la has estado liando por ahí? Creía que esta era una visita diplomática para reprenderme por no haber estado informando al alto mando durante los últimos días...

- Si, digamos que he hecho una visita de cortesía a la Príncipe, tenía curiosidad por saber cómo era. - Se encogió de hombros. - Y sí esto es una visita oficial, por tu falta de responsabilidad, querida, no han sido unos cuantos días dijo con seriedad sino más bien unos meses... - Pero bueno, ya habrá tiempo para los temas serios, - dijo con una sonrisa ahora es momento para conversaciones vánales. Bueno, ¿es que no vas a ofrecer nada de beber a tu viejo padre? - ¿Es eso lo que te he enseñado? - dijo poniéndose en pie.

Giulietta se puso también en pie y fue hacía su escritorio, abrió el pequeño armario y sacó su copa, y otra idéntica para Gregory, en el armario de abajo rebusco y sacó una de las botellas del fondo, lleno ambas copas y ofreció una a su sire.

- Toma, creo que esto te gustará. - Dijo ofreciendo una de las copas a Gregory.

Hicieron un brindis y ambos bebieron.

Giulietta miró uno de los espejos del despacho, se acercó a él, lo único que veía era el despacho y débilmente a Valkas.

- ¿Cómo lo haces? - preguntó sin dejar de mirar el espejo.

- Un buen vino... - dijo oliendo la sangre de la copa y agitándola levemente. - Es de virgen, eso está claro, adolescente además, y eso que es difícil encontrarlas hoy en día. - Volvía a beber mirando la sangre. - Aunque no lo es tanto si vas a... ¿Rumania? - Bebió nuevamente. - Sí, no hay duda.

Miró a Giulietta ante el espejo, hasta ese momento en que podía verla de lejos no había caído en lo demacrada que parecía, seguía tan elegante como de costumbre, incluso vistiendo unos vaqueros y una simple camiseta blanca, y descalza, como siempre. Pero su piel parecía aún más pálida, su cuerpo más frágil, sus rizos menos voluminosos, pero sus ojos más brillantes que de costumbre. Si no supiera que era imposible diría que estaba enferma.

Se acercó hasta el espejo y se puso justo tras ella, se miró acercando la cabeza y colocó en su sitio un rebelde mechón de pelo.

- ¿Qué como lo hago? nunca te pude responder a esa pregunta y tampoco puedo hacerlo ahora, el don de las tinieblas actúa de forma distinta en cada uno de nosotros.

Cogió a Giulietta de los hombros y la giró hacía sí.

- ¿Ha pasado algo que deba saber? No tienes buen aspecto... - mientras hablaba pasaba sus manos por el rostro de la lasombra.

Giulietta no se dio cuenta de que Gregory estaba alterando su apariencia física, no sentía más que el tacto de las frías yemas de sus dedos.

- Estoy bien, he estado unos días y un poco... inestable, solo eso, supongo que será por la luna... hace poco estuvo menguante, ya sabes.

- Sí, claro, la luna... - dijo un tanto distraído, una vez hubo terminado se separó un poco de ella y la contempló de arriba abajo mucho mejor. - Por cierto, eso de la luna me recuerda algo... has desempolvado esos libracos de magia y cosas raras que tanto te gustaban, ¿no? - dijo volviendo al escritorio para recuperar su copa y seguir bebiendo.

- ¿Libracos? ¿Magia? - contestó ofendida - parece mentira que después de tanto tiempo sigas tan escéptico, esos "libracos" son los que contienen los rituales de nuestra secta, ya sabes, la prueba de dolor, la vaulderie, el Festivo dello Estinto, la Palla Grande... no se para que te digo todo esto... si vas a seguir sin hacerme caso... en fin, ¿porqué lo dices?

- No, por nada, tan solo porque hace unas noches, casualmente la noche de plenilunio hubo una gran tormenta, y casualmente estaba centrada sobre este castillo... ¿qué andabas haciendo pequeña bruja?

- Nada, desempolvar mis viejos libracos, esos de magia y cosas raras. - Dijo con altivez. Lo cierto es que Giulietta no pensaba contar a Gregory la historia de Vladimir, no acostumbraba a tener secretos para él, pero en ningún momento llegó a mencionarle la relación que ambos mantenían, y Giulietta creía que no lo aprobaría, Gregory siempre había visto a los malkavian con malos ojos, nunca le gustaron. Además, ahora que la lasombra lo estaba superando no quería que los recuerdos volvieran a su mente en forma de palabras.

- Con que de la Camarilla, ¿eh? - dijo la lasombra cambiando radicalmente de tema - y dime ¿qué te parece "nuestra querida príncipe"?

Gregory titubeo antes de responder

- No sé, muy fría... y un tanto excéntrica tal vez, pero solo hable con ella durante unos minutos, así que no puedo darte una opinión completa. Procurare acercarme más a ella... parece un espécimen interesante.

Giulietta arqueó una ceja.

- ¿Porqué te estás haciendo pasar por Camarilla? conociéndote te debe estar resultando bastante difícil... de todos modos, se supone que no debes interferir en mis actuaciones, no necesito tu ayuda.

- ¿Complicado? menos de lo que esperaba la verdad, repulsivo sí, pero bueno... ¿que no necesitas ayuda? hija mía, a estas alturas deberías saber ya que todos necesitamos ayuda, aunque creamos tener la situación bajo control, que permíteme decir que no es tu caso, un poco de ayuda siempre viene bien, nunca rechaces la ayuda de aquellos en los que confías. - Sentenció. - Por cierto, veo que ese humano sigue con vida... ¿cuando piensas acabar con su tormento? sabes que lleva demasiado tiempo a tu lado... ¿cuánto? ¿4? ¿5 años?

El rostro de Giulietta se endureció.

- Lleva 6 años a mi servicio, y siempre ha mostrado su lealtad y eficiencia por encima de todo, incluso sin mi sangre, ese humano al que tanto desprecias me ha sido de gran ayuda. Ten por seguro que el día en que ya no me sirva no tardaré en hacerle formar parte de mi bodega particular, pero ese día aún no ha llegado. Además, tú siempre has tenido humanos a tu servicio.

- Claro que tengo humanos a mi servicio, pero son esclavos, están ahí para facilitarme las cosas y hacer tareas a la luz del día, la diferencia entre tu humano y los míos es que mis criados no duran más de unos meses... se van renovando continuamente. - Se estaba empezando a poner nervioso, y no era el momento, así que callo unos instantes y continuo más calmado. - Míralo de este modo, los humanos son mascotas, cuanto más tiempo pasas con ellos más cariño les coges, mas se acomodan... Hija mía, nunca has mostrado interés por ellos, nunca has sentido remordimientos al acabar con sus vidas, es más, podría decir que has llegado a ser demasiado violenta, de hecho - dijo medio riendo - muchas veces llegue a pensar que un tzimisce tendría que haberte abrazado y no un lasombra - dejo de reír... - salvo con ese "como se llame"

Giulietta frunció el ceño.

- Tal vez, pero yo solo requiero del servicio de un humano, bueno, ahora dos, el anterior arzobispo me legó a ese anciano, Ambrosio, pensé en deshacerme de él... pero la verdad es que es muy eficiente como mayordomo, da un aire más distinguido y es muy correcto con los visitantes, como has podido comprobar. De todos modos ¿a cuántos humanos tienes a tu servicio? yo me basto con Dorian, es chofer, ama de llaves, jardinero, secretario, administrativo... todo lo que tú tienes fragmentado yo lo he conseguido en un solo ejemplar, por eso sigue con vida, para no tener que soportar a 5 o 6 que fueran capaces de hacer todo su trabajo.

La lasombra pensó que ese sería un buen argumento, si conocía a su sire sabía que la eficiencia, la discreción y la ambición eran sus puntos débiles.

De todos modos, era posible que él tuviera razón, Dorian llevaba demasiado tiempo a su lado, recordaba a otros sirvientes que había tenido anteriormente, bueno, recordaba sus caras vagamente, pero no sus nombres; la diferencia entre ellos y Dorian es que sus predecesores la servían con la esperanza de ser como ella algún día, de ser los elegidos, pero Dorian no, el despreciaba a las "sanguijuelas" y moriría antes de convertirse en una, pero aún así sentía un profundo respeto por ella.

Si no fuera por eso... lo cierto es que Giulietta se había planteado en más de una ocasión hacer de él su primer hijo...

Gregory apuró su copa y se puso en pie, caminó hacia el escritorio esperando que Giulietta le acompañara, una vez ambos hubieron tomado asiento...

- Giulietta, la situación es más grave de lo que parece, en Roma se está empezando a hablar de un sustituto para tu puesto...

La mujer permaneció impasible, sabía que tarde o temprano llegaría el momento en el que escucharía esas palabras. Reconocía no haber hecho un trabajo eficiente... pero dadas las circunstancias no podía esperar más de sí misma. ¿Cómo hacer que Gregory lo entendiera?... desgraciadamente para Giulietta, sabía que nunca lo haría.

La mujer permaneció en silencio, esperando el resto de la reprimenda.

- Ains... - Gregory suspiró - ¿cuánto tiempo más vas a seguir ocultándolo? ¿Cuánto más vas a engañarte a ti misma?

- ¿cómo dices? - ¿de qué está hablando?

-
Venga, no te hagas la tonta conmigo, dime ¿dónde está? - dijo acercándose lentamente a la cainita, cada vez más cerca.

- ... ¿quién? - No, no, no... No es posible... no puede estar hablando de él, es imposible...

-
Thremischek. - dijo Valkas con su rostro tan cerca de la cara de Giulietta que esta podría sentir su aliento, si respirara claro.

Más que una vampira era una muñeca de cera lo que Valkas tenía frente a sí... inmóvil, ausente, su mirada, dos puntos verdes perdidos en el vacio... Vladimir... Vlad... la mujer no reaccionaba...

Gregory colocó sus manos sobre las mejillas de la mujer y giró su cabeza con fuerza hacia él:

- ¿Dónde está?

Giulietta pareció volver en sí, de repente la tristeza se hizo visible en su rostro y una lágrima roja comenzó a descender por su pálida mejilla cayendo sobre la mano de su sire.

- ¿Cómo lo sabes? - acertó a pronunciar la cainita casi en un suspiro.

- Eso no es lo importante, sólo dime dónde está... tu vida depende de ello Giulietta.

- ...no ...no - las palabras no salían de su boca.

- Dímelo. - la paciencia de Gregory parecía estar llegando a sus límites. La lasombra le miró directamente a los ojos y por fin las palabras, más que salir, cayeron, de su boca.

- no lo sé... él... ya no está... - suspiró - los lamentos se lo llevaron...

Valkas soltó su rostro y agachó la cabeza moviéndola negativamente, lo que iba a ocurrir a continuación era algo que no le gustaba lo más mínimo, era consciente que posiblemente ella jamás se lo perdonaría, pero no había otra solución...

Se concentró durante unos segundos, y súbitamente levantó la cabeza mirando a Giulietta directamente a los ojos.

Valkas estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, siempre, y en aquel momento iba a demostrar como lo hacía.

El estado de semi-trance en el que se encontraba la cainita le hizo relativamente fácil la tarea de conseguir un buen dominio sobre la mente de la lasombra, ahora la parte más delicada: obligarla a recordar, obligarla a que dijera lo que él quería oír...

No le fue difícil a Valkas encontrar los recuerdos relacionados con Vladimir, estaban por todas partes, inundaban su mente... esto complicó mínimamente la tarea del lasombra, había demasiada información...

Los ojos de Giulietta perdieron su brillo cuando el cainita consiguió hacerse con el control de su mente, abrió la boca y entre balbuceos comenzaron a brotar palabras...

- ...n ...no, no... lo hagas... - había miedo en el rostro de la lasombra. Lentamente levantó el brazo y lo estiró, como si intentaré detener a alguien - no te suicides... no me dejes sola... Vlad...

Gregory había dado con lo que supuso sería el recuerdo del suicidio de Thremischek, ¿porqué intentaría impedírselo? siguió tirando de ese recuerdo... de repente la cainita entrecerró los ojos... comenzó a gritar espasmódicamente, Valkas reaccionó rápido y consiguió taparle la boca antes de que sus gritos llamaran la atención. ¡Mierda!

En tan sólo unos segundos la cainita dejó de gritar y convulsionarse, para quedar nuevamente relajada... el sol estuvo a punto de acabar con ella también... y el humano lo evitó..., intrigado Gregory comenzó a avanzar en sus recuerdos... esta vez el rostro de Giulietta permanecía tranquilo, relajado, como si descansara... no, no estaba descansando... la cainita empezó a gemir levemente... Valkas no podía creer lo que estaba viendo... la ira empezó a acumularse en su pecho...

Avanzó más en los recuerdos de la mujer, tenía que darse prisa, se había entretenido demasiado descubriendo cosas que no le gustaban nada...

- ...el ritual...

¡Bingo!
Justo lo que estaba buscando, ¿qué ocurrió aquella noche pequeña Giulietta?

- un cuerpo inmortal... para un alma inmortal...

Al decir estas palabras una chispa verde iluminó los ojos de la lasombra.

Algo golpeó fuertemente la unión que Valkas había establecido con la cainita, el vínculo estuvo a punto de romperse pero consiguió mantenerlo.

La dominación estaba siendo más larga de lo habitual, y el ser la mente de Giulietta conocedora también de esa disciplina la hacía más resistente, está intentado echarme, tengo que darme prisa... continuó avanzando... vio algo, un libro...

"PUM"

Aahhhhhhhgggggg Otro golpe, tan fuerte como el anterior, nuevamente el poder ejercido por Valkas estuvo a punto de romperse...

- Vla... Vladimir... DESPIERTA!!! - lo que comenzó en un susurro terminó en un grito de desesperación y un terrible dolor de cabeza tanto para Giulietta como para su sire, quien se apretaba las sienes intentando inútilmente mitigar el dolor que le postraba de rodillas.

Finalmente la lasombra había conseguido romper la dominación, algo que le había costado toda su voluntad y empeño... consciente de lo que Valkas había hecho y visto, intentó ponerse en pie...

En ese momento la puerta del despacho comenzó a abrirse lentamente...

Ambos cainitas miraron a la puerta, Valkas enfurecido y dolorido, Giulietta preocupada y agotada...

Cuando la puerta terminó de abrirse ambos vieron el cuerpo de Rafael... tan ensimismado como siempre, comenzó a andar por la estancia.

Al verle, los ojos e Valkas se inyectaron en sangre, era él... aquel a quien había visto en los recuerdos de su chiquilla... y en un arrebato de irá se abalanzó sobre él.

- ¡¡¡Nooo!!! - gritó Giulietta, quien tras ponerse torpemente en pie intentó detener al cainita, pero le fue imposible, cayó al suelo y arrastrándose se acercó a Valkas quien sostenía a Rafael por el cuello a un palmo de distancia del suelo, el vacío cuerpo no pareció inmutarse, no había nadie dentro que sintiera el dolor...

La vampira se arrastró hasta los pies del Gregory, este la empujó fuertemente, dos metros hasta que chocó fuertemente contra una estantería.

- ¡¡¡Giulietta!!! - Alguien gritaba su nombre por el pasillo, pronto escuchó unos pasos que se aproximaban corriendo hacia el despacho... Dorian... no... Lo que intentó salir de su boca se quedó solo en un pensamiento, estaba demasiado malherida...

Gregory miró la puerta al oír los gritos, como si de un palillo se tratara rompió el cuello de Rafael y lo lanzó contra el escritorio al fondo de la sala.

Giulietta quedó inconsciente cuando Dorian entró en la sala.

El joven había oído el grito de su señora y antes de querer darse cuenta ya estaba corriendo hacia el despacho, al llegar allí quedo perplejo. El cuerpo de Rafael tendido en el escritorio como un muñeco de trapo y Giulietta... tendida boca abajo, herida... y Valkas...

- Argh... - Gregory cogió fuertemente al joven por el cuello y al igual que hizo con Rafael le elevó, le miró a los ojos fieramente... pero Dorian no le miraba a él, siguió su mirada para darse cuenta de que el joven no apartaba la mirada del cuerpo inmóvil de Giulietta...

¿Qué he hecho?... apretó su cuello de Dorian sin darse cuenta, el joven empezaba a quedarse sin aire sin aire... Giulietta... miró nuevamente al humano, y le soltó.

Dorian cayó al suelo mareado y dolorido.


Valkas, dio media vuelta y miró por las estanterias a su alrededor... ¿dónde estaba aquel libro? reparó en un arcón cerrado, no le costó mucho abrir y desubrir decenas de libros y papeles en su interior, volcó al arcón y empezó a rebuscar, no le costó demasiado encontrarlo, ya lo había visto antes... cogió el libro, se puso en pie y salió del despacho, fue caminando pausadamente hasta la puerta de entrada del castillo, cogió su abrigo, abrió la puerta y se fue.