miércoles, 22 de junio de 2005

Perseguido

El Arzobispo entró en tromba a la Salle, dando un portazo tras de sí y apresurandose a observar por la mirilla. Ambrosio suspiró y le preguntó:

- ¿Qué ocurre señor? - el vampiro se dio la vuelta sobresaltado al oir su voz. Se alisó la camisa con una mano.

- Diría que me siguen, Ambrosio. Estoy ... ¿seguro? - "como cada noche, señor", pensó el humano.

- ¿De nuevo? Estos ultimos días han sido bastante extraños... pasad a vuestro despacho y relajaos, - recomendó a su amo. Cierto era que llevaba varios dias con mania persecutoria, empezaba a preocuparse. Por suerte, ya iba conociendo al malkavian, y como tratarlo en determinadas circunstancias. El Arzobpismo le hizo caso, fue al despacho, bebió nervioso directamente de una botella de vitae, y se sentó en su mesa, donde un viejo y enorme libro le esperaba abierto.

No en vano, desde la cacería de sangre, la no-vida de Vladímir se habia agitado bastante. Los dias posteriores habían sido un torbellino de misivas, intervenciones, ejecuciones y mensajes para restablecer el orden en cierta forma y establecer el nuevo orden de gobierno. Hubo de convencer a los "poderes públicos" de quienes eran los nuevos amos, y realizar mas de una purga. Por suerte Giulietta y él sabían ser convincentes; las dosis justas de dolor, sangre y dinero abrían todas las puertas en el mundo humano.

Aparte, estaban los libros que consiguió en el Elíseo. Menudo tesoro. El conjunto conformaba un vasto compendio de saber relativo a las Hadas y su mundo, Arcadia. Había caído fascinado por el conocimiento oculto en esos libros, y sin darse cuenta, había caído en un estudio obsesivo y febril del mismo. Devoró esos tomos en apenas una semana, absorbiendo todo lo que leía: tipos de Hadas, sus artes, las características de su entorno, e interesantes rituales que solían practicar o que alguien podia usar para contactar con ellas, entre otras cosas.

En su afán por saber más, contactó con diversos conocidos para tratar de obtener más información, y habiendo tenido éxito, seguía estudiando, saliendo de La Salle unicamente para alimentarse, delegando las tareas que requerían salir a la calle a Giulietta. ¿No quería poder y posición? Pues que hiciera también el trabajo sucio. Pensó que la situación se estaba convirtiendo en la misma que cuando él era Obispo y el anterior Arzobispo, el Sombrilla, nunca daba la cara, teniendo él que encargarse de todo. Qué demonios, se habia ganado un descanso. Solo esperaba que no se conviertiera en eterno, y por mano de Giulietta, dando la vuelta a lo que ocurriera meses antes. Qué cruel ironía sería.

Otra razón para salir poco a la calle eran las pesadillas. Quizá debido a la actividad, la presión del cargo, y el estudio febril, se habían tornado más frecuentes, recurrentes y nocivas, hasta el punto de dejarlo postrado en la cama durante noches completas, en las que solo podia llamar a Giulietta para que se encargara de todo lo que surgiera, pedir alimento a Ambrosio, y estudiar. Estudiar sin parar. Era practicamente el único alivio que podía encontrar y casi la unica actividad interesante y factible cuando la noche se presentaba dificil.

Salia poco, por tanto, a la calle, y cada vez menos, pues cada vez que lo hacía, en breve se empezaba a sentir observado. Al principio lo achaco a la nueva posición del Sabbat en la ciudad. Ahora era un vampiro mucho más importante y era normal que las miradas se posaran en él. Pero cada vez la sensación se iba volviendo más insidiosa, pesada y omnipresente para ignorarla. Eso, junto con todo lo demás, le estaban volviendo paranoico, mirando a su espalda cada poco. Lo peor era que desde hacía un par de noches, había dejado de sentirse seguro en su propio refugio. Se sorprendía a sí mismo acercándose silenciosa y lentamente a las esqiunas antes de girarlas, mirando atrás suya por los pasillos cada poco, abriendo las puertas de golpe tratando de sorprender a ¿imaginarios? asaltantes que le esperaban escondidos, o pidiendo a Ambrosio que le acompañara a todas partes. Tener la sensación de que el enemigo estaba en su propio refugio era la manera más sencilla de cabrear y hacer enloquecer a un vampiro.

Pensando en esto ultimo precisamente estaba cuando, airadamente, Giulietta entró en su despacho sin siquiera llamar a la puerta, se acercó a la mesa cubierta de papeles.

- Vaya... tienes una pinta horrible - estaba totalmente dejado, con el pelo revuelto, la ropa arrugada, las gafas torcidas, ojeras... - si no fuera porque yo estoy haciendo todo tu trabajo diría que llevas días ocupadísimo... - lo dejó caer haciéndose la despistada mientras ojeaba los libros y papeles de su escritorio, reconoció algunos como los que robaron del Elíseo.

- No das ni las buenas noches, entras sin llamar dandóme un susto de muerte... - fue la respuesta de Vladimir, que aún parecía estar asimilando lo que acababa de ocurrir - Esta "pinta horrible" se debe a que ultimamente tengo la sensación permanente de estar siendo observado y acechado, apenas salgo de aqui por ello, porque es salir a la calle y empezar tener esa sensación. Y lo peor es que esa sensación se ha introducido entre estos muros. Tengo la sensación de no estar a salvo en mi propio refugio ¿cómo quieres que lo soporte? Solo consigo abstraerme con la lectura - dijo señalando los libros que tenia sobre la mesa. - Y encima sigo teniendo pesadillas, y cada vez peores - se frotó la frente - En fin... ¿hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó Vladimir distraído.

- Lo cierto es que sí - Giulietta tomó asiento - Verás, ultimamente he estado liadísima con todo el trabajo que me has dado y necesitaba despejarme un poco, cambiar de tema - suspiró - así que para desconectar he pensado en pasar el rato con algún amigo, y como tú eres el único que tengo en esta ciudad aquí estoy... - permaneció pensativa unos instantes - es irónico que haya elegido justo al causante de que esté así, ¿verdad? - Giulietta rió.

- Oh, qué honor que me consideres tu amigo - dijo irónicamente. - Es cierto que ultimamente he delegado muchas responsabilidades en tí, pero compréndelo. No he querido tomar ciertos riesgos sabiendo que alguien me acecha, quizá pretendan matarme y podría ser perfectamente cualquiera con quien tenga que reunirme, por eso te mando a tí en mi lugar. -pensó durante un momento - ¿No podría servirte Dorian para esto?

- El pobre también está muy ocupado... ¿no te dije que mi primer acto oficial como Obispo fue nombrarle mi secretario personal? lo odia - Giulietta no pudo evitar reir recordando aquel momento - además, ¿quién te crees que está haciendo mi trabajo mientras estoy aquí?

A Vlad le resultó extraño el tono alegre y dicharachero que tenía Giulietta aquella noche. Parecía que todo le divertía y hacia gracia. O ella misma hacía las gracias, cosa que no era nada habitual.

- Vaya, pobre hombre... le tendre que pedir disculpas cuando le vea, - sonrió divertido.

- Bueno, ¿qué es todo esto? - dijo señalando los libros sobre la mesa - te metias conmigo por creer en la magia... ¿ahora puedo reirme yo de ti por creer en las hadas? - preguntó divertida.

- Bueno, me demostraste que estaba equivocado con el ritual aquel. -sonrio al mirarla - Así que no veo motivo por lo que esto no fuera posible, pero ríete si quieres, estás en tu derecho. En cualquier caso, es una lectura interesante y absorbente. Estoy aprendiendo bastante sobre estos seres, y lo que se hasta ahora me impulsa a intentar saber más.

- ¿Qué tipo de cosas? ¿Hay algo de especial interes que hayas encontrado?

- Veras, aparte de aprender sobre los tipos de hadas, sus costumbres, usos y poderes, además del mundo que pueblan y sus regiones, he encontrado diversos rituales sencillos para comunicarse con ellas. He probado algunos, y creo que funcionaron, o quiza fueran las voces de mi cabeza - se señalo una sien - pero en cualquier caso, estoy investigando más por esta linea. Quizá encuentre alguno que permita cosas más interesantes y divertidas.... la sangre de hada tiene efectos muy "especiales", por ejemplo.

- Vaya, todo esto suena de lo más interesante - respondió Giulietta con un puntito de ironía - ¿Estás seguro de que no son esas hadas las que te acosan y acechan? a lo mejor no les gusta que se metan en sus asuntos... - Giulietta miró el reloj. -Siento no poder quedarme mucho más, pero tengo cosas que hacer, si no, Dorian me matará. De todas formas, espero poder volver pronto por aqui a ver como sigues. O tu podrías acercarte a visitarme y echarme una mano de paso, cuando salgas de La Salle, tienes que hacer algo de vida normal para no obsesionarte con esos libros y con tu paranoia. - se levantó y se dirigio a la puerta - Cuidate. - dijo justo antes de salir.

Al salir de La Salle Giulietta montó en el coche y condujo dirección al Castillo, aparcó, salió del coche y fue al maletero, guardó en él el abrigo y las gafas de sol, se cambió los zapatos y se puso un jersey negro y una mascara del mismo color, cerró el coche y a paso ligero, de sombra en sombra llegó nuevamente al recinto de La Salle.

Vladimir era mucho más perceptivo de lo que Giulietta pensó en un principio, se había dado cuenta de que alguien le acechaba, algo que la mujer no quiso en ningún momento, su intención era pasar totalmente desapercibida. Aunque ahora que había visto cual había sido su reacción tal vez no era tan mala idea... al fin y al cabo, una presa asustada es más fácil de cazar.

Se asomó a la ventana que daba al despacho del Arzobispo, donde Vladimir aún estaba frente al escritorio, estudiando. Pasados unos minutos, el malkavian volvió a sentir aquella mirada clavándose en su nuca...

Se encontraba leyendo lo que parecía un ritual de paso del mundo humano al mundo feerico, pero habia partes especialmente maltratadas por la edad del libro, se levantó para coger otro libro donde recordaba que se hacía referencia al tema, y entonces volvió a notar esa sensación. Le estaban observando. Intentó proseguir con sus estudios, pero sus entrañas le impedían relajarse. Le estaban vigilando, ¡en su propio refugio!

Se levantó y se dirigió a la ventana, que según creía, era el unico punto aparte de la puerta por donde alguien podría intentar espiarle. La callejuela estaba en sombras, apenas iluminada por una vieja farola de luz blanca. Miró las ventanas del edificio de enfrente. Miró a los lados y hacia abajo. Miro hacia el tejado del edificio de enfrente y el de la salle. No vió nada.

Sin embargo, sabía que había algo ahi fuera. Cerró los ojos, se concentró, y volvió a repetir el proceso. Cuando volivó a mirar al tejado de enfrente, vió lo que buscaba. Un vampiro le acechaba. Malo. Uno diabolista. Muy malo. Estaba tranquilo, expectante, aunque algo tenso, por tener que esconderse sabiendo que le estaba buscando. Sin embargo, el manto de sombras no le permitía distinguir nada más.

- ¡Sal de tu escondrijo! - dijo con una profunda voz, mirando directamente al camuflado - ¡puedo verte! - no recibió más respuesta que el silencio.

El otro permaneció quieto ahi durante al menos dos minutos, en los que Vlad se planteó saltar fuera a cazarlo. Sin embargo, el impulso fue reprimido por el sentido comun, no tenía armas encima, y podría haber más preparados para emboscarle. Intentó acceder a su mente, pero sin poder verle claramente resultaba demasiado dificil, y estaba cansado.

Finalmente, emitió un gruñido de frustración, cerró la ventana, bajó la persiana, y corrió las cortinas. Se sentó frotándose la cara con rabia, y llamó al movil de Giulietta.

Pegada al muro de La Salle junto a la ventana el despacho de Vladimir la mujer notó el móvil vibrar en el bolsillo del pantalón, al ver quien llamaba sonrió, se alejó un par de pasos e invocó una oscuridad que la cubrió por completo.

- Hola - contestó despreocupada. Estaba tranquila, puesto que ni la luz ni el sonido podían salir de la pequeña burbuja de oscuridad - ¿ya me hechas de menos?

De nuevo esa desconcertante actitud. Era extraño encontrar a Giulietta tan agrdable y alegre. Y más con la carga de trabajo que tenía ahora. Quizá el cargo la hacia estar así, o quizá realmente el pobre Dorian estaba ahogado por el trabajo y ella se disfrutaba de los resultados.

- Acabo de verle.

- ¿A quien? - sabia perfectamente a qué se refería, aunque obviamente lo mejor era aparentar no saber nada.

- A quien me persigue. Le he visto por la ventana. Bueno... no directamente, pero he visto su aura, su presencia.

- ¿Estás seguro? ¿Qué quieres decir con "no directamente"? ¿Qué ha pasado?

- Sí, estaba en el tejado del edificio de enfrente, escondiéndose en la oscuridad, así que no le he podido ver directamente. Pero se que es un vampiro, lo cual me preocupa, y diabolista, lo cual me preocupa bastante más.

- Bueno, ahora los sabbat campan a sus anchas por la ciudad, así que el que sea diabolista no es tan raro... tal vez fuera un cainita de caza, no es tan raro...

- ¡Y quizá sea yo su victima! - el vampiro cortó a la mujer mientras hablaba. - He ... he sentido como me observaba antes de verle - se estaba poniendo nervioso hablando del tema.

- No sé, Vladimir, no creo que debas preocuparte tanto - intentó quitar hierro al asunto. - Deberías tranquilizarte. Mira, quédate esta noche en La Salle con tus libros, asegurate de que todo esta bien cerrado, las alarmas activadas y todo eso. Pero tienes que apartar tu mente de esa obsesión. Te vendría bien salir un poco, así que mañana te esperaré en el Castillo. Un poco de aire y algo de entretenimiento te vendrá bien para despejarte y ver quizá las cosas desde otro punto de vista... estas perdiendo un poco el norte, creo yo.

El tono relajado de la mujer consiguió calmarlo un poco.

- No se, ¿y si son varios? ¿Y si en el camino me atacan?

- Si quieres puedo enviar a Dorian a recogerte en coche. Está entrenado, y entre los dos estoy segura de que podriais hacer frente a una emboscada - dijo esa palabra de tal manera que incluso a Vlad le resultó ridícula, considerando así menor la "amenaza". - Vamos, nos vendra bien a los dos, yo estoy muy ocupada ultimamente, y tu necesitas despejarte, ambos saldremos ganando si por una noche nos desentendemos un poco de todo y tenemos una buena conversación entre amigos junto a un par de copas ¿no crees? - su tono se hizo muy amable y suave - ¿Qué me dices?

La idea de pasar un rato agradable y desenfadado con Giulietta como al principio de conocerse resultó atractiva a Vlad. Giulietta había conseguido tranquilizarlo un poco, así que no veía por qué no.

- Esta bien, envía a Dorian a recogerme a eso de las once ¿de acuerdo?

- Allí estará - contestó la cainita - Procura descansar ¿de acuerdo? Ahora he de dejarte, tengo asuntos que atender. Nos vemos mañana por la noche, ¡ciao! - colgó el teléfono y la oscuridad que la rodeaba se desvaneció.

Estaba claro que Vladimir no sospechaba de ella, eso era bueno, y esa paranohia que le envolvía le venía bien... aunque no estaba disfrutando tanto como esperaba... en cierto modo le daba pena... Miró nuevamente hacía la ventana sin llegar a asomarse, creo que ha sido suficiente por hoy pensó para sí misma mientras tomaba el camino de vuelta al castillo, ocultándose a en la oscuridad.

Tras colgar el teléfono, Vladímir se quedó unos minutos sin hacer nada, tomando pequeños sorbos de una botella. Volvió entonces a sus libros, y realizó ciertas anotaciones sobre las referencias cruzadas que había encontrado respecto al ritual de transición, y pasó las siguientes horas intentando obtener el texto completo de dicho ritual. Lo consiguió al borde del amanecer, momento en el cual se dirigió directamente a sus aposentos para descansar.

La noche siguiente fue bastante positiva para ambos. Vlad consiguió superar un poco la paranoia e incluso pasar un buen rato con Giulietta hablando sobre todo y nada, banalidades y trivialidades varias, discutiendo algunos aspectos relativos al Sabbat, las hadas y demás. Giulietta consiguió por su parte acercarse más al arzobispo, estudiarle y conocerle mejor, ganandose su confianza para facilitarle el camino para cuando decidiera atacarle.

Las siguientes noches fueron similares a las anteriores, sobre todo para Vlad. Realizó grandes avances en sus estudios sobre las hadas y retomó ciertas tareas de gestion del Arzobispado obligado por Giulietta. En cuanto a las pesadillas, seguía teniendolas a menudo, y algunas especialmente desagradables le conseguían dejar KO algunas noches completas, pero por suerte Giulietta estaba allí cuando era necesario para hacerle algo de compañía y ayudar a Ambrosio. La manía persecutoria seguía alli, y sabía que le seguían vigilando, así que salía poco a la calle. Se alimentaba en su refugio, y si salía, era para visitar a Giulietta, pues le hacía mucho bien desconectar y disfrutar de su compañía.

miércoles, 15 de junio de 2005

Caceria de Sangre



Ha llegado la noche...

Giulietta estaba lista para salir hacia La Salle, vestía un ajustado jersey negro de cuello de cisne, unos vaqueros oscuros y unas botas, el pelo recogido en una coleta y las gafas de sol. Tan solo llevaba una cosa consigo, una afilada daga en la bota derecha, y esperaba no tener que usarla. La noche anterior le había dado a Dorian el dia libre, bajo la estricta condición de que no saliera del castillo bajo ningún concepto...

Acababa de anochecer y la vampiresa ya estaba saliendo del castillo.

Vladimir le había pedido que llegara antes de la hora prevista de partida, a las once; faltaban pocos minutos para que llegara la hora, aceleró la moto. Vladimir debió haber cambiado la hora del inicio de la cacería a las doce al menos, a estas alturas del año anochecía muy tarde y las noches eran muy cortas... o tal vez lo haya hecho a propósito para no estar mucho tiempo a solas conmigo antes de la cacería. Daba igual cual fuera el caso, esa noche Vladimir dejaría de ser un problema... Esa era la actitud que procuparaba tener la mujer, aunque en bajo esa autoimpuesta máscara interior había un mar de dudas que martilleaban su mente...

¡no, no, no! da igual que no quiera matarle... tengo que hacerlo

La mujer aparcó la moto cerca de La Salle, se relajó todo lo que pudo, y con una sonrisa se acercó a llamar a la puerta del edificio.

Ambrosio abrió la puerta y guió a la mujer hasta el despacho del Arzobispo, donde éste aguardaba. Ataviado de forma sencilla - camiseta negra ajustada de manga larga y vaqueros gris oscuro - Vlad terminaba de tomar el equipamiento habitual en sus cacerías vampíricas: una beretta y cuatro estacas, largas y finas, ajustadas con una cinta al brazo izquierdo.

Cuando los escuchó entrar, se giró hacia la puerta, ajustandose las gafas. Sonrió a la recién llegada.

- Buenas noches, señora Obispo. - realizó una pequeña reverencia, de forma divertida.

- Su excelencia... - Divertida ante el gesto de Vladimir la mujer correspondió a su reverencia.

- No nos entretengamos más, espero que estes preparada, en la Iglesia hay otros sabbatistas esperandonos. Han venido incluso de otras ciudades para colaborar en la cacería, acompañáme - dijo guiando a la mujer hacia la puerta con una mano en su espalda.

- Espero que el nombramiento cumpla con las expectativas que tenias cuando llegaste a esta ciudad. - Dijo mientras caminaban - Ya solo te faltaría un paso en el escalafón, pero de momento, tengo que conservarlo. Quién sabe, sin embargo, lo que deparará el futuro ¿verdad?

- Oh, vamos, mis ansias de poder tienen un límite, y dadas las circunstancias he de reconocer que me siento más que satisfecha - contestó Giulietta divertida.

Entraron en la Iglesia por un pequeño pasadizo que daba al ábside. Vladimir asomó la cabeza, y vió que el lugar estaba bastante concurrido. Más de lo que esperaba, incluso. Se giró hacia Giulietta.

- ¿Preparada? - la cainita asintió. Él la tomó del hombro y la llevó hacia la cámara principal, donde todos se pusieron en pie y se hizo el silencio. Solo resonaban los pasos de la pareja.

Llegaron hasta el altar, en cuyo centro se situó el rubio, dejando a Giulietta a su derecha, un escalón por debajo.

(no tengo ni idea de como puede ser una ceremonia Sabbat, así que cualquier tipo de sugerencia será bienvenida).

- ¡Hijos de Caín! - comenzó en tono enérgico y serio - Auténticos Hijos de Caín, que portamos orgullosos la Herencia de nuestro Padre. Nosotros, que proclamamos abiertamente nuestra superioridad, innegable, sobre la Humanidad, meros siervos de nuestros designios y deseos. Nosotros, que no negamos lo que somos, ni lo escondemos, y lo abrazamos con orgullo, al contrario que otros. Nosotros, que tenemos un plan y unos cometidos que cumplir, sin cometer la cobardía de quedarnos a un lado, mientras otros luchan nuestra guerra, para luego recoger las migajas. Nosotros, nos reunimos. - El silencio de la sala se mantuvo, todos las miradas estaban sobre él -

- En esta noche - continuó, bajando hasta la primera fila de asientos - damos un paso más hacia la Victoria Definitva contra los cobardes. Pero antes, nosotros, recibimos a un nuevo miembro. - extendio su brazo, señalando a Giulietta - Recibimos a Giulietta Strozzi, llegada desde tierras Italianas. Y no solo eso. La recibimos como nueva Obispo de esta ciudad. Sus méritos y capacidades han sido probados y reconocidos por vuestro Arzobispo - dijo con una mano en su pecho - Y si alguien considera que este nombramiento no es válido, que de un paso al frente y exponga sus argumentos. - en esta parte elevó el tono, haciendolo más agresivo, y mostrando los dientes a los presentes en la primera fila.

Nadie se atrevio a romper el silencio.

- En esta noche, damos un paso más hacia la victoria definitiva contra los cobardes - volvio a subir los escalones hacia el altar - Esta noche, esta ciudad pasa a ser nuestra. ¡Sabbatista! - cerró un puño energicamente - ¡Y que mejor manera que proclamar nuestro dominio que enseñando a los Humanos y a los cobardes quienes son sus amos! - el silencio se rompió con un rugido unánime.

- ¡Vamos, hermanos! La ciudad es nuestra. ¡Arrasad, mutilad y matad a vuestro paso! Aniquilad a quien se interponga en vuestro camino, dejad patente quien es el amo. ¡Marchad! - los despidió con un gesto de la mano, y los vampiros empezaron a salir de la Iglesia.

Vladimir se giró hacia Giulietta. Estaba excitado.

- Vamos, Giulietta, es nuestro momento. - dijo tendiéndole una mano.

- ¿A donde? - preguntó la mujer.

- Al Elíseo. Creo que allí tienen una deuda contigo.

- Perfecto... - contestó con una oscura sonrisa.

De la mano, el Arzobispo guió a su segunda fuera de la Iglesia, donde montaron en un coche, antiguo, pero razonablemente en buen estado. Fué el propio Arzobispo quien tomó el volante. Las calles eran ahora muy peligrosas como para que Ambrosio deambulara por ellas. Incluso sabiendo que quien le tocara se las vería con el Arzobispo, era un riesgo que prefería no asumir.

Giulietta parecía excitada, casi saboreando el miedo y la sangre de sus víctimas.

Mientras pasaban por las calles, presenciaron dantescas escenas propias de una pesadilla. Los vampiros entraban en locales y casas, de las cuales algunos humanos salían despavoridos, para encontrarse con más vampiros en las calles que daban cuenta de ellos. En algunas zonas se habian formado barricadas con coches y mobiliario urbano, por el simple apetito por la destrucción y la revuelta. Por todas partes se oían sirenas de policía, ambulancias y bomberos. El caos campaba a sus anchas.

Llegaron tras algun rodeo a las puertas del Jardín Botánico, sede del Eliseo. Las puertas estaban abiertas, y provenian gritos del interior. En guardia y con el armamento en las manos, la pareja cruzó el umbral, perparados para hacer frente a cualquier tipo de resistencia. Observaron como por algunos caminos de los jardines varios vástagos se enzarzaban en tiroteos y combate cuerpo a cuerpo.

Vladímir señaló a Giulietta una estructura dentro del jardin. Parecía ser la casa del guarda o de uno de los empleados. Un lugar perfecto para que un siervo humano viviera, y que en este caso, se escondiera. Hizo un gesto a la cainita para que le siguiera. Agachados para no llamar la atención de otros vástagos, llegaron bajo una ventana, por la que se asomaron cuidadosamente.

Giulietta pudo sentir el calor de la perdigonada, y los cristales caer sobre su cara y sus hombros. Pero ya había visto a su presa, y nada la detendría. Sonrió al comprender las referencias de Vlad a la deuda, recordando lo que ocurrió en la fiesta que dio a su llegada. Por fin tendría su venganza. Finalmente, mataría a Casimiro. Hizo un gesto al vampiro, que se asomó rápidamente por la ventana para atraer la atención del humano, mientras ella derribaba fácilmente la puerta a la velocidad del rayo.

El pobre anciano estaba asustado, ingenuamente se había encerrado para tratar de evitar la intrusión de extraños, pero en este caso, esos extraños sabían donde buscar... Las sombras de la habitación desaparecieron en cuanto la mujer puso un pie en la sala. Casimiro, asió la escopeta y apuntó a Giulietta, pero antes de que le diera tiempo a apretar el gatillo un imponente zarcillo de oscuridad le golpeó dolorosamente en los brazos obligándole a soltar el arma, el hombre cayó de rodillas al suelo sujetándose el brazo con fuerza y una expresión de miedo y dolor en el rostro, su fin estaba cerca y lo sabía.

- Vaya vaya... - Giulietta comenzó a andar lentamente hacia el anciano - parece que el perrito faldero se ha quedado solito y desamparado - comentó la mujer con pena fingida mirando fijamente a Casimiro.

- Vamos puta, muerdeme y acaba con esto de una vez - espetó el anciano.

- ¿Morderte? antes moriría que beber de tu asqueroso cuello, además estás infectado con la escoria de Mariam, no sirves ni para alimentar a los perros... - daba vueltas alrededor de su víctima, mirándole con desprecio.

- ¿Entonces que quieres de mi? - miraba a su alrededor buscando algo con lo que contraatacar a la mujer, algo a lo que aferrarse para evitar el mortal destino que le esperaba...

- ¿Acaso no está claro? - rápidamente asió al anciano por el cuello y le puso en pie, el pobre hombre forcejeaba para librarse de la presa de la mujer se llevó las manos al cuello arañando y tirando de la mano de Giulietta. Desgraciadamente para él todos sus intentos eran en vano.

Cada vez apretaba más fuerte, el viejo notaba como sus pulmones luchaban por un poco más de aire, dando bocanadas como un pez fuera del agua. Cuando se nubló su vista y notó que la vida se le escapaba el anciano comenzó a toser fuertemente, Giulietta le había soltado y Casimiro se retorcía en la alfombra respirando sonoramente.

La lasombra se puso de cuclillas junto al jardinero, sin prestarle la más mínima atención miró la dastartalada caseta en la que se encontraban en busca de algo "digno" para la ocasión, fue así como una garrafa con gasolina llamó su atención junto a un viejo cortacesped. Se puso nuevamente en pie y guiñó un ojo a Vladimir, quien observaba divertido la escena al otro lado de la ventana.

El olor a gasóleo hizo embargó a Casimiro, quien aún trataba de incorporarse, dolorido. Giulietta estaba esparciendo el contenido de la garrafa a su alrededor mientras canturreaba para sí misma, tiró el recipiente vacio y palpó los bolsillos del pantalón buscando algo.

Ahi, sobre la mesa. Cogió el mechero, lo encendió y se volvió hacia el anciano.

- Le daré a Marian recuerdos de tu parte - dijo con fingida inocencia, se acercó a la puerta y justo antes de prender fuego a la caseta se despidió...

- Buenas noches... Casimiro - al pronunciar su nombre la estancia se volvió completamente negra, un vacío de oscuridad del que solo salían sonidos... el ardiente crepitar de las llamas y el lamento de un anciano, precediendo a los gritos de dolor y la peste a carne quemada.

Giulietta se alejó unos metros y permaneció de pie contemplando la escena.

Vladimir dejó que la vampiresa disfrutara de su momento el tiempo justo. El incendio atraería la atención de otros Vastagos, y todavía tenian cosas que hacer allí. Puso una mano en el hombro de la cainita.

- Prosigamos, Giulietta - dijo ladeando la cabeza hacia el edificio central de los Jardines - aún tenemos cosas que hacer.

La mujer asintió, y con paso acelerado, y usando la flora como cobertura improvisada, se fueron acercando al edificio sin llamar demasiado la atención de los vampiros del lugar, ocupados en matarse enre ellos, y que ya se habian percatado del incendio, que se extendía de la caseta a los arboles y plantas colindantes de forma voraz.

El fuego les daba una buena cobertura, los camarillas que pudieran rondar el Elíseo se centrarían en el y no verían a dos sombras furtivas que entraban en el edificio.

Las alarmas hacía rato que habían saltado, así que no les fue dificil llegar hasta el salón de baile, donde entre la penumbra encontraron a 4 vampiros tratando de evitar a las hordas de sabbat que merodeaban las calles.

Giulietta extendió ambos brazos y como si descorriera una pesada cortina, la oscuridad de la sala fue arrastrada siguiendo el movimiendo de las manos de la cainita hacia un rincón. Ahora los cazadores y los cazados podían verse perfectamente.

Los vampiros estaban asustados y muy nerviosos, no esperaban encontrar al arzobispo de la ciudad en el Elíseo, a la mujer solo la conocían de vista.

Giulietta sonrió a Vladimir.

- Parece que tenemos suerte... excelencia... - dijo mientras hacía una reverencia señalándole a la presa.

El malkavian empuñó la estaca y guiñó el ojo a Giulietta antes de salir corriendo hacia el grupo de vampiros. La mujer le seguía unos pasos por detrás sin empuñar arma alguna, el brazo derecho en tensión con la mano abierta era todo lo que necesitaba. Vladimir corrió hacia la derecha de la sala, y Giulietta hacia la izquierda, diriéndose ambos hacia el mismo punto.

Los vampiros, al sentirse acorralados se prepararon para el ataque. El Arzobispo desenfundó y disparó a uno de ellos justo antes de saltar hacia el otro. El primero trató de esquivar el disparo, fallando por poco, y estuvo a punto de perder el equilibrio. El otro plantó cara al malkavian e intentó golpearle, pero la velocidad superior de Vladimir le permtió zafarse fácilmente y lanzar su estaca al corazón del adversario, dejandolo petrificado de forma instantanea.

Giulietta concentró su sangre en la mano abierta, uno de los vampiros se abalanzó tratando de cubrir a su compañero quien parecía concentrarse para actuar, rápidamente la mujer hizo una finta esquivando a su primer oponente, antes de que pudieran darse cuenta su brazo había atravesado el pecho del segundo vampiro, la lasombra sacó el brazo con fuerza mientras el cuerpo caía al suelo, tenía su corazón en la mano. Cuando el primer vampiro saltó nuevamente hacia Giulietta dos zarcillos salieron de las sombras agarrándole, aunque debido a la escasa distancia acertó a herir el brazo de la mujer, que dio un salto hacía atrás. Mientras sacaba el daga los zarcillos hicieron una presa sobre el cainita haciendo muy fácil que la mujer clava la afilada cuchilla su pecho.

Vladímir se giró hacia el vampiro al que había disparado, enfundando el arma y sacando otra estaca. Ambos oponentes se estudiaron unos instantes, dando pasos en circulo, y fintándo por turnos, buscando un hueco en la defensa del otro. El cainita saltó hacia el arzobispo, convencido de poder reducirlo, justo cuando un zarcillo de sombras le agarró por el cuello y el brazo, lanzándolo por los aires hacia la entrada de la sala.

La vampiresa sonrió a Vladimir, que se dispuso a adentrarse en las habitaciones del edificio, cuando por la puerta entró apresuradamente otro vampiro, que se detuvo apresuradamente al encontrar al que Giulietta había lanzado tirado en el suelo. Levantó la vista y encontró al arzobispo, que le miró fijamente a los ojos.

Al principio el vampiro se quedó paralizado sin saber bien que hacer. Miró a Giulietta, y luego de nuevo al Arzobispo, que se encorvó hacia delante, y empezó a extender una mano bocabajo hacia él. La melena le cubria parcialmente los ojos, dejando su rostro en sombras. El otro comenzó a temblar, dando pequeños pasos hacia atrás, aterrorizado. En ese momento, sus pies quedaron anclados al suelo, parecía como si su propia sombra le impidiese moverse. Giulietta sonrió.

Vladimir se colocó frente a frente con el otro, y enseño sus colmillos. El otro vampiro estaba muy agitado, al borde del frenesí, aunque nunca llegaría a sufrirlo, pues corrió la misma suerte que su compañero, paralizado por una estaca. El Arzobispo sintió una mano agarrar su pierna, y en apenas tres segundos, dejó al vampiro del suelo paralizado con otra estaca.

- Prosigamos. El tiempo apremia. - Pasó junto a la italiana a paso ligero y subió rápidamente unas escaleras. La cainita le seguía de cerca.

El piso superior consistia de un pasillo con cinco puertas. El cainita notó como la temperatura subía. El fuego estaba devorando los jardines, y si no se daban prisa, caerían junto con la casa.

- Giulietta, registraremos cada uno una habitación cada vez. Si necesitamos ayuda, nos llamaremos - la cainita asintió y se dirigió a la primera puerta.

No tuvieron suerte en las primeras cuatro habitaciones, y en apenas diez minutos estaban frente a la ultima habitación, a la que entraron en tromba. A diferencia de las otras, que eran habitaciones de invitados o salas de lectura u otras actividades sin mas transcendencia, esta parecía importante. Parecía ser el despacho de la Principe, si es que alguna vez la gangrel pasaba el tiempo en algo como un "despacho". Examinaron la sala a primera vista, y Giulietta se apresuró a investigar un ordenador portatil que había sobre la mesa mayor del despacho.

Vlad encontró diversos libros antiguos. La sorpresa llegó cuando los ojeó por encima: eran estudios y compendios sobre las hadas y su mundo. Recientemente se habia interesado por esa raza, así que decidió llevarse esos libros. Corrió hacia una de las habitaciones anteriores.

Mientras, Giulietta realizó un par de interesantes hallazgos en el ordenador. Primero, que la dueña, inepta para la tecnología, no había protegido nada con contraseña. Segundo, una carpeta "sujetos", con varias carpetas dentro... en un vistazo rápido vio que habia una llamada "giulietta_strozzi", lo que le sorprendio. Pero más aún le interesó la llamada "vlad_thremischeck". La abrió y encontró varios documentos, uno de ellos llamado "sarah_seldon". La sire de Vladimir... pensó.

Iba a abrir el documento justo cuando entró Vladimir con un par de mochilas. Lanzó una a Giulietta y comenzó a llenar la otra con los libros, de diversos grosores y tamaños.

- Aprisa, Giulietta, o acabaremos como ese pobre humano al que has quemado vivo.

La mujer asintió y comenzó a guardar en la mochila los libros que Vladimir le daba y algún que otro documento que pareciera tener interés. En un momento que Vladimir le daba la espalda guardando material, cogió el portatil y lo escondió al fondo de la mochila, que una vez llena sujetó a su espalda.

- Debemos irnos ya - sentenció la mujer al ver el fuego en la planta baja por la ventana del despacho.

Salieron por la puerta principal, dejando atrás al trio de cainitas paralizados por las estacas. Que ardan, pensó Vladimir, mientras corría por los jardines con Giulietta siguiendole de cerca. Tuvieron que volver por otro camino diferente, ya que el incendio se habia propagado de la caseta a los jardines.

Finalmente llegaron al coche, montaron y salieron de alli a toda velocidad. Los bomberos tardarían en llegar, estando la ciudad sumida en el caos como estaba. Vladímir parecía contento, la ciudad ya era del Sabbat, estaban mostrando su autoridad, y habia conseguido algunas chucherías interesantes.

- ¿Qué opinas de la noche? -preguntó - ¿Suficiente para tu nombramiento y una cacería de sangre, o esperabas más?

- Ha sido de lo más divertido, hacía tiempo que necesitaba algo así. - Giulietta parecía satisfecha, mucho, y más lo estaría cuando tuviera tiempo de cotillear en el portatil, a solas. - Aunque ahora deberíamos retirarnos, mejor no tentar más a la suerte, además tan sólo faltan un par de horas para el amanecer.

- Como quieras - asintió el vampiro, girando a la derecha en el cruce por el que pasaban. En unos minutos, se encontraban a las puertas del Castillo de Santiago.

- Bien, pues esto es todo por esta noche. Quizá me pase mañana para recoger los libros que hay en tu mochila ¿de acuerdo? Las Hadas son una raza con la que no he tenido contacto nunca, y de las que menos posibilidades he tenido de estudiar, me gustaría profundizar en ello, aunque con la proclamación, no se si dispondre de todo el tiempo que quiera. - sonrió - Quizá ahora me convierta en un líder ocupado.

- Como quieras - asintió la mujer. Ya sabes donde encontrarme. Y delega en mi alguna tarea, ahora soy tu mano derecha, ¿recuerdas? - hizo el papel lo mejor que supo, en realidad la curiosidad sobre lo que podría encontrar en el portatil era lo único que tenía en mente en ese momento. Bajó del coche y se despidió del Arzobispo. - Buenos días, eminencia.

- Buenos días, Giulietta. - retomó el camino cuando la mujer llegó hasta la puerta, y condujo hasta La Salle. Una vez allí, dejó la mochila y las armas en el despacho, y se retiró a descansar sin más dilación. Había sido una noche agotadora a la par que productiva, y queria estar bien descansado para comenzar su estudio a la noche siguiente. Ah, sí, y encargarse de las tareas que surgieran. Intuía que las siguientes noches serían bastante agitadas.

Cuando el coche de Vladimir se alejó Giulietta entró apresuradamente en la casa, nada más entrar encontró a Dorian, al ver su cara la mujer se dio cuenta de que su ropa estaba salpicada de sangre y su brazo teñido de rojo por completo.

- Vaya... parece que te lo has pasado bien... - Dorian parecía algo molesto, no le gustaban aquellas cacerías Sabbat, a veces pensaba que él mismo podría haber llegado a ser la víctima en una de esas macabras noches.

- Ellos atacaron primero - contestó la mujer encogiendose de hombros - no ha sido para tanto... bueno, ahora me voy, que tengo que mirar unas cosillas - y con una sonrisa se fue hacía el despacho.

Se quitó el jersey ensangrentado y antes de dejarlo en el suelo se limpió el brazo malamente. Sacó el portatil del fondo de la mochilo y lo encendió. Mientras se cargaba la configuración pensaba en la carpeta con información sobre Vladimir, esperaba encontrar nuevos datos sobre él, posiblemente alguno útil... y ¿porqué no admitirlo? también quería saber que contenía la carpeta con su nombre.

Aquí está "vlad_thremischeck", abrió la carpeta y ojeó los documentos de su interior. Al parecer no había nada que Giulietta no supiera ya, que Vladimir había trabajado bajo las órdenes de Vykos, etc, etc... la carpeta de "sarah_seldon". En ella tan sólo encontró un archivo, al parecer Marian conocia personalmente a la sire de Vlad, no era nada interesante, datos irrelevantes sobre una desquiciada malkavian.

Justo antes de cerrar el documento y darse por vencida... ¿Qué demonios es esto? ¿esta zorra es esteril? ¡no puede engendrar chiquillos! no era posible, Giulietta convencida de que Sarah Seldon era la sire de Vlad, al menos así constaba en el dossier que su sire le había enviado, además recordaba haber oído al propio Vladimir mencionarla... esa información tenía que ser errónea, no importa cuán cerca pudo llegar Marian hasta Sarah, tenía que estar equivocada... no había otra opción, ¿no?

Hechó un vistazo a la carpeta con su nombre, se sorprendió de lo poco que había, no había ninguna información sobre Giulietta antes de su llegada a la ciudad.

Decepcionada apagó el ordenador y subió al piso de arriba, faltaba poco para que saliera el sol y necesitaba descansar.

martes, 14 de junio de 2005

Pesquisas (y II)


Aquella noche, Vladimir esperaba impaciente. Cuando el nosferatu se presentó, él ya le esperaba en el sofá, de la misma forma que varias noches atrás. A su lado estaban Ana, con un leve vestido de gasa, y su hermana gemela, Sonia, vesitda igual, aunque ya no pudiera decirse que fueran gemelas, ya que había sido curada y tratada, y probablemente sobreviviría, pero quedaria por siempre mutilada. Esa era la exigencia de Nikolai. Si Sonia era capaz de estar alli esa noche, era por la sangre de Vlad, y los medicamentos, que le daba fuerzas para resistir el dolor.

Nikolai se sentó en el sillón, sonriendo al ver el resultado de su obra, aun vendada. Se giro hacia Ana, y le dedicó una amplia sonrisa, enseñando sus deformes dientes. La mujer no pudo reprimir un temblor, fruto de la ira y el miedo.

- ¿Y bien? - preguntó el arzobispo mientras el otro bebía. Vlad envió a Sonia hacia el nosferatu, que la hizo sentarse sobre su pierna, y empezó a acariciar sus vendajes, mientras ella temblaba de terror.

- Es curioso, pareceis estar de suerte. He averiguado, y sabeis que mis fuentes y métodos son practicamente infalibles, que el Tremere se ha marchado de la ciudad, de retiro espiritual, o similar. - Tosió - Se marchó hace un mes, aproximadamente... poco despues de un incidente en una excavacion arqueológica. - sonrió - No me extrañaría que supierais algo de esto...

- Continua. - ordenó el arzobispo, contrariado por la altivez y falsa curiosidad del nosferatu, que seguramente sabía perfectamente todo lo relativo a la excavación. Al menos la versión del Tremere.

- Bien, otros miembros de la Camarilla siguen estando en la ciudad, pero ocupados en sus asuntos, nada serio, practicamente subsisten sin más, estan relajados y tranquilos, sin más. Se reunen alguna vez que otra, pero son reuniones más sociales que otra cosa. Parecen seguros de si mismos y del estado actual de las cosas.

- Comprendo. - hizo un gesto llamando a Sonia, que se incorporó y caminó lastimosamente hacia su señor, sentandose a su lado y descansando la cabeza sobre su hombro. - Ahora vamos a lo interesante... ¿qué es de la Principe y de su amiga, la Toreador?

- Como decís, es interesante... porque ambas están fuera de la ciudad. -El rostro de Vlad se iluminó .- La degenerada se marchó hara un par de días de viaje al centro de Europa, con toda su prole - entrecomilló la palabra - , y no se sabe bien cuando volverá. - Vlad, expectante, envió a Ana con Nikolai, para alentarlo a seguir hablando. Eran excelentes noticias. La mujer comenzó a gatear por el suelo hacia el nosferatu, que se preparó para recibirla.

- En cuanto a Marian, la Príncipe... ha sido algo más complicado. Si uno pregunta por ella en el Eliseo, te dicen que está reunida u ocupada, y no se puede acceder a ella. Sin embargo, sé que se ha retirado por un tiempo, llamemoslo vacaciones, a su tierra natal. Digamos que tengo métodos y maneras de conseguir mejores respuestas - sonrió toscamente. Cuando la mujer llegó a donde estaba, dejó que se arrodillara en el suelo, y comenzó a acariciar su pelo, como si de una mascota se tratara. Ella miraba a Vladimir.

- Bien, perfecto - el arzobispo estaba visiblemente contento. - Termina con eso, y te dare tu dinero, tengo cosas que hacer.

- Me temo que hay cambios en las tarifas, eminencia - el nosferatu tiró del pelo de la mujer, que se quejó.

- ¿Qué? Lo acordado.

- Lo acordado era lo acordado, pero ya no sirve. Necesito más dinero. Tanta tranquilidad afecta al negocio de la información, y tengo un estatus que mantener.

- Maldita seas, rata de cloaca. - el arzobispo se levantó, enfadado. Sonia se acurrucó en el sofá y comenzó a llorar - No pienso pagarte ni un euro más de lo acordado.

- ¿Sí? Bueno, he averiguado más cosas... el entorno de la Toreador es una mina de información ¿lo sabíais? Sé cosas, sobre vos, que podrían tener bastante valor, y que os prejudicarian bastante... - de repente, levanto la mano derecha, y la colocó imitando la cabeza de un animal. - el rostro del malkavian se torció. El nosferatu acerco la mano a la cara de Ana - ¿verdad que sí, guapa? - dijo, moviendo la mano como si esta hablara a la mujer - ¡cuac cuac!

El Arzobispo estalló. Con un grito caminó por encima de la mesa a la velocidad del rayo, avalanzándose sobre el nosferatu. Cayeron juntos al suelo, volcando el sillón. Ana aprovechó para quitarse de en medio. Vladimir golpeaba la cara del nosferatu con todas sus fuerzas, insultándole, mientras el otro trataba de zafarse y protegerse inutilmente.

Ambrosio entró apresuradamente en la sala, extrañado por los golpes. Al contemplar la escena, y sin que su señor mediara palabra, se dirigió a un cajón de la mesa del despacho, del que sacó una afilada estaca de madera. Volvió donde estaban los vampiros.

- ¡Señor! - alargó la mano con la estaca hacia Vladimir, que en un veloz gesto, la arrancó de ésta, para clavarla con todas sus fuerzas en el pecho del nosferatu.

El Arzobispo se levantó. Tenia los puños ensangrentados. Resopló y resopló con los ojos cerrados hasta calmarse. Se dirigió a las mujeres, que estaban abrazadas en un rincón.

- Marchaos a vuestros aposentos. - dijo en un tono suave y con una sonrisa. Las calmó. Obedecieron instantaneamente, abandonando a toda prisa la sala. - Ambrosio, tu puñal, dijo extendiendo la mano hacia el humano, que tambien obedeció sin dudarlo.

El malkavian se arrodilló, pensando que no merecia la pena devorar el alma de ese grotesco personaje. Pero no podia ir por ahi contando o vendiendo lo que sabia sobre tu faceta más vergonzosa. No podia dejarlo marchar. Clavó el cuchillo en su garganta, y comenzó a cortar, mientras la sangre le salpicaba y sonreía macabramente. Ambrosio se marchó discretamente, aterrorizado.

En apenas un minuto, terminó de cercenar la cabeza del vampiro, que se disolvió, convertido en polvo. Sólo quedaban unos restos de sangre en el suelo y en su ropa. En silencio, se levantó del suelo y se dirigió a la puerta. Al otro lado estaba Ambrosio. Tomó su mano, la abrio, y depositó en ella el cuchillo aun ensangrentado, con gesto torvo.

- Limpialo todo - ordenó. - He de enviar varios mensajes, convocar una cacería de sangre, - la sonrisa del vampiro hizo que a Ambrosio se le erizara el vello de la espalda - y reclamar esta ciudad para el Sabbat, de una maldita vez por todas.

Mientras Ambrosio limpiaba, el Arzobispo tomó papel, su pluma, y comenzó a escribir rápidamente:

Cuatro de Junio del año dos mil y cinco después de Cristo

Mi señora Vykos:

Esta misiva es para informaros de que la ciudad en la que me confinasteis ya es nuestra. La Camarilla la tiene abandonada, y por tanto, la reclamo para el Sabbat, y la noche de mañana, convocaré una caza de sangre para limpiar las calles y dejar claro quienes son los nuevos amos.

He de informaros además de que he encontrado a alguien para el cargo de Obispo. Se trata de Giulietta Strozzi, miembro del clan Lasombra, llegada desde Italia. Me ha demostrado ampliamente su ambición, colaboración, capacidad y solvencia, y es por ello que el cargo debe ser suyo. Incluso pienso que podría ser mi sustituta cuando decida marcharme, pero es algo que no depende solo de mí, aparte de ser un tema para discutir en otro momento.

Se despide, esperando que estas nuevas sean de vuestro agrado,
Vladimir von Thremischeck

Introdujo la hoja de papel en un pequeño sobre, donde escribio "T. V. ", y que cerró con cera, imponiendole el sello de su familia. Tomó otra hoja, y comenzó a escribir:

Mi estimada Giulietta:

Mis sospechas se han confirmado: la Camarilla prácticamente ha abandonado esta ciudad. La victoria, al fin, es nuestra. Nuestra, porque quiero que seas mi Obispo. Te sentarás a mi derecha en esta nueva éra, me ayudarás a dominar esta ciudad, y extender los dominios del Sabbat en esta región cuando llegue el momento.

Mañana en la noche, a las once, te impondré el cargo en la Iglesia de San Francisco. Te ruego que estes algo antes, para los preparativos. Convocaré alli para que lo presencien a todos los hijos de Caín afines a nuestra causa, y tras un Abrazo masivo, lanzaremos la cacería de sangre, pasando esta ciudad a sangre y fuego, para proclamar el yugo del Sabbat sobre la misma.

Mañana será una gran noche.

Afectuosamente,
Vlad
Repitió la misma operación que con la nota anterior, salvo porque escribió "G. S. " en el sobre.

- Ambrosio, - llamó al humano, que habia terminado de limpiar y esperaba órdenes junto a la puerta - cuando termines, necesito que entregues esta nota a la señorita Strozzi, y que envíes esta otra con caracter urgente por el canal habitual.

El humano, simplemente asintió y tomó las notas, abandonando la sala diligentemente.

Vladímir se recostó en el sillón y cerró los ojos. Se conectó a la Red Malkavian. Tomó el teléfono y marcó un número.

- Sí, soy Vladimir, necesito que des aire a este mensaje. - En ese momento, comenzó a hablar, transmitiendo al mismo tiempo para la Red, y dando el mensaje a su interlocutor -

"Vástagos, esta ciudad ha caído. La infame Camarilla ha fallado, y el Sabbat la reclama legítimamente bajo sus dominios. Convoco a todos los vástagos que aprecien su no-vida en la sede del Arzobispado para la proxima noche, a las diez, para proclamar nuestra victoria, y seguidamente, limpiar las calles de la escoria Camarilla, y enseñar a los humanos quienes son los dueños de este mundo. Sin más, se despide vuestro Arzobispo, Vladímir Von Thremischeck"
Cuando colgó, se levantó y tomo la botella de vitae de la mesilla. Se dirigió a los aposentos de las gemelas, canturreando alegremente. La ocasión merecía celebrarlo, se sentía con ánimo de acoger dos nuevas almas en su mente.

Mientras tanto, tras entregar al mensajero la misiva a Vykos, Ambrosio llegaba al Castillo de Santiago. Llamó a la puerta, y esperó a que Dorian abriera.

- Buenas noches, Dorian - saludó al humano - traigo esta carta de mi señor para la señora Strozzi. Creo que son buenas noticias - dijo sonriendo y extendiendo la carta al otro.

- Hola Ambrosio - Dorian parecía dormido, estaba despeinado y bostezaba - ¿estos no saben lo que es el telefono? - dijo extendiendo la mano para tomar el sobre - se lo daré ahora mismo, gracias.

Volvió al interior del castillo hacia el despacho, de camino se cruzó con Giulietta que se dirigía al mismo sitio.

- Ambrosio ha traido esto - le tendió el sobre mientras hablaba - dice que parecen buenas noticias...

Sorprendida la lasombra abrió el sobre y leyó la carta, según avanzaba en su contenido su rostro se iluminaba con una sonrisa.

- Dorian, a partir de hora tendrás que llamarme "excelencia" - reía la lasombra - y puede que dentro de poco algo más que eso... - continuó andando hacia el despacho cerrándo la puerta tras de sí.

viernes, 3 de junio de 2005

Malas noticias


Había pasado ya un mes desde que volvieron de la excavación, y salvo por el pequeño incidente patuno de la exposión de Clarisse, el ambiente estaba muy calmado.

Las heridas de Vlad estaban totalmente curadas, y salvo una ligera marca en el pecho estaba como nuevo, o al menos eso aparentaba, puesto que una pequeña cantidad de sangre del nictucu aún circulaba por sus venas, aún había algo de aquel demonio en él, algo que a veces se manifestaba en terribles pesadillas diurnas, cada vez más frecuentes.

Giulietta sin embargo estaba tranquila y generalmente de buen humor, finalmente consiguió dejar a un lado la incertidumbre... por no haber matado a Vladimir... por aquel beso... La mujer optó por guardar todas aquellas preguntas y dudas en un caja y dejarla en un apartado rincón, algo le decía que no tardaría en llegar el momento en que tuviera que abrir esa caja y lidiar con las emociones... pero aún no.

Los dias transcurrían en el castillo con normalidad, hasta que...

Toc toc

Dorian entrenaba en el jardín cuando oyó como alguien llamaba a la puerta, al abrir vió a un joven repartidor de correo con un paquete en las manos.

- Buenos días, traigo un paquete para la señora... - miró el albarán - Giulietta Strozzi.

- Ha salido, yo lo cogeré, soy su hermano.

El muchacho le tendió el papel de entrega y ofreciéndole un bolígrafo le indicó donde debía firmar. Tras esto el repartidor le tendió el paquete y se despidió.

Dorian miró el remitente, Roma... era un paquete rectángular no muy grande, por la forma posiblemente se tratara de documentos, papeles o algo similar. Con el sonido de la furgoneta de reparto alejándose el joven cerró la puerta y dejó el paquete sobre la mesa del despacho de Giulietta.

Pasadas las once de la noche la vampira abrió los ojos en la oscuridad de su habitación, tras cambiarse de ropa y beber algo bajó al despacho, como siempre. Al ver el paquete de repente recordó que en las últimas semanas se había tomado una especie de vacaciones... llevaba bastante tiempo sin informar de sus actividades... en realidad lo había hecho de forma premeditada, no sabía muy bien que decirles; si se enteraban de lo ocurrido en la excavación y sobretodo, de la oportunidad que había desaprovechado... sería su ruina, incluso posiblemente su muerte.

Se sentó tras la mesa y desenvolvió el paquete, una caja negra, en su interior una carpeta marrón con lo que a simple vista parecía un dossier y un sobre blanco, lacrado con el sello de su sire.

Tomó el sobre entre sus manos y leyó su contenido, lo que aquella carta relataba estaba escrito en un idioma que muy pocos cainitas podrían entender...

Giulietta:

Ha ocurrido algo, algo terrible, una de nuestras sedes en el sur de España ha caido, no puedo decirte nada más al respecto tema.

Todo lo que necesitas saber es que ha habido cambios en tus órdenes, los altos cargos consideran que ya no es suficiente con que obtengas el cargo de obispo en la ciudad, tras este último ataque de la Camarilla necesitamos fortalecer nuestras defensas, necesitamos el arzobispado.

Afortunadamente tenemos el respaldo de La Mano, no les interesa nuestra caída. Encubrirán todas nuestras acciones hasta que recuperemos el control absoluto, eso incluye también tu misión, cuando acabes con la vida del actual Arzobispo ellos harán que ni el Sabbat descubra la realidad.

Recordarás que te hablé de un viejo amigo, Mika Vykos, bueno, ahora es más conocido como Sasha... en fin, gracias a el ella, he conseguido un informe detallado sobre Vladimir Von Thremischeck, es importante que lo estudies para saber por donde atacar, estudia bien la situación y hasta que llegue el momento averigua todo lo que puedas.

Recuerda que tan solo nosotros y escasos miembros de La Mano saben algo de esto, y espero que no olvides tampoco cual es el precio del fracaso en una misión como esta... por favor hija mia, se prudente.

Gregory Valkas

La carta cayó de las manos de Giulietta, la lasombra estaba inmóvil, si aún estuviera viva se le habría cortado la respiración... su rostro fue pasando de la sorpresa a la preocupación... miedo... desesperación... ira.

Rompió la carta en mil pedazos, sus ojos estaban encendidos en rabia, apretó con fuerza los puños clavando las uñas en la carne, la sangre brotaba manchando la alfombra, gritó con furia, las sombra de la estancia temblaban y se agitaban.

Hasta la biblioteca del piso superior llegó el desgarrado grito de la vampira, allí se encontraba Dorian, quien se llevó un buen susto al oir a su señora, al parecer no eran buenas noticias...

La mujer se desplomó en el sillón .

Céntrate Giulietta, no puedes perder el control de esa forma... ¡joder! ¡tendría que haber acabado con él cuando tuve la oportunidad!
dio una patada a la mesa es él o yo... si no cumplo la misión acabaré igual que Pablo DaCosta... Giulietta comenzó a recordad el caso de otro miembro de su sociedad, un joven vampiro con un futuro prometedor y un potencial sin límite, todos tenían grandes planes para él, pero en una ocasión no ató todos los cabos sueltos, no cumplió su misión como era de esperar... se convocó una Corte de Sangre, y fue su propia sire la primera en clavar sus fatales colmillos en su cuello...

Giulietta no participó ni en el juicio ni en la ejecución de aquel desdichado lasombra, pero si estuvo presente en ambos casos, puesto que como nueva promesa debía ser consciente del precio del fracaso. De hecho si Pablo DaCosta no hubiera fracasado como lo hizo sería quien estuviera ahora en su lugar. Los altos cargos tenían ahora los ojos puestos en ella, y a pesar del amor y devoción que su sire le mostraba, Giulietta tenía muy claro que no dudaría en ejecutar el castigo si se diera el caso.

Por miedo a las represalias y temor a la muerte, Giulietta se armó de valor y cogió la carpeta marrón donde se encontraba toda la información sobre Vladimir... el objetivo.

Debía dejar de pensar en él como en un compañero o un superior, ahora era sólo una víctima.

Abrió la carpeta y hechó un vistazo al conjunto de papeles y documentos. Al parecer Vlad había formado parte de una manada dirigida por Vykos, había información sobre otros miembros de la manada y sobre algunas de las misiones que habían llevado a cabo. Por lo visto Vladimir era un miembro un tanto conflictivo del grupo y había sido castigado por ello en repetidas ocasiones... Giulietta sintió lástima por él, ahora comprendía porque su mente estaba tan desquiciada, conocía bien los métodos de castigo de los tzimisce, y el sadísmo y crueldad de Vykos eran famosos incluso entre los de su propio clan... ese pobre loco había sufrido mucho, ya era hora de acabar con su dolor... para siempre.

Tras leer el dossier detenidamente salió del despacho en busca de Dorian.

- Tenemos trabajo - anunció mientras se sentaba en una silla junto al humano.

- Lo suponía... y me da la sensación de que es un trabajo que no te agrada mucho, ¿verdad?

- Eso es lo de menos - negó con la cabeza - necesito que reunas información sobre La Salle, sobretodo mapas, tanto antiguos como actuales, y sobre cualquir tipo de sistema de seguridad que tengan...

- ¿Planeas asaltar La Salle? - preguntó Dorian sorprendido.

- Algo así... necesito entrar sin ser vista.

- Está bien, me pondré a ello en seguida. - El joven se puso en pie y salió de la biblioteca.

Giulietta permaneció sentada allí sola y en silencio unos minutos. ¿Y ahora que? tal vez debería hacerle una visita... no debía perder el contacto con Vladimir, y ya hacía demasiadas noches que no sabía nada de él... Miró el reloj que colgaba de la pared, las 02:14, buena hora. Volvió a su despacho y rebuscó en el armarito donde guardaba su reserva de sangre, cogió un botella y salió del castillo, decidió ir a pie, dando un tranquilo paseo hasta las puertas de La Salle.

A trabajar, se dijo a sí misma antes de llamar a las puertas del edificio.

Ambrosio saludó gratamente sorprendido a la visitante, y la invitó a pasar de forma diligente. Mientras la guiaba por los pasillos de La Salle, intentó entablar algo de charla insustancial, realizando las típicas preguntas de cortesía a las que Giulietta respondía con amabilidad mientras se dedicaba a observar detenidamente todo lo que podía: cuadros, paredes, puertas, cruces de pasillos…

En apenas tres minutos llegaron frente a la puerta negra del despacho del arzobispo. El humano llamó y entro, anunciando a la cainita. Sosteniendo la puerta, salió y se hizo a un lado. Mirando a la mujer, la invitó a pasar con un gesto. Una vez ésta entró, cerró la puerta y se dirigió a alguno de sus menesteres, pasillo abajo.

Giulietta encontró al arzobispo, vestido con unos sencillos vaqueros oscuros y una camisa de pico sentado con las piernas cruzadas en uno de los sillones del salón-despacho, realizando anotaciones rápidamente en un libro de tapas negras que parecía tener un cierre. Giulietta se acercó hasta la mesilla que había cerca del conjunto de sofá y sillones donde estaba el arzobispo y dejó la botella sobre la misma, al tiempo que el arzobispo cerraba el libro, lo depositaba sobre la mesa y se levantaba, apartando un mechón de pelo de su cara y ajustándose las gafas.

- Buenas noches, Giulietta. Hace mucho que no sabía de ti… ¿a qué debo el honor? – dijo sonriendo. El tono, amable, dejaba sin embargo intuir una levísima pincelada de sarcasmo.

- Buenas noches - contestó con una cálida sonrisa. Tras tomar la decisión de ir a La Salle no se le ocurrió pensar en un motivo que la llevara hasta allí, y ahora que tenía a Vladimir delante estaba en blanco. Se quitó las gafas de sol y las dejó sobre la mesita. - Supongo que no nos hemos visto más porque las noches son demasiado tranquilas en la ciudad, al menos últimamente... y también porque tus visitas al castillo han cesado - contestó guiñándo un ojo.

Miró a su alrededor y se puso en pie, comenzó a recorrer la estancia mirando las paredes, cuadros y estanterías con detenimiento.

- Me acabo de dar cuenta de que apenas conozco este lugar... tan solo había venido dos veces aquí, para presentarme y para ponerte los puntos sobre las íes - rió recordando aquella noche.

El Arzobispo levantó una ceja al oir a la cainita.

- ¿Así que una visita puramente social, eh? - preguntó en voz baja, casi más a si mismo que a Giulietta, mientras recogia el libro, cerraba la pluma y los ponía en la mesa del despacho. - Intuyo pues, que quieres te haga un recorrido turístico por mis dominios. - dijo caminando hacia la cainita con las manos en la espalda - sea pues, mientras me cuentas que te trae por aqui. - realizó un gesto con la mano invitando a la cainita a salir, abrió la puerta y salió tras ella.

Giulietta le miró como sorprendida.

- Me parece una buena idea.

La guió por los pasillos, contandole a grandes rasgos la historia del lugar: una de las mayores iglesias de la ciudad, anexionada a un colegio religioso desde su fundación, durante la conquista de las Américas, que paradójicamente servía como sede al Sabbat en aquella ciudad. Giulietta escuchaba con atención, sin perder detalle de todo lo que le rodeaba.

La mujer estaba atenta a las explicaciones del arzobispo, haciéndole preguntas no muy relevantes sobre la historia del lugar y sin perder detalle de las distintas estancias que visitaban.

Abandonaron las dependencias del Arzobispado, y salieron a un patio de columnas y arcos de medio punto con geranos alrededor. Llamaba la atención el sonido de una pequeña fuente, en el centro, donde se reflejaba la luz de la luna. Llegando al centro del patio, Vlad detuvo su discurso y se giró hacia la cainita, siempre con las manos a la espalda.

- Y aqui concluye la primera parte del tour... y bien ¿que te trae por aqui? Hacia bastante que no venías a verme. Como puedes ver, parece que estoy recuperado.

- Si, te veo bastante bien - comentó mirándole de arriba abajo - Me alegro - sonrió - Bueno... ahora las cosas están tan tranquilas que he pensado en venir a hacerte una... - gesticuló con la mano - ...una visita de cortesía - torció mínimamente el gesto - si no estas ocupado, claro.

- No, no ando demasiado estresado. Ultimamente mis únicas preocupaciones son las pesadillas que tormentan mi sueño, y que cada vez son más duras y aberrantes. Hay días que despierto totalmente derrotado. - Su gesto era serio - Se dio la vuelta, y miró a la fuente. Giulietta le miró preocupada.

- Aparte, estoy realizando ciertas averiguaciones... de interés para ambos. - Giulietta le miró interesada - Tengo la firme sospecha de que la Camarilla ha dado esta ciudad por perdida. Los tres miembros principales de la secta estan, según creo, apartados totalmente de la vida publica, e incluso diría que no estan en la ciudad, siquiera.

Giulietta pareció entender, y la expectación aumentó. Era extraño que después de la gran actividad de la Camarilla en la ciudad los meses anteriores de repente se paralizara de esa forma... ¿acaso Roma tendría algo que ver? si tanto necesitaban la ciudad era probable que hubieran iniciado una especie de "limpieza"...

- Si así fuera, y espero confirmación pronto, podriamos estar a apenas dias de reclamar esta ciudad, de una vez por todas, para el Sabbat. - Se acercó a la mujer y sonrió - Sinceramente, no puedo esperar a informar a Vykos...

- ¿A Vykos? - bingo... Giulietta comenzó a tirar del hilo, aquello parecía interesante. Puso cara de extrañeza antes de continuar - ¿A Sasha Vykos?

- Si, Vykos. Por su orden estoy aqui. Para "eso" -dijo refiriendose a Vykos de forma despectiva - tomare esta ciudad. Y a "eso" le compraré mi libertad, llegado el momento. - hizo un gesto a la mujer - pero por ahora, continuemos.

¿No te gustan los tzimisce eh? no me extraña... pensaba la mujer.

La guió por otra entrada, al patio, y tras un breve pasillo, entraron por uno de los laterales a la iglesia, apenas iluminada con unos pocos cirios. Vlad habló a Giulietta sobre el estilo arquitectónico de la iglesia, las tallas y figuras que alli descansaban, asi como peculiaridades sobre los actos liturgicos relacionados con la Semana Santa, muy popular en aquella ciudad. Sin embargo, Giulietta habia perdido un poco la atención en aquello, buscando la oportunidad de inquirir más sobre la relación entre Vlad y Vykos.

Finalmente, llegaron al altar, Vlad comentó algun detalle más que Giulietta ignoró, pensando su pregunta proxima, y se deutiveron. El vampiro se giró hacia la mujer.

- Bien, pues... diría que este es final del tour. ¿Preguntas? - dijo en un tono alegre.

Asentía ante las explicaciones de Vladimir, sin dejar de perder detalle de las instalaciones, entradas, salidas, ventanas, seguridad... La mujer permaneció pensativa un rato una vez Vladimir inició el silencio. No parecía probable que por iniciativa propia él iniciara una conversación sobre su historia con Vykos, al menos no de momento.

- Nada que preguntar... ha sido un paseo agradable, ¿qué tal una copa?

- Como quieras - dijo el vampiro comenzando a caminar.

Guió a la mujer por un camino diferente al que habian tomado para llegar allí. Llevaba directamente de la iglesia a las dependencias del Arzobispado sin pasar por el colegio, como hicieron en el primer recorrido. Avanzaba en silencio, a la altura de Giulietta, esperando que ésta entablara conversación, ya que era la visitante. Tras un silencio ya algo incómodo la mujer comenzó una trivial conversación sobre lo que Vladímir le había contado del edificio, palabras vacias para llenar el silencio que les rodeaba.

Salieron por un pasillo a un pequeño patio interior vacío de adornos, y entraron a otro pequeño pasillo, más estrecho y antiguo, que los llevó finalmente frente al despacho de Vladimir, quien abrió la puerta para la vampiresa, que entró dedicandole una sonrisa.

La lasombra devolvió el gesto y entró en la sala.

El Arzobispo se dirigió a una vitrina de la que extrajo dos sencillas copas para dárselas a Giulietta, que las sirvió, dándole la suya al vampiro.

- A nuestra salud - alzó la copa hacia Vladimir y bebió, imitando éste su gesto.

- Bien, ahora dime, ¿cómo vas a proclamar Sabbat esta ciudad? ¿cuando?

- Verás, cuando mis informadores me confirmen lo que sospecho, simplemente soltaré la bomba en todos los canales de información habituales de la Estirpe y la Red Malkavian. Obviamente, lo hago así a sabiendas de que nadie podrá darme réplica. Siendo por tanto la proclamación legítima por omisión.

Giulietta asintió, sorbiendo de la copa, y entrecerrando ligeramente los ojos observando al arzobispo.

- Sin embargo, además - continuó el vampiro - para dotar de más fuerza a la declaración, y quedar mejor con los altos cargos, que siempre ansían la sangre, organizaré una cacería de sangre. Esa noche, todo humano y miembro de la Camarilla que se nos cruce será aniquilado sin compasión. No es que me agrade especialmente el método, pero necesito hacerlo efectista, por mi conveniencia.

El rostro de Giulietta se iluminó con la expectación de una caza de sangre, pero su mente maquinaba algo mas... La mujer vio en la cacería la oportunidad perfecta para conseguir la plena confianza del arzobispo, quien no sospecha no teme, y eso era lo que la mujer buscaba, la sorpresa.

-
Me parece una idea fantástica, se que no es propio de ti hacer ese tipo de actos, pero realmente lo considero algo más que oportuno - asintió convencida de sus palabras - conseguirás limpiar las calles y agradar a los peces más gordos de un sólo golpe.

- Bien, Giulietta, te tendré al tanto, entonces. Ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender, a no ser que desees algo más...

- No realmente, me conformo con saber que estas mejor, y el hecho de saber que es posible que en breve tomes el control de la ciudad, me agrada mucho más - la cainita sonrió - Me marcharé a dar una vuelta por la ciudad, hace tiempo que no... "salgo".

Tras esto, el vampiro guió personalmente a la mujer hasta las puertas de La Salle, en silencio. Se despidió de ella cuando se marcho y la observó caminar con gracia calle abajo. Cerró las puertas y volvió dentro, apoyándose en las paredes, para no caer al suelo. Las pesadillas del día anterior le habían afectado más de lo normal, y se encontraba mal.

Cuando llegó al despacho, se percató de la fría sangre que perlaba su frente, cual sudor. Cayó al suelo de rodillas y vomitó sangre, a causa del esfuerzo de mantener las apariencias delante de Giulietta. Se arrastró hasta la botella de vitae, y trató de beber, pero tenía el estómago cerrado.

Ambrosio entró en el despacho, y se sorprendió al ver a su señor en tal estado. Le ayudó a incorporarse.

- Ayúdame a llegar a mi habitación ... las pesadillas - dijo entre toses.

- No os esforceis, mi señor.

Al poco tiempo, Vlad yacía, casi febril, en su cama, incapaz de hacer nada sin ayuda. Despidió a Ambrosio, que se marchó preocupado.

En las calles del centro de la ciudad, Giulietta reflexionaba sobre lo que habia visto en el castillo... ningún dispositivo de seguridad a la vista, aunque eso no significaba que no hubiera, solo que estaban muy bien disimulados. Hoy en dia todo vampiro que apreciara su vida tenía un buen sistema de seguridad en su guarida.

La lasombra se había fijado en varios puntos clave donde deberían estar situadas las inapreciables cámaras, aunque lo cierto era que la videovigilancia le traía sin ciudado, ya que su maldición tenía también algunas ventajas... Giulietta no solo no se reflejaba en los espejos, sino que tampoco aparecía en videos o fotografías de ningún tipo.

Las alarmas eran tema aparte, seguro que tanto puertas como ventanas estában armadas... tendría que ingeniárselas para entrar sin hacerlas saltar.

miércoles, 1 de junio de 2005

Pesquisas


Desde el incidente en el local de Clarisse, Vlad había preferido mantenerse alejado de la vida "pública". Prefería dejar que la gente se dedicara a sus asuntos, en lugar de atraer más atención sobre el "hombre pato que acecha en la noche". Incluso habia dejado un poco de lado a Giulietta, con la que prefería mantener la distancia dados los ultimos acontecimientos entre ambos. Ella no le buscaba a él, salvo un par de frías y enrarecidas visitas de cortesía cuando estaba en proceso de recuperación, hacia más de un mes. En algún momento tendría que decirle que ya era Obispo. Seguro que eso reavivaría su interés por él. A veces pensaba demasiado mal de todo el mundo.

El tampoco la buscaba a ella. Se había dedicado a escribir en su diario algun pensamiento fugaz, sobre las pesadillas que tenía - cada vez más frecuentes- y detallando sus nuevos hábitos alimentarios, con un proceso previo más propio de animales cazadores que de vampiros. No había querido escribir sobre Giulietta, porque no quería pensar en ello. Prefería pasar página.

La ciudad estaba tranquila, así que tampoco había mucho que discutir con nadie. El caso, es que la ciudad estaba demasiado tranquila. A sus oídos apenas llegaban rumores sobre los cainitas. Sus agentes solo respondían "sin novedad" al ser preguntados, y lógicamente, Vladímir comenzó a extrañarse.

Hacía tiempo que no sabía nada de Gaethanus, el pérfido Tremere que se la jugara en la excavación. ¿Había sobrevivido? ¿Le habían dado muerte los Lupinos? Por suerte, contaba con los suficientes recursos y contactos como para hacer averiguaciones sin necesidad de inmiscuirse directamente. Conocía a un joven Nosferatu que gustaba de mercadear con información, ya fuera relativa al Sabbat o a La Camarilla. Era suficientemente buen espía como para que los dos bandos prefirieran seguir usando sus servicios pese a saber que a la vez que trabajaba para unos, vendía sus secretos al resto. Era simplemente una cuestión de ver cual era el mejor postor, y de cubrirse bien las espaldas. De dejarle ver lo que quisieras que viera. Así, dias antes hizo los arreglos necesarios para recibirlo en La Salle aquella noche.

El Nosferatu llegó puntual a la cita. Ambrosio lo anunció y le hizo pasar al despacho de su señor, que le esperaba sentado en el sofá, junto a dos mujeres exactamente iguales, de piel blanca y cabello dorado, que vestidas con escuetos y elegantes vestidos, descansaban sus cabezas sobre los muslos del Arzobispo.

- Bienvenido seas, Nikolai, toma asiento, por favor - dijo acompañandose de un gesto de la mano.

El vampiro dejó su sombrero de ala ancha en una pequeña mesilla cerca de la puerta del despacho, revelando un pelo desgreñado y sucio, que cubria parte de su deformado rostro, adornado por una nariz aguileña y una boca deformada por una dentadura caótica que parecía haber sido colocada al azar por un ciego. Vladímir tuvo que reprimir un gesto de asco al verle, y las mujeres abrieron los ojos al verlo, por suerte, estaban demasiado drogadas como para reaccionar más alla de eso.

- Gracias, su eminencia - dijo con una voz gorgoteante y grave, mientras tomaba asiento, sin quitar ojo a las mujeres, especialmente de sus muslos. Tomó una de las copas que habia en la mesa baja y bebió de ella de forma escandalosa. - ¿Que tal os trata el cargo?

- Bien, gracias... pero vamos, Nikolai, no son necesarias las formalidades. Tu mismo lo dices a menudo: "nadie llama a Nikolai si no es para cotillear". - sonrió, observando como el rostro del nosferatu se retorcía en un gesto que podría considerarse equivalente a una sonrisa.

- Si... solo me quieren para hacer negocios... nadie quiere tenerme cerca por mucho mas tiempo de lo que se tarda en hacer un trato... - sorbio la saliva ruidosamente y tragó - ¿que se os ofrece, Arzobispo?

- Bien, directos al asunto. ¿Qué sabeis de la Camarilla de esta ciudad? Ha estado inusualmente tranquila ultimamente... de hecho, temo por la vida de Gaethanus, el primogénito Tremere... ¿sabeis algo de él? - acarició la mejilla de una de las chicas, gesto que atrapó la atención de los saltones ojos de su interlocutor.

- Ahh, no puedo deciros mucho, salvo lo que ya podais intuir, eminencia - dijo sin mirarle, pendiente de la mujer, que le miraba con curiosidad. - He estado ocupado en otros asuntos y negocios, que por supuesto, no son de vuestra incumbencia, de momento. En cualquier caso, puedo preguntar aquí y allá, remover un poco, por si pudiera averiguar algo.

- Sería un buen comienzo - el malkavian jugueteo con el pelode la otra mujer.

- Bien, me encargaré de ello - carraspeó toscamente - ya conoceis el precio... - sorbió saliva nuevamente.

- Por supuesto, Nikolai, por supuesto - sonrió.

Hizo que una de las chicas se incorporara, y la miró a la cara fijamente. Tomo su fina barbilla entre sus dedos indice y pulgar, y le susurró unas palabras al oido. Ella sonrió y se sonrojó ligeramente, mirando furtivamente al nosferatu. Acto seguido se deslizo hacia el suelo y gateó hasta el invitado, que descruzó las piernas cuando ella estuvo lo suficientemente cerca. La mujer se arrodilló entre sus piernas, acariciando sus muslos y subiendo por el torso. Acarició el rostro deformado del nosferatu, cuyas manos, raquiticas y de largos dedos, temblaban de excitación.

Vladimir observó como la mujer apartaba el pelo del rostro del nosferatu, y se acercó a su cara. Miró a la otra chica, que observaba impávida la escena mientras respiraba profundamente, como dormida, aunque despierta. Vladímir se aseguraba de que asi fuera.

Una de las gemelas comenzó a besar y lamer el rostro del nosferatu, que acariciaba sus brazos y espalda, respirando pesadamente. Finalmente, ella le besó en la boca, y apenas diez segundos después, comenzó la masacre.

El nosferatu arranco la lengua de la mujer de un bocado, escupiéndola a continuación, para seguir comiendo - de forma literal - la boca de la mujer, que gritaba de histeria y dolor, despertando del trance. El Arzobispo, asqueado, notó como la gemela que tenia a su lado se agitó, pero le basto una caricia en la cabeza y concentrarse un poco en lo que habia dentro para que volviera a tranquilizarse.

En cuestión de minutos, la mujer se revolvia de dolor en el suelo, sollozando. Le faltaba media cara, se podian ver sus muelas sin esfuerzo. Le faltaba un pecho, parte del pelo, la cara interior del muslo izquierdo, y presentaba desgarros y heridas terribles por todo el cuerpo. Los trozos faltantes se encontraban desperdigados alrededor.

El nosferatu se alzó, limpiando la sangre de su rostro con la manga, y escupiendo más carne. Señaló a su hermana con la mano abierta hacia arriba.

- La tendrás cuando vuelvas con información relevante, rata. - increpó el Arzobispo. Sabia que así conseguiria que Nikolai cumpliera, negarle completar su fetiche ritual con los gemelos le aseguraba que volvería. Tuvo suerte el día que sorprendió al nosferatu realizandolo con otra pareja de desgraciados... preguntando un poco, usando sus artes, y usando la lógica, así como con algun que otro ensayo errado, consiguió afinar hasta dar con el concretísimo punto debil del deformado.

El nosferatu dudó durante unos instantes, enseño los colmillos y gorgoteó. Finalmente, cerró el puño y lo bajó, airado.

- Sea pues, Lunático. - volveré en tres días. Más vale que cumplas. - dijo encajandose el sombrero y revolviendo el pelo para que cubriera su rostro.

- Tranquilo. Sabes que así será. Ahora, vete.

Cuando el nosferatu se marcho dando un portazo. Vladimir levantó a la gemela que tenia al lado.

- Vamos, Ana, recoge todo esto. Tienes que ayudar a tu hermana, tenemos que curarla ¿si?

Ella se limito a asentir. Se acercó a su hermana y la ayudo a levantarse del suelo. Ya no lloraba, pues Vladimiri se habia encargado de que se relajara. La acompañó hasta la puerta, por la que entraba Ambrosio, que la guió por el pasillo.

Vladimir les acompañó, mientras Ana, llorando, limpiaba los restos con los utensilios de limpieza que habia traido Ambrosio.