El Arzobispo entró en tromba a la Salle, dando un portazo tras de sí y apresurandose a observar por la mirilla. Ambrosio suspiró y le preguntó:
- ¿Qué ocurre señor? - el vampiro se dio la vuelta sobresaltado al oir su voz. Se alisó la camisa con una mano.
- Diría que me siguen, Ambrosio. Estoy ... ¿seguro? - "como cada noche, señor", pensó el humano.
- ¿De nuevo? Estos ultimos días han sido bastante extraños... pasad a vuestro despacho y relajaos, - recomendó a su amo. Cierto era que llevaba varios dias con mania persecutoria, empezaba a preocuparse. Por suerte, ya iba conociendo al malkavian, y como tratarlo en determinadas circunstancias. El Arzobpismo le hizo caso, fue al despacho, bebió nervioso directamente de una botella de vitae, y se sentó en su mesa, donde un viejo y enorme libro le esperaba abierto.
No en vano, desde la cacería de sangre, la no-vida de Vladímir se habia agitado bastante. Los dias posteriores habían sido un torbellino de misivas, intervenciones, ejecuciones y mensajes para restablecer el orden en cierta forma y establecer el nuevo orden de gobierno. Hubo de convencer a los "poderes públicos" de quienes eran los nuevos amos, y realizar mas de una purga. Por suerte Giulietta y él sabían ser convincentes; las dosis justas de dolor, sangre y dinero abrían todas las puertas en el mundo humano.
Aparte, estaban los libros que consiguió en el Elíseo. Menudo tesoro. El conjunto conformaba un vasto compendio de saber relativo a las Hadas y su mundo, Arcadia. Había caído fascinado por el conocimiento oculto en esos libros, y sin darse cuenta, había caído en un estudio obsesivo y febril del mismo. Devoró esos tomos en apenas una semana, absorbiendo todo lo que leía: tipos de Hadas, sus artes, las características de su entorno, e interesantes rituales que solían practicar o que alguien podia usar para contactar con ellas, entre otras cosas.
En su afán por saber más, contactó con diversos conocidos para tratar de obtener más información, y habiendo tenido éxito, seguía estudiando, saliendo de La Salle unicamente para alimentarse, delegando las tareas que requerían salir a la calle a Giulietta. ¿No quería poder y posición? Pues que hiciera también el trabajo sucio. Pensó que la situación se estaba convirtiendo en la misma que cuando él era Obispo y el anterior Arzobispo, el Sombrilla, nunca daba la cara, teniendo él que encargarse de todo. Qué demonios, se habia ganado un descanso. Solo esperaba que no se conviertiera en eterno, y por mano de Giulietta, dando la vuelta a lo que ocurriera meses antes. Qué cruel ironía sería.
Otra razón para salir poco a la calle eran las pesadillas. Quizá debido a la actividad, la presión del cargo, y el estudio febril, se habían tornado más frecuentes, recurrentes y nocivas, hasta el punto de dejarlo postrado en la cama durante noches completas, en las que solo podia llamar a Giulietta para que se encargara de todo lo que surgiera, pedir alimento a Ambrosio, y estudiar. Estudiar sin parar. Era practicamente el único alivio que podía encontrar y casi la unica actividad interesante y factible cuando la noche se presentaba dificil.
Salia poco, por tanto, a la calle, y cada vez menos, pues cada vez que lo hacía, en breve se empezaba a sentir observado. Al principio lo achaco a la nueva posición del Sabbat en la ciudad. Ahora era un vampiro mucho más importante y era normal que las miradas se posaran en él. Pero cada vez la sensación se iba volviendo más insidiosa, pesada y omnipresente para ignorarla. Eso, junto con todo lo demás, le estaban volviendo paranoico, mirando a su espalda cada poco. Lo peor era que desde hacía un par de noches, había dejado de sentirse seguro en su propio refugio. Se sorprendía a sí mismo acercándose silenciosa y lentamente a las esqiunas antes de girarlas, mirando atrás suya por los pasillos cada poco, abriendo las puertas de golpe tratando de sorprender a ¿imaginarios? asaltantes que le esperaban escondidos, o pidiendo a Ambrosio que le acompañara a todas partes. Tener la sensación de que el enemigo estaba en su propio refugio era la manera más sencilla de cabrear y hacer enloquecer a un vampiro.
Pensando en esto ultimo precisamente estaba cuando, airadamente, Giulietta entró en su despacho sin siquiera llamar a la puerta, se acercó a la mesa cubierta de papeles.
- Vaya... tienes una pinta horrible - estaba totalmente dejado, con el pelo revuelto, la ropa arrugada, las gafas torcidas, ojeras... - si no fuera porque yo estoy haciendo todo tu trabajo diría que llevas días ocupadísimo... - lo dejó caer haciéndose la despistada mientras ojeaba los libros y papeles de su escritorio, reconoció algunos como los que robaron del Elíseo.
- No das ni las buenas noches, entras sin llamar dandóme un susto de muerte... - fue la respuesta de Vladimir, que aún parecía estar asimilando lo que acababa de ocurrir - Esta "pinta horrible" se debe a que ultimamente tengo la sensación permanente de estar siendo observado y acechado, apenas salgo de aqui por ello, porque es salir a la calle y empezar tener esa sensación. Y lo peor es que esa sensación se ha introducido entre estos muros. Tengo la sensación de no estar a salvo en mi propio refugio ¿cómo quieres que lo soporte? Solo consigo abstraerme con la lectura - dijo señalando los libros que tenia sobre la mesa.- Y encima sigo teniendo pesadillas, y cada vez peores - se frotó la frente - En fin... ¿hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó Vladimir distraído.
- Lo cierto es que sí - Giulietta tomó asiento - Verás, ultimamente he estado liadísima con todo el trabajo que me has dado y necesitaba despejarme un poco, cambiar de tema - suspiró - así que para desconectar he pensado en pasar el rato con algún amigo, y como tú eres el único que tengo en esta ciudad aquí estoy... - permaneció pensativa unos instantes - es irónico que haya elegido justo al causante de que esté así, ¿verdad? - Giulietta rió.
- Oh, qué honor que me consideres tu amigo - dijo irónicamente. - Es cierto que ultimamente he delegado muchas responsabilidades en tí, pero compréndelo. No he querido tomar ciertos riesgos sabiendo que alguien me acecha, quizá pretendan matarme y podría ser perfectamente cualquiera con quien tenga que reunirme, por eso te mando a tí en mi lugar. -pensó durante un momento - ¿No podría servirte Dorian para esto?
- El pobre también está muy ocupado... ¿no te dije que mi primer acto oficial como Obispo fue nombrarle mi secretario personal? lo odia - Giulietta no pudo evitar reir recordando aquel momento - además, ¿quién te crees que está haciendo mi trabajo mientras estoy aquí?
A Vlad le resultó extraño el tono alegre y dicharachero que tenía Giulietta aquella noche. Parecía que todo le divertía y hacia gracia. O ella misma hacía las gracias, cosa que no era nada habitual.
- Vaya, pobre hombre... le tendre que pedir disculpas cuando le vea, - sonrió divertido.
- Bueno, ¿qué es todo esto? - dijo señalando los libros sobre la mesa - te metias conmigo por creer en la magia... ¿ahora puedo reirme yo de ti por creer en las hadas? - preguntó divertida.
- Bueno, me demostraste que estaba equivocado con el ritual aquel. -sonrio al mirarla - Así que no veo motivo por lo que esto no fuera posible, pero ríete si quieres, estás en tu derecho. En cualquier caso, es una lectura interesante y absorbente. Estoy aprendiendo bastante sobre estos seres, y lo que se hasta ahora me impulsa a intentar saber más.
- ¿Qué tipo de cosas? ¿Hay algo de especial interes que hayas encontrado?
- Veras, aparte de aprender sobre los tipos de hadas, sus costumbres, usos y poderes, además del mundo que pueblan y sus regiones, he encontrado diversos rituales sencillos para comunicarse con ellas. He probado algunos, y creo que funcionaron, o quiza fueran las voces de mi cabeza - se señalo una sien - pero en cualquier caso, estoy investigando más por esta linea. Quizá encuentre alguno que permita cosas más interesantes y divertidas.... la sangre de hada tiene efectos muy "especiales", por ejemplo.
- Vaya, todo esto suena de lo más interesante - respondió Giulietta con un puntito de ironía - ¿Estás seguro de que no son esas hadas las que te acosan y acechan? a lo mejor no les gusta que se metan en sus asuntos... - Giulietta miró el reloj. -Siento no poder quedarme mucho más, pero tengo cosas que hacer, si no, Dorian me matará. De todas formas, espero poder volver pronto por aqui a ver como sigues. O tu podrías acercarte a visitarme y echarme una mano de paso, cuando salgas de La Salle, tienes que hacer algo de vida normal para no obsesionarte con esos libros y con tu paranoia. - se levantó y se dirigio a la puerta - Cuidate. - dijo justo antes de salir.
Al salir de La Salle Giulietta montó en el coche y condujo dirección al Castillo, aparcó, salió del coche y fue al maletero, guardó en él el abrigo y las gafas de sol, se cambió los zapatos y se puso un jersey negro y una mascara del mismo color, cerró el coche y a paso ligero, de sombra en sombra llegó nuevamente al recinto de La Salle.
Vladimir era mucho más perceptivo de lo que Giulietta pensó en un principio, se había dado cuenta de que alguien le acechaba, algo que la mujer no quiso en ningún momento, su intención era pasar totalmente desapercibida. Aunque ahora que había visto cual había sido su reacción tal vez no era tan mala idea... al fin y al cabo, una presa asustada es más fácil de cazar.
Se asomó a la ventana que daba al despacho del Arzobispo, donde Vladimir aún estaba frente al escritorio, estudiando. Pasados unos minutos, el malkavian volvió a sentir aquella mirada clavándose en su nuca...
Se encontraba leyendo lo que parecía un ritual de paso del mundo humano al mundo feerico, pero habia partes especialmente maltratadas por la edad del libro, se levantó para coger otro libro donde recordaba que se hacía referencia al tema, y entonces volvió a notar esa sensación. Le estaban observando. Intentó proseguir con sus estudios, pero sus entrañas le impedían relajarse. Le estaban vigilando, ¡en su propio refugio!
Se levantó y se dirigió a la ventana, que según creía, era el unico punto aparte de la puerta por donde alguien podría intentar espiarle. La callejuela estaba en sombras, apenas iluminada por una vieja farola de luz blanca. Miró las ventanas del edificio de enfrente. Miró a los lados y hacia abajo. Miro hacia el tejado del edificio de enfrente y el de la salle. No vió nada.
Sin embargo, sabía que había algo ahi fuera. Cerró los ojos, se concentró, y volvió a repetir el proceso. Cuando volivó a mirar al tejado de enfrente, vió lo que buscaba. Un vampiro le acechaba. Malo. Uno diabolista. Muy malo. Estaba tranquilo, expectante, aunque algo tenso, por tener que esconderse sabiendo que le estaba buscando. Sin embargo, el manto de sombras no le permitía distinguir nada más.
- ¡Sal de tu escondrijo! - dijo con una profunda voz, mirando directamente al camuflado - ¡puedo verte! - no recibió más respuesta que el silencio.
El otro permaneció quieto ahi durante al menos dos minutos, en los que Vlad se planteó saltar fuera a cazarlo. Sin embargo, el impulso fue reprimido por el sentido comun, no tenía armas encima, y podría haber más preparados para emboscarle. Intentó acceder a su mente, pero sin poder verle claramente resultaba demasiado dificil, y estaba cansado.
Finalmente, emitió un gruñido de frustración, cerró la ventana, bajó la persiana, y corrió las cortinas. Se sentó frotándose la cara con rabia, y llamó al movil de Giulietta.
Pegada al muro de La Salle junto a la ventana el despacho de Vladimir la mujer notó el móvil vibrar en el bolsillo del pantalón, al ver quien llamaba sonrió, se alejó un par de pasos e invocó una oscuridad que la cubrió por completo.
- Hola - contestó despreocupada. Estaba tranquila, puesto que ni la luz ni el sonido podían salir de la pequeña burbuja de oscuridad - ¿ya me hechas de menos?
De nuevo esa desconcertante actitud. Era extraño encontrar a Giulietta tan agrdable y alegre. Y más con la carga de trabajo que tenía ahora. Quizá el cargo la hacia estar así, o quizá realmente el pobre Dorian estaba ahogado por el trabajo y ella se disfrutaba de los resultados.
- Acabo de verle.
- ¿A quien? - sabia perfectamente a qué se refería, aunque obviamente lo mejor era aparentar no saber nada.
- A quien me persigue. Le he visto por la ventana. Bueno... no directamente, pero he visto su aura, su presencia.
- ¿Estás seguro? ¿Qué quieres decir con "no directamente"? ¿Qué ha pasado?
- Sí, estaba en el tejado del edificio de enfrente, escondiéndose en la oscuridad, así que no le he podido ver directamente. Pero se que es un vampiro, lo cual me preocupa, y diabolista, lo cual me preocupa bastante más.
- Bueno, ahora los sabbat campan a sus anchas por la ciudad, así que el que sea diabolista no es tan raro... tal vez fuera un cainita de caza, no es tan raro...
- ¡Y quizá sea yo su victima! - el vampiro cortó a la mujer mientras hablaba. - He ... he sentido como me observaba antes de verle - se estaba poniendo nervioso hablando del tema.
- No sé, Vladimir, no creo que debas preocuparte tanto - intentó quitar hierro al asunto. - Deberías tranquilizarte. Mira, quédate esta noche en La Salle con tus libros, asegurate de que todo esta bien cerrado, las alarmas activadas y todo eso. Pero tienes que apartar tu mente de esa obsesión. Te vendría bien salir un poco, así que mañana te esperaré en el Castillo. Un poco de aire y algo de entretenimiento te vendrá bien para despejarte y ver quizá las cosas desde otro punto de vista... estas perdiendo un poco el norte, creo yo.
El tono relajado de la mujer consiguió calmarlo un poco.
- No se, ¿y si son varios? ¿Y si en el camino me atacan?
- Si quieres puedo enviar a Dorian a recogerte en coche. Está entrenado, y entre los dos estoy segura de que podriais hacer frente a una emboscada - dijo esa palabra de tal manera que incluso a Vlad le resultó ridícula, considerando así menor la "amenaza". - Vamos, nos vendra bien a los dos, yo estoy muy ocupada ultimamente, y tu necesitas despejarte, ambos saldremos ganando si por una noche nos desentendemos un poco de todo y tenemos una buena conversación entre amigos junto a un par de copas ¿no crees? - su tono se hizo muy amable y suave - ¿Qué me dices?
La idea de pasar un rato agradable y desenfadado con Giulietta como al principio de conocerse resultó atractiva a Vlad. Giulietta había conseguido tranquilizarlo un poco, así que no veía por qué no.
- Esta bien, envía a Dorian a recogerme a eso de las once ¿de acuerdo?
- Allí estará - contestó la cainita - Procura descansar ¿de acuerdo? Ahora he de dejarte, tengo asuntos que atender. Nos vemos mañana por la noche, ¡ciao! - colgó el teléfono y la oscuridad que la rodeaba se desvaneció.
Estaba claro que Vladimir no sospechaba de ella, eso era bueno, y esa paranohia que le envolvía le venía bien... aunque no estaba disfrutando tanto como esperaba... en cierto modo le daba pena... Miró nuevamente hacía la ventana sin llegar a asomarse, creo que ha sido suficiente por hoy pensó para sí misma mientras tomaba el camino de vuelta al castillo, ocultándose a en la oscuridad.
Tras colgar el teléfono, Vladímir se quedó unos minutos sin hacer nada, tomando pequeños sorbos de una botella. Volvió entonces a sus libros, y realizó ciertas anotaciones sobre las referencias cruzadas que había encontrado respecto al ritual de transición, y pasó las siguientes horas intentando obtener el texto completo de dicho ritual. Lo consiguió al borde del amanecer, momento en el cual se dirigió directamente a sus aposentos para descansar.
La noche siguiente fue bastante positiva para ambos. Vlad consiguió superar un poco la paranoia e incluso pasar un buen rato con Giulietta hablando sobre todo y nada, banalidades y trivialidades varias, discutiendo algunos aspectos relativos al Sabbat, las hadas y demás. Giulietta consiguió por su parte acercarse más al arzobispo, estudiarle y conocerle mejor, ganandose su confianza para facilitarle el camino para cuando decidiera atacarle.
Las siguientes noches fueron similares a las anteriores, sobre todo para Vlad. Realizó grandes avances en sus estudios sobre las hadas y retomó ciertas tareas de gestion del Arzobispado obligado por Giulietta. En cuanto a las pesadillas, seguía teniendolas a menudo, y algunas especialmente desagradables le conseguían dejar KO algunas noches completas, pero por suerte Giulietta estaba allí cuando era necesario para hacerle algo de compañía y ayudar a Ambrosio. La manía persecutoria seguía alli, y sabía que le seguían vigilando, así que salía poco a la calle. Se alimentaba en su refugio, y si salía, era para visitar a Giulietta, pues le hacía mucho bien desconectar y disfrutar de su compañía.
- ¿Qué ocurre señor? - el vampiro se dio la vuelta sobresaltado al oir su voz. Se alisó la camisa con una mano.
- Diría que me siguen, Ambrosio. Estoy ... ¿seguro? - "como cada noche, señor", pensó el humano.
- ¿De nuevo? Estos ultimos días han sido bastante extraños... pasad a vuestro despacho y relajaos, - recomendó a su amo. Cierto era que llevaba varios dias con mania persecutoria, empezaba a preocuparse. Por suerte, ya iba conociendo al malkavian, y como tratarlo en determinadas circunstancias. El Arzobpismo le hizo caso, fue al despacho, bebió nervioso directamente de una botella de vitae, y se sentó en su mesa, donde un viejo y enorme libro le esperaba abierto.
No en vano, desde la cacería de sangre, la no-vida de Vladímir se habia agitado bastante. Los dias posteriores habían sido un torbellino de misivas, intervenciones, ejecuciones y mensajes para restablecer el orden en cierta forma y establecer el nuevo orden de gobierno. Hubo de convencer a los "poderes públicos" de quienes eran los nuevos amos, y realizar mas de una purga. Por suerte Giulietta y él sabían ser convincentes; las dosis justas de dolor, sangre y dinero abrían todas las puertas en el mundo humano.
Aparte, estaban los libros que consiguió en el Elíseo. Menudo tesoro. El conjunto conformaba un vasto compendio de saber relativo a las Hadas y su mundo, Arcadia. Había caído fascinado por el conocimiento oculto en esos libros, y sin darse cuenta, había caído en un estudio obsesivo y febril del mismo. Devoró esos tomos en apenas una semana, absorbiendo todo lo que leía: tipos de Hadas, sus artes, las características de su entorno, e interesantes rituales que solían practicar o que alguien podia usar para contactar con ellas, entre otras cosas.
En su afán por saber más, contactó con diversos conocidos para tratar de obtener más información, y habiendo tenido éxito, seguía estudiando, saliendo de La Salle unicamente para alimentarse, delegando las tareas que requerían salir a la calle a Giulietta. ¿No quería poder y posición? Pues que hiciera también el trabajo sucio. Pensó que la situación se estaba convirtiendo en la misma que cuando él era Obispo y el anterior Arzobispo, el Sombrilla, nunca daba la cara, teniendo él que encargarse de todo. Qué demonios, se habia ganado un descanso. Solo esperaba que no se conviertiera en eterno, y por mano de Giulietta, dando la vuelta a lo que ocurriera meses antes. Qué cruel ironía sería.
Otra razón para salir poco a la calle eran las pesadillas. Quizá debido a la actividad, la presión del cargo, y el estudio febril, se habían tornado más frecuentes, recurrentes y nocivas, hasta el punto de dejarlo postrado en la cama durante noches completas, en las que solo podia llamar a Giulietta para que se encargara de todo lo que surgiera, pedir alimento a Ambrosio, y estudiar. Estudiar sin parar. Era practicamente el único alivio que podía encontrar y casi la unica actividad interesante y factible cuando la noche se presentaba dificil.
Salia poco, por tanto, a la calle, y cada vez menos, pues cada vez que lo hacía, en breve se empezaba a sentir observado. Al principio lo achaco a la nueva posición del Sabbat en la ciudad. Ahora era un vampiro mucho más importante y era normal que las miradas se posaran en él. Pero cada vez la sensación se iba volviendo más insidiosa, pesada y omnipresente para ignorarla. Eso, junto con todo lo demás, le estaban volviendo paranoico, mirando a su espalda cada poco. Lo peor era que desde hacía un par de noches, había dejado de sentirse seguro en su propio refugio. Se sorprendía a sí mismo acercándose silenciosa y lentamente a las esqiunas antes de girarlas, mirando atrás suya por los pasillos cada poco, abriendo las puertas de golpe tratando de sorprender a ¿imaginarios? asaltantes que le esperaban escondidos, o pidiendo a Ambrosio que le acompañara a todas partes. Tener la sensación de que el enemigo estaba en su propio refugio era la manera más sencilla de cabrear y hacer enloquecer a un vampiro.
Pensando en esto ultimo precisamente estaba cuando, airadamente, Giulietta entró en su despacho sin siquiera llamar a la puerta, se acercó a la mesa cubierta de papeles.
- Vaya... tienes una pinta horrible - estaba totalmente dejado, con el pelo revuelto, la ropa arrugada, las gafas torcidas, ojeras... - si no fuera porque yo estoy haciendo todo tu trabajo diría que llevas días ocupadísimo... - lo dejó caer haciéndose la despistada mientras ojeaba los libros y papeles de su escritorio, reconoció algunos como los que robaron del Elíseo.
- No das ni las buenas noches, entras sin llamar dandóme un susto de muerte... - fue la respuesta de Vladimir, que aún parecía estar asimilando lo que acababa de ocurrir - Esta "pinta horrible" se debe a que ultimamente tengo la sensación permanente de estar siendo observado y acechado, apenas salgo de aqui por ello, porque es salir a la calle y empezar tener esa sensación. Y lo peor es que esa sensación se ha introducido entre estos muros. Tengo la sensación de no estar a salvo en mi propio refugio ¿cómo quieres que lo soporte? Solo consigo abstraerme con la lectura - dijo señalando los libros que tenia sobre la mesa.
- Lo cierto es que sí - Giulietta tomó asiento - Verás, ultimamente he estado liadísima con todo el trabajo que me has dado y necesitaba despejarme un poco, cambiar de tema - suspiró - así que para desconectar he pensado en pasar el rato con algún amigo, y como tú eres el único que tengo en esta ciudad aquí estoy... - permaneció pensativa unos instantes - es irónico que haya elegido justo al causante de que esté así, ¿verdad? - Giulietta rió.
- Oh, qué honor que me consideres tu amigo - dijo irónicamente. - Es cierto que ultimamente he delegado muchas responsabilidades en tí, pero compréndelo. No he querido tomar ciertos riesgos sabiendo que alguien me acecha, quizá pretendan matarme y podría ser perfectamente cualquiera con quien tenga que reunirme, por eso te mando a tí en mi lugar. -pensó durante un momento - ¿No podría servirte Dorian para esto?
- El pobre también está muy ocupado... ¿no te dije que mi primer acto oficial como Obispo fue nombrarle mi secretario personal? lo odia - Giulietta no pudo evitar reir recordando aquel momento - además, ¿quién te crees que está haciendo mi trabajo mientras estoy aquí?
A Vlad le resultó extraño el tono alegre y dicharachero que tenía Giulietta aquella noche. Parecía que todo le divertía y hacia gracia. O ella misma hacía las gracias, cosa que no era nada habitual.
- Vaya, pobre hombre... le tendre que pedir disculpas cuando le vea, - sonrió divertido.
- Bueno, ¿qué es todo esto? - dijo señalando los libros sobre la mesa - te metias conmigo por creer en la magia... ¿ahora puedo reirme yo de ti por creer en las hadas? - preguntó divertida.
- Bueno, me demostraste que estaba equivocado con el ritual aquel. -sonrio al mirarla - Así que no veo motivo por lo que esto no fuera posible, pero ríete si quieres, estás en tu derecho. En cualquier caso, es una lectura interesante y absorbente. Estoy aprendiendo bastante sobre estos seres, y lo que se hasta ahora me impulsa a intentar saber más.
- ¿Qué tipo de cosas? ¿Hay algo de especial interes que hayas encontrado?
- Veras, aparte de aprender sobre los tipos de hadas, sus costumbres, usos y poderes, además del mundo que pueblan y sus regiones, he encontrado diversos rituales sencillos para comunicarse con ellas. He probado algunos, y creo que funcionaron, o quiza fueran las voces de mi cabeza - se señalo una sien - pero en cualquier caso, estoy investigando más por esta linea. Quizá encuentre alguno que permita cosas más interesantes y divertidas.... la sangre de hada tiene efectos muy "especiales", por ejemplo.
- Vaya, todo esto suena de lo más interesante - respondió Giulietta con un puntito de ironía - ¿Estás seguro de que no son esas hadas las que te acosan y acechan? a lo mejor no les gusta que se metan en sus asuntos... - Giulietta miró el reloj. -Siento no poder quedarme mucho más, pero tengo cosas que hacer, si no, Dorian me matará. De todas formas, espero poder volver pronto por aqui a ver como sigues. O tu podrías acercarte a visitarme y echarme una mano de paso, cuando salgas de La Salle, tienes que hacer algo de vida normal para no obsesionarte con esos libros y con tu paranoia. - se levantó y se dirigio a la puerta - Cuidate. - dijo justo antes de salir.
Al salir de La Salle Giulietta montó en el coche y condujo dirección al Castillo, aparcó, salió del coche y fue al maletero, guardó en él el abrigo y las gafas de sol, se cambió los zapatos y se puso un jersey negro y una mascara del mismo color, cerró el coche y a paso ligero, de sombra en sombra llegó nuevamente al recinto de La Salle.
Vladimir era mucho más perceptivo de lo que Giulietta pensó en un principio, se había dado cuenta de que alguien le acechaba, algo que la mujer no quiso en ningún momento, su intención era pasar totalmente desapercibida. Aunque ahora que había visto cual había sido su reacción tal vez no era tan mala idea... al fin y al cabo, una presa asustada es más fácil de cazar.
Se asomó a la ventana que daba al despacho del Arzobispo, donde Vladimir aún estaba frente al escritorio, estudiando. Pasados unos minutos, el malkavian volvió a sentir aquella mirada clavándose en su nuca...
Se encontraba leyendo lo que parecía un ritual de paso del mundo humano al mundo feerico, pero habia partes especialmente maltratadas por la edad del libro, se levantó para coger otro libro donde recordaba que se hacía referencia al tema, y entonces volvió a notar esa sensación. Le estaban observando. Intentó proseguir con sus estudios, pero sus entrañas le impedían relajarse. Le estaban vigilando, ¡en su propio refugio!
Se levantó y se dirigió a la ventana, que según creía, era el unico punto aparte de la puerta por donde alguien podría intentar espiarle. La callejuela estaba en sombras, apenas iluminada por una vieja farola de luz blanca. Miró las ventanas del edificio de enfrente. Miró a los lados y hacia abajo. Miro hacia el tejado del edificio de enfrente y el de la salle. No vió nada.
Sin embargo, sabía que había algo ahi fuera. Cerró los ojos, se concentró, y volvió a repetir el proceso. Cuando volivó a mirar al tejado de enfrente, vió lo que buscaba. Un vampiro le acechaba. Malo. Uno diabolista. Muy malo. Estaba tranquilo, expectante, aunque algo tenso, por tener que esconderse sabiendo que le estaba buscando. Sin embargo, el manto de sombras no le permitía distinguir nada más.
- ¡Sal de tu escondrijo! - dijo con una profunda voz, mirando directamente al camuflado - ¡puedo verte! - no recibió más respuesta que el silencio.
El otro permaneció quieto ahi durante al menos dos minutos, en los que Vlad se planteó saltar fuera a cazarlo. Sin embargo, el impulso fue reprimido por el sentido comun, no tenía armas encima, y podría haber más preparados para emboscarle. Intentó acceder a su mente, pero sin poder verle claramente resultaba demasiado dificil, y estaba cansado.
Finalmente, emitió un gruñido de frustración, cerró la ventana, bajó la persiana, y corrió las cortinas. Se sentó frotándose la cara con rabia, y llamó al movil de Giulietta.
Pegada al muro de La Salle junto a la ventana el despacho de Vladimir la mujer notó el móvil vibrar en el bolsillo del pantalón, al ver quien llamaba sonrió, se alejó un par de pasos e invocó una oscuridad que la cubrió por completo.
- Hola - contestó despreocupada. Estaba tranquila, puesto que ni la luz ni el sonido podían salir de la pequeña burbuja de oscuridad - ¿ya me hechas de menos?
De nuevo esa desconcertante actitud. Era extraño encontrar a Giulietta tan agrdable y alegre. Y más con la carga de trabajo que tenía ahora. Quizá el cargo la hacia estar así, o quizá realmente el pobre Dorian estaba ahogado por el trabajo y ella se disfrutaba de los resultados.
- Acabo de verle.
- ¿A quien? - sabia perfectamente a qué se refería, aunque obviamente lo mejor era aparentar no saber nada.
- A quien me persigue. Le he visto por la ventana. Bueno... no directamente, pero he visto su aura, su presencia.
- ¿Estás seguro? ¿Qué quieres decir con "no directamente"? ¿Qué ha pasado?
- Sí, estaba en el tejado del edificio de enfrente, escondiéndose en la oscuridad, así que no le he podido ver directamente. Pero se que es un vampiro, lo cual me preocupa, y diabolista, lo cual me preocupa bastante más.
- Bueno, ahora los sabbat campan a sus anchas por la ciudad, así que el que sea diabolista no es tan raro... tal vez fuera un cainita de caza, no es tan raro...
- ¡Y quizá sea yo su victima! - el vampiro cortó a la mujer mientras hablaba. - He ... he sentido como me observaba antes de verle - se estaba poniendo nervioso hablando del tema.
- No sé, Vladimir, no creo que debas preocuparte tanto - intentó quitar hierro al asunto. - Deberías tranquilizarte. Mira, quédate esta noche en La Salle con tus libros, asegurate de que todo esta bien cerrado, las alarmas activadas y todo eso. Pero tienes que apartar tu mente de esa obsesión. Te vendría bien salir un poco, así que mañana te esperaré en el Castillo. Un poco de aire y algo de entretenimiento te vendrá bien para despejarte y ver quizá las cosas desde otro punto de vista... estas perdiendo un poco el norte, creo yo.
El tono relajado de la mujer consiguió calmarlo un poco.
- No se, ¿y si son varios? ¿Y si en el camino me atacan?
- Si quieres puedo enviar a Dorian a recogerte en coche. Está entrenado, y entre los dos estoy segura de que podriais hacer frente a una emboscada - dijo esa palabra de tal manera que incluso a Vlad le resultó ridícula, considerando así menor la "amenaza". - Vamos, nos vendra bien a los dos, yo estoy muy ocupada ultimamente, y tu necesitas despejarte, ambos saldremos ganando si por una noche nos desentendemos un poco de todo y tenemos una buena conversación entre amigos junto a un par de copas ¿no crees? - su tono se hizo muy amable y suave - ¿Qué me dices?
La idea de pasar un rato agradable y desenfadado con Giulietta como al principio de conocerse resultó atractiva a Vlad. Giulietta había conseguido tranquilizarlo un poco, así que no veía por qué no.
- Esta bien, envía a Dorian a recogerme a eso de las once ¿de acuerdo?
- Allí estará - contestó la cainita - Procura descansar ¿de acuerdo? Ahora he de dejarte, tengo asuntos que atender. Nos vemos mañana por la noche, ¡ciao! - colgó el teléfono y la oscuridad que la rodeaba se desvaneció.
Estaba claro que Vladimir no sospechaba de ella, eso era bueno, y esa paranohia que le envolvía le venía bien... aunque no estaba disfrutando tanto como esperaba... en cierto modo le daba pena... Miró nuevamente hacía la ventana sin llegar a asomarse, creo que ha sido suficiente por hoy pensó para sí misma mientras tomaba el camino de vuelta al castillo, ocultándose a en la oscuridad.
Tras colgar el teléfono, Vladímir se quedó unos minutos sin hacer nada, tomando pequeños sorbos de una botella. Volvió entonces a sus libros, y realizó ciertas anotaciones sobre las referencias cruzadas que había encontrado respecto al ritual de transición, y pasó las siguientes horas intentando obtener el texto completo de dicho ritual. Lo consiguió al borde del amanecer, momento en el cual se dirigió directamente a sus aposentos para descansar.
La noche siguiente fue bastante positiva para ambos. Vlad consiguió superar un poco la paranoia e incluso pasar un buen rato con Giulietta hablando sobre todo y nada, banalidades y trivialidades varias, discutiendo algunos aspectos relativos al Sabbat, las hadas y demás. Giulietta consiguió por su parte acercarse más al arzobispo, estudiarle y conocerle mejor, ganandose su confianza para facilitarle el camino para cuando decidiera atacarle.
Las siguientes noches fueron similares a las anteriores, sobre todo para Vlad. Realizó grandes avances en sus estudios sobre las hadas y retomó ciertas tareas de gestion del Arzobispado obligado por Giulietta. En cuanto a las pesadillas, seguía teniendolas a menudo, y algunas especialmente desagradables le conseguían dejar KO algunas noches completas, pero por suerte Giulietta estaba allí cuando era necesario para hacerle algo de compañía y ayudar a Ambrosio. La manía persecutoria seguía alli, y sabía que le seguían vigilando, así que salía poco a la calle. Se alimentaba en su refugio, y si salía, era para visitar a Giulietta, pues le hacía mucho bien desconectar y disfrutar de su compañía.